A los 7 años quería ser marino. A los 11 años fue a entrenar por primera vez al viejo Lolo Fernández de Breña, pues soñaba ser jugador de la ‘U’. A los 14 años escuchó La historia de la silla, una canción de Silvio Rodríguez, y decidió que quería cantar. Pero para cantar, tenía que escuchar: Pablo, Mercedes Sosa, León Gieco, Víctor Heredia. Rock argentino. Black Sabbath, The Beatles, Iron Maiden, The Who. A los 19 años grabó Domitila, una canción que no le gusta pero ama. A los 23 conoció a Claudia Moro, su esposa, en Bizarro de Miraflores. Le escribió una carta: “Quiero contarte mil cosas, pero hoy te quiero pedir, pedir que seas mi esposa, y dar la vida por ti”. A los 25 compuso Parte de este juego, la canción que más le piden en conciertos. A los 32 años editó A tiempo y desde entonces no pudo parar. Se llama Gian Marco y el próximo 17 de agosto celebra su cumpleaños 50, precisamente con un concierto en el Estadio Nacional dos días antes. Una fiesta para más de 40 mil invitados. A esta edad ya no se habla; se dejan mensajes. Este es Gian Marco hoy.
-LAS ENTRADAS-
Los tickets generales para el concierto de Gian Marco por los 30 años salieron a la venta esta semana en todos los Teleticket. Si tienes tarjeta Interbank, accedes al 20% de descuento.
VOLVER AL PERÚ
¿Cómo te recibe el Perú cuando vuelves?
La relación con mi país es muy especial. Es como lo que dice la canción: “Tengo tu amor y tu suerte...”. Es verdad eso. Tengo la suerte de haber hecho una carrera en mi país de la forma más arcaica posible, de ganarme un público de a poquitos, de grabar discos. Eso lo valoro mucho.
¿Y desde afuera como se ve el país?
Lo veo de dos maneras: me acuerdo de cuando era un chiquillo de Magdalena, en Gonzales Prada, las tiendas a las que iba; es mi remembranza. Luego veo a mi país desde mi carrera: músicos nuevos que cantan mis canciones con su guitarra, las versionan, las hacen suyas. Y después está esa otra parte de la que no puedes escapar, esa mirada socio-político-económica. Yo vivo en otro país, alguna vez regresaré, pero siempre me preocupa.
¿Te has planteado vivir en Perú?
Alguna vez, ahorita no. En mi vejez tal vez. Aprendí que en esta vida nunca debes dar nada por sentado. Ni con tu pareja, tus hijos o tu trabajo. Por el momento elijo vivir fuera porque le conviene a mi carrera y también porque desde afuera puedo generar otro tipo de proyectos. ¿Sabes qué pasa? Aquí ya hice lo que tenía que hacer: canté en bares, hice esto, lo otro. Como dice un libro al que siempre vuelvo, Ningún lugar está lejos, de Richard Bach: creo en eso.
¿El Perú es un país para vivir?
Pues… Veo cómo nos manejamos en sociedad: por ejemplo, los Juegos Panamericanos. Fue un clausura emotiva y me sirvió para reafirmar que hay una sed sana de éxito, pero que todavía no nos hemos sentado a mirarnos... ¡nos sentamos frente a frente a gritarnos, no a conversar! No sabemos bajarles el tono a las cosas. Hay que reconocer que somos muy especiales. Quizá lo veo así porque soy muy idealista, pero tengo el sueño de tener un país mejor, otra sociedad para nuestros hijos.
¿Te asusta la violencia que ves aquí?
¡El mundo está así! No quiero imaginar cómo debe de ser para un inmigrante sirio cruzar la frontera. O para un niño en Somalia ir al colegio. A veces uno se olvida de que el mundo está allá afuera. Las discusiones así se han mudado a Twitter: antes era más bacán porque nadie se enojaba por nada: era como jugar un partido de fútbol: te mentabas la madre con un amigo y luego te ibas por unas chelas.
Pero eres muy activo en redes.
Por la promoción del concierto, por la gira, lo hago mucho. En Twitter quizá escribo frases y cosas. Pero del tema de las elecciones no he opinado nada. Por el cierre del Congreso puse un par de cosas. Siempre hablaré de música. Ahora, si dices algo, tienes que rectificarlo casi de inmediato. O tienes que poner una leyenda que explique por qué pusiste eso. Si yo digo: “Perro que ladra, patada en el hocico...”, ufff... hay que pensar siete veces para tuitear algo.
Cuando te fuiste del Perú, te convertiste en un migrante…
Soy un migrante.
¿Qué opinión tienes sobre la migración venezolana en el Perú?
Uno habla hasta que le toca. Cuando nosotros éramos migrantes, en el famoso septiembre negro de 1988, con 200 mil personas yéndonos a España, Argentina, Chile, nos daba rabia cómo nos miraban. En España nos decían sudacas y en Argentina se burlaban porque solo podíamos ser albañiles o gasfiteros. Ahora, todos sabemos que justos pagan por pecadores. ¿Cuántos peruanos importantes se fueron y compitieron por un puesto allá y cuántos se fueron e hicieron cagada y media? Aquí, ahora hablamos de la delincuencia, pero oye: así vivimos. Hace dos semanas, en la escuela de mi hijo, hubo amenaza de tiroteo. Dime en qué país del mundo se puede vivir en paz. Vivir ya es un peligro.
¿La intolerancia ya es violencia?
Hace no muy poco, cuando venía a Lima el serrano orgulloso de su tierra, despedido por el terrorismo, era vapuleado, discriminado. Somos un país complejo, ah, no nos vengamos a hacer aquí los buenos. Necesitamos reconocer los errores; si no, no nos va a funcionar ni con Marca Perú. Somos como niños chiquitos, no escuchamos y nos tapamos las orejas gritando: “Ahhhh”. Me ha pasado que estoy llegando a Lima y alguien dice en el vuelo: ¡Cómo se ve destruida la ciudad! Entonces le responden: ¡Cómo es posible que digas eso! Pero no entiendo: ¡hay que decirlo! En la final de los Panamericanos, mientras cantaba Contigo Perú y veía a los muchachos llorar, decía: ¿Por qué lloramos? ¿De pena? ¿De orgullo? Porque la frase “orgulloso de ser peruano” es bien cabrona. La pregunta es: ¿estás orgulloso de ser buen ciudadano? Porque peruano vas a ser toda tu vida.
EL RECUENTO DE LOS AÑOS
Cumples 30 años de carrera y 50 años de vida. ¿Es el momento ideal para hacer el gran balance de tu carrera?
Sí, pero es constante eso.
¿Te preguntas: esto no debí hacerlo, esto lo pude hacer mejor...?
Lo hago, claro. Llegó un momento en que dividí mi carrera en ser autor y ser intérprete. Y no le dediqué el 100% a lo segundo. Porque mi carrera ha sido intermitente: no tengo radio, soy independiente, hago yo mismo la promoción, viajo; me cuesta más en todos los sentidos de la palabra. Es un trabajo de hormiguita.
¿Qué cambiarías?
Caramba, te pondría este ejemplo: estaba de promoción en España; acababa de ganar un premio de la Sociedad General de Autores y Editores de España; Se me olvidó estaba en todos los rankings, en el Billboard; estaba un mes y medio fuera viajando y dije: ¡Mi casa! Yo no quiero esto para mí. Y mucha gente no lo entendió. E incluso cuando dejé de trabajar con Emilio Estefan, se decía que me botaron, que me fui. Todo eso lo pienso, es titánico. ¿Cómo estoy ahora? ¡No quiero parar! Siempre pienso cómo reinventarme musicalmente. Cómo darle otra cara a mi cara. Por eso grabo, por eso la gira, por eso este video de Empezar de nuevo. A veces voy a algún país y hay gente que no me conoce o solo me conoce por la versión de otro intérprete. Ese factor sorpresa me encanta. De eso se trata esto.
¿Un artista se retira?
Yo siempre quise ser un artista longevo. Sí, se retira. Mi viejo lo hizo después de ganar Ancón en 1974. Agota. Esta carrera es como el truco de un mago, no ves todo lo que hay de trabajo para que el truco salga perfecto. ¡Y el truco dura tres segundos!
NICOLE, LA MÚSICA
Una vez le dijiste a Somos que tenías miedo de la carrera que eligió Nicole, tu hija.
Le dije que la música es 24/7.
¿Te da miedo?
Todos los padres queremos que nuestros hijos sean exitosos. Que si se dan contra el piso, sepan levantarse. Y que si se caen, podamos mirarlos un rato y con el dolor de nuestro corazón tener que decirles: “Párate tú. Aprende”.
¿Terminó en Berklee College of Music?
Sí. Yo siento que Nicole tiene una carrera hermosísima. Se está mudando de la casa, tiene 24 años. La firmó Warner Chappell –división de Warner Music Group–, acaba de estar en Ámsterdam, es una supercompositora, pedida por las nuevas generaciones de músicos. Y tiene, obviamente, su propio proyecto.
¿La sigues, es decir, estás cerca de todo eso?
La ayudo, claro, pero ella camina sola: ya tiene un mánager, un abogado. Esta carrera no es simplemente ‘querer cantar’. Si abres un restaurante y tienes un gran chef, ¿qué más necesitas? Personal de atención, valet parking, un contador, un abogado; un equipo. Ella es muy ‘capa’, lo sabe.
¿Vas a grabar algo con ella pronto?
No, todavía no. Hace poco sacó un sencillo, Walls, en Spotify. Le fue muy bien. La gente todavía no ha visto lo que es capaz de hacer esta niña. Me va a superar. Es más, ya me superó, viajando por el mundo y escribiendo para artistas de moda a los 24 años.
¿Cómo imaginas su carrera?
Saludable. De respeto. Famoso puede ser cualquiera. Hay que entender también que esto es la industria del entretenimiento: hay gente que sirve para entretener y otra para mirar. De un artista yo quiero que me dé algo, me entregue algo nuevo siempre. Así va a ser Nicole; espero que sea una artista longeva.
¿Qué dice ella?
“Pa, me la pusiste alta, ja, ja, ja”. Y entonces le digo: “China, ¡te va a ir mejor que a mí!”.
LA POLÍTICA Y EL PERÚ
Me cuesta creer que ningún partido político te haya propuesto ser candidato.
¡Un montón! Siempre.
Nunca fue público.
No, eso no. Y tampoco candidatear. Pero sí para hacer canciones y me han ofrecido mucha plata. Pero yo no me meto en esas cosas.
Sí sabes que reúnes condiciones candidateables, ¿no? La gente te sigue, te cree.
No creo; para el que quiera engañar al pueblo, quizá sí. Para el que quiera decirle a alguien que yo puedo hacer tal o cual cosa, sí. Yo no soy político, no tengo sangre. Hay que tener vocación o ser muy conchudo, con el respeto de los conchudos [risas]. Como dice ese refrán: el que no es conchudo, muere cojudo.
¿Qué te han pedido?
“Gian Marco, hay una chance de escribir una canción para una campaña”. Y no. Fíjate: mi padre trabajaba en Fórum, de Jorge Salmón, en el departamento creativo. Eso hacían los partidos políticos de antes, contrataban una agencia. Mi papá hizo la canción de Belaúnde, la canción de la campaña con la que ganó en el año 81. Yo me he negado rotundamente, así me ofrezcan un cheque en blanco, millones de ofertas importantes de dinero. No sabes la cantidad de gente que me escribe para que cante en su matrimonio. Podría vivir solo de eso. El único matrimonio al que fui fue al mío.
¿No te parece profesional?
Al contrario. Prefiero hacer un show y que la gente esté 100% atenta a mi trabajo. El trabajo dignifica, ojo. Yo, por elección propia, no lo hago.
¿Extrañas hacer conciertos más íntimos?
Debo confesar que sí: extraño cantar en Canta Rana. Extraño llegar a las 8 de la noche a la barra, ver a la gente, afinar la guitarra y que el público vaya guardando silencio. Era un Barranco diferente del que se vive ahora, más bohemio, también decadente [risas]. Me acuerdo haberme encontrado con Julio Ramón Ribeyro en el Juanito.
¿Has vuelto a caminar por Barranco?
¿Caminar? Noooo. Cada vez que vengo a Lima paso por Canta Rana, sí. La gente que me ve comiendo ahí y mira los carteles, me pide una foto. Pero hay mucho respeto. Tú te das cuenta cuando alguien se acerca y es fan o no. Cuando alguien sigue tu carrera o no. Cuando alguien te quiere genuinamente, no te pide una foto, se lleva el recuerdo, conversa contigo.
Entonces no vamos a verte en una campaña política.
Recuerdo cuando el ex presidente García me entregó la Orden del Sol en Palacio. Fue un momento muy emotivo. Abrió la puerta de Palacio para la gente y eso. Pero debo confesar que, cuando estaba ahí, decía: el poder está cabrón. Sentí el poder. Para eso hay que tener equilibrio en todo sentido. Claro, el poder está bonito, pero qué difícil comandar un país tan complejo como el nuestro. Yo, desde mi trinchera, he hecho lo que he podido. Puedo ser una figura apetecible, pero ya saben que no soy negocio para nadie. //