Jorge González en la Plaza de Acho de Lima (septiembre de 1987), en uno de los conciertos de Los Prisioneros. Foto: Archivo de El Comercio.
Jorge González en la Plaza de Acho de Lima (septiembre de 1987), en uno de los conciertos de Los Prisioneros. Foto: Archivo de El Comercio.
Oscar García

Yo les apuesto que si viene un gringo cualquiera, no le tiran cosas”. En el punto de máxima tensión de esa noche, Jorge González, líder de Los Prisioneros, mira a un lado con decepción, deja de rasgar la guitarra y opta por cortar el show. Es el clímax lógico para una tocada insólita. Segundos antes, el músico de solo 23 años había intentado tocar El Baile de los Que Sobran, el hit de ese verano limeño, pero ni la tecnología ni el público lo permitieron. El show estaba fuera de control. Las secuencias fallaron o fue una mala coordinación, pero eso no fue lo peor. Una piedra cruzó el escenario e impactó sobre Claudio Narea, el parco guitarrista del grupo. El músico dejó de tocar, fastidiado, para reclamar al gentío: “¿Quién fue el imbécil?”.

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