Dice El Corán: “la auténtica riqueza del ser humano es el bien que hace al mundo”. La frase, providencial para estos tiempos de constantes faenones y autoridades corruptas, resuena en la voz del sheij Ahmed, líder religioso de la Asociación Islámica del Perú, o la mezquita de Magdalena. Este es el templo más importante del islam en Lima (hay otros dos, en el Cercado y en San Borja).
Es poco más del mediodía y decenas de fieles musulmanes han venido a este lugar para el sermón de los viernes. Según nos explican, este día es el más sagrado de la semana y lo dedican para adorar en conjunto a Alá, dios de los musulmanes. Para ingresar hay que quitarse los zapatos y sentarse cuidadosamente en la alfombra del oratorio, luego de subir por unas escaleras. Ni bien entramos, nos transportamos a otro mundo: sobre las paredes de madera blanca se aprecian cuadros de La Meca y escritos en árabe, y del techo se descuelgan lámparas de cristal que parecen sacadas de un palacio persa.
MIRA TAMBIÉN: La historia de la barra femenina que alentará a la selección peruana contra Australia en Qatar
Hay egipcios, pakistaníes, palestinos y sudaneses, muchos de ellos con túnicas, turbantes y barbas frondosas. También hay venezolanos, argentinos y peruanos, menos tradicionales en su forma de vestir.
No todos hablan el mismo idioma, pero los une el lenguaje de la fe. “Assala malekum”, se dicen unos a otros, una frase que significa “la paz sea contigo”. Cuando tienen que orar, se forman en fila con dirección a La Meca y ejecutan una serie de movimientos: se arrodillan, se postran en la alfombra, se paran y doblan el cuerpo. Una y otra vez.
En esta mezquita se han acondicionado dos ambientes para rezar: uno para hombres, en el que nos encontramos, y otro para mujeres. Para ellas hay una sala más pequeña que cuenta con un tocador de velos, a la que se accede por una puerta lateral del edificio.
“Es por un mandato divino”, nos dice el sheij Ahmed tras culminar el ritual de todos los viernes, cuando le consultamos por la separación de géneros en el templo. “Durante la adoración, nada debe distraernos del recuerdo de Dios, por ello las mezquitas no permiten mezclar a hombres y mujeres”, añade el teólogo egipcio.
COMPARTE: Cómo aprender a comunicarse de forma básica en árabe, el idioma oficial de Qatar
DE LA MECA A LIMA
La ley islámica se sustenta en cinco preceptos básicos. La profesión de fe o shahada, que reconoce a Alá como “el creador de todo” y a Mahoma como “el último profeta”. La oración o salat, que se realiza cinco veces al día con dirección a La Meca. La limosna o zakat, que consiste en aportar una décima de sus ingresos a los más pobres. El ayuno o sawn durante el mes del ramadán, donde los fieles se abstienen de comer y beber desde el amanecer al atardecer. Y la peregrinación a La Meca, la más importante de todas las ciudades santas del islam, la cual se sugiere hacer, por lo menos, una vez en la vida.
“Nosotros respetamos a todos los profetas, desde Abraham a Jesús”, explica el sheij Ahmed. “En lo que no creemos es en las idolatrías. Solo adoramos a un único Dios”.
Un informe del Pew Research Center estima que para fines de siglo, el islam será la religión monoteísta con más fieles en el mundo, superando al cristianismo. Aunque no hay cifras oficiales, la Asociación Islámica del Perú calcula que son entre 3 mil y 4 mil las personas que profesan este credo en el país.
Muchas de ellas han llegado a esta tierra por amor o por trabajo, como el médico paquistaní Waqar Khan, quien lleva una especialización en medicina familiar y comunitaria en la Universidad Peruana Cayetano Heredia y trabaja en el Hospital del Niño. “Soy musulmán de nacimiento. En los siete años que llevo aquí, no he tenido problemas para alimentar mi espiritualidad. Si me toca rezar en la calle, rezo; si me toca en el hospital, ahí también lo hago”, cuenta.
Pero también hay aquellos que se han convertido a esta religión. Es el caso del peruano Carlos Gómez, antiguo seguidor de los Testigos de Jehová, que adoptó esta creencia por “la manera disciplinada en que se profesa la fe”, luego de leer un Corán que compró en el jirón Quilca, hace tres años. O el de la peruana Gabriela Velarde, quien vivía con un vacío espiritual que, según cuenta, otras religiones no habían podido llenar. “Yo llegué aquí por invitación de un amigo Hare Krishna, nadie me obligó a hacerlo. Aquí no es que la mujer sea menos que el hombre, Dios tiene una función para cada uno. Y yo la acepto con total libertad”, asegura.
Ambos tienen en común que sus familias no aceptan su culto al islam.
LA MANO DE ALÁ
Ya sea por desinformación o prejuicios, muchas personas vinculan la práctica del islam con organizaciones terroristas, como Boko Haram o Al Qaeda. “En el imaginario occidental, todavía persiste esa asociación general entre el islam y la violencia. Es un percepción equivocada, pero que encuentra asidero debido al accionar de pequeños grupos fundamentalistas”, explica Juan Fonseca, historiador y profesor del curso Teología de las Religiones en la Universidad del Pacífico. “En el mundo, las comunidades musulmanas viven de forma pacífica. La intolerancia viene de grupos ajenos a ellos”, complementa.
De hecho, durante los meses más duros de la pandemia, la Asociación Islámica del Perú organizó distintas campañas de apoyo para las personas más vulnerables en Lima y provincias, como entrega de canastas de alimentos o de frazadas y ropa para el invierno, sin importar su creencia o religión. “Los musulmanes rechazamos la violencia”, nos dice Damin Awad, palestino y actual presidente de la asociación. “Nuestra religión promueve la hermandad entre las personas. Lamentablemente, por unos cuántos todos terminamos pagando”, sostiene.
Las puertas de la mezquita de Magdalena están abiertas para todas las personas con interés por conocer, estudiar o practicar el islam. Solo hay que cruzar el portón del jirón Tacna 556 para entrar en el corazón de Alá en Lima. //
En el lejano emirato del golfo, el 77% de su población se identifica como musulmana. Apenas un 9% son cristianos.
Al ser un país musulmán, se aconseja a los visitantes llevar un código de vestimenta que cubra hombros y rodillas en locales públicos como centros comerciales, bancos o museos.
Hay cero tolerancias a conducir bajo los efectos del alcohol o presentarse en estado de ebriedad en espacios públicos. La multa puede llegar a los 800 dólares.
1.800
millones de musulmanes hay en el mundo. Casi la cuarta parte de la población mundial.
50
países del norte y centro de África, Oriente Medio y del sudeste asiático tienen al islam como la religión predominante.
940
mil musulmanes es la cifra que se estima para Latinoamérica en el 2050.
400
mil musulmanes hay en Argentina, siendo el país de la región con más fieles.
3
mil es la cifra que se estima de musulmanes en el país, según la Asociación Islámica del Perú.