Es primera vez que la ex ministra de Economía declara sobre los meses en que le tocó enfrentar la peor crisis que hayamos imaginado. Por momentos es dura consigo misma y tiene claro que muchas decisiones pudieron ser mejores. Desde Suiza, donde vive y teletrabaja, María Antonieta Alva centra ahora su preocupación en la encrucijada electoral: defender un status quo “que funciona para muy pocos” o un cambio que “puede ser un salto al vacío”.
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—¿Cómo han sido estos meses, tras dejar el Gobierno en noviembre?
No veía de qué manera esta salida violenta podía hacerle bien a los ciudadanos en mitad de una crisis. Me desconecté de las noticias. Salía a caminar todos los días, mucho. Le decía el otro día a un grupo de estudiantes: hay funcionarios públicos que ‘flotan’ porque piensan que lo mejor es pasar desapercibidos. Yo más bien remaba mucho, y eso me llevaba a veces contra la corriente, e incluso a sentir que me ahogaba. Mi primera reacción, emotiva, irracional, fue pensar que remar no había valido la pena, que quizá era mejor haber flotado. Luego me llegaron mensajes de gente agradeciéndome y dándome ánimos. Sentir que tocaste en algo sus vidas fue muy importante para mí.
—¿El escándalo del ‘vacunagate’ fue un golpe también?
Estaba ya recuperándome, saliendo, y luego esto ¡uff!, fue de nuevo un bajón. Pero como siempre he pensado: pese a todo, el Perú vale la pena y hay que trabajar por él.
—¿Qué pensaste al saber de la vacunación del ex presidente Vizcarra? ¿Has vuelto a hablar con él?
Yo siempre busco y valoro mucho en los funcionarios públicos la búsqueda del bien común. Siempre me sentí muy respaldada por el ex presidente Vizcarra, incluso cuando hubo que decirle que no a propuestas populistas, él respaldó todas mis decisiones, por más impopulares que fueron. Siempre sentí que él estaba del lado del interés público, por eso el haber utilizado su condición de autoridad para vacunarse me desilusionó enormemente. No he hablado con él del tema, no sé qué explicación pueda haber, pero se contradice.
—¿Habría sido mejor que se vacunara haciéndolo público?
Con la enorme popularidad que tenía, podría haber sido un gran espaldarazo a la vacunación.
—¿Cuál fue el gran error del gobierno de Vizcarra?
Creo que fue difícil no tener alianzas en el Congreso. Yo hablaba con el líder de un partido y a la hora de la hora, su bancada votaba otra cosa. Salvo la bancada del actual presidente Sagasti, sentía que estábamos pidiendo peras al olmo. Por mi trabajo he ido desde muy joven al congreso y he visto, por ejemplo, cuando le faltan el respeto a un ministro, pero alguien de la bancada pide que se retracten. Ni siquiera teníamos eso, yo he vivido humillaciones muy grandes de congresistas.
—¿Qué momento humillante recuerdas?
Tengo recuerdo de congresistas muy malcriados, incluso levantando calumnias. Las interpelaciones son parte del trabajo del Congreso, pero en las dos que tuve, no hubo ninguna rigurosidad por preguntarme sobre temas que me correspondían. El primer día estuve siete horas parada… siento como que pusieron toda su ira conmigo. Pero de los momentos más duros para mí, el peor fue cuando se metieron con mi papá. Él es un señor de 72 años, muy respetado en su ambiente, y se tuvo que presentar en la comisión de Edgar Alarcón, ahora suspendido. Ahora se puede inventar lo que sea –como las mentiras sobre las vacunas de Sinopharm, que impacta directamente en la vida de las personas- y no pasa nada.
—¿Tu papá te dijo algo?, estas cosas pasan en política…
Los dos estábamos golpeados. Me he llevado la sensación de que los funcionarios públicos que tomamos decisiones de mucho impacto pasamos por una especie de moledora de carne, con denuncias sin pruebas y un ejército de troles en redes sociales que sencillamente replican. Es muy fácil dañar reputaciones en el Perú ahora, y eso definitivamente es una amenaza para la democracia. La obsesión no es “hay que sentarnos a construir un país juntos”, sino “cómo destruyo al otro”.
—Si pudieras retroceder el tiempo a marzo del 2020, ¿volverías a hacer todo igual?
Se me viene a la mente la investigación de la Fiscalía por el caso de la reunión con los laboratorios (para la compra de pruebas covid). En general, todo es perfectible y estoy bastante tranquila con que cada día de la pandemia lo dimos todo. Pero en esa reunión debí ser más cuidadosa, llevar actas, por ejemplo. Hubiese sido más pulcra, poner todo por escrito, aunque tomara un poco más de tiempo (que no teníamos, casi ya no había pruebas en el mercado). La idea era saber cuáles eran los problemas para conseguir pruebas para el Perú, nunca me imaginé que esto derivaría en una investigación en la Fiscalía.
—¿Dejar el MEF fue quitarse un peso de encima?
De las cosas más bonitas que me llevo es haber encontrado tantos funcionarios públicos muy comprometidos con el país. Pero sí fue un año muy duro en el que me di cuenta que existe la crítica que quiere regular tus decisiones. Cuando estábamos definiendo por ejemplo el porcentaje de garantía de Reactiva Perú, recibía llamadas telefónicas: “¿qué estás haciendo con el programa? O titulares de periódicos, entrevistas a ex ministros de Economía… En el MEF no considerábamos que era lo mejor para el programa que el estado asumiera el 100 por ciento de la garantía, nadie iba a querer pagar el préstamo. Ponerle menos iba a hacer que los bancos compartan el riesgo y les obligaría a ser rigurosos en la evaluación de empresas beneficiarias.
—¿Trabajaste con el BCR esta propuesta?, ¿qué opinaba Julio Velarde?
Él quería que el programa saliera rápido, sentía que ponerle menos del 100% de garantía iba a hacer que los bancos se tomaran un poco más de tiempo en evaluar. Pero con Julio siempre poníamos los intereses del país al frente. Es un súper economista, yo le estoy muy agradecida. El domingo 15 de marzo, cuando cerramos la economía, me dijo algo clave: que la cuarentena tendría sentido si es que el sistema de salud podía ganar tiempo para fortalecerse. Las cifras eran terribles, había menos de 100 camas UCI para 33 millones de peruanos. Él me hizo ver que teníamos que tener, como MEF, un rol proactivo en el fortalecimiento de capacidades de los sectores.
—¿Te has cuestionado si estuviste a la altura del reto?
Desde el inicio de mi gestión tuve miedo de no dar la talla. Y eso me hizo trabajar el doble o el triple. Había también el miedo de si realmente las decisiones que tú tomas, al final del día persiguen el interés público. Hay decisiones en las que para mí no está tan claro si van en ese sentido: por ejemplo, cerrar la economía.
—¿No estabas convencida de cerrarla?, ¿te negaste?
Invertí muchas horas con el equipo, hablé con algunos economistas que me asesoraban. Esa fue la decisión más difícil, y hubo que tomarla con muy poca información y poco tiempo. Cerrar la economía y volverla a abrir es algo que creo ningún economista vivo ha hecho, sujetos a la mirada de la Fiscalía, además.
—¿Valió la pena el severo confinamiento y haber cerrado todo?
Cuando era ministra siempre hablaba con mis profesores de Harvard, ellos son fundamentales para mí. En enero y febrero del año pasado, ellos ya estaban viendo cosas que nosotros aún no veíamos en Perú: sabían que se venía una catástrofe. Recuerdo una conversación con Ricardo Hausmann y Andrés Velasco, me llevé dos mensajes de ahí. Uno: “no escatimes nada en gastos de salud. La ministra de Salud te pide el cielo y tú les das el cielo”. Incluso me dijeron algo que luego me han criticado algunos economistas: “no es momento de reglas fiscales tampoco”. Por eso queríamos sacar toda la artillería para responder a la emergencia. Y lo otro que mi profesor Ricardo me dijo, antes de todo: “comienza a pensar en planes de dos puntos del PBI”.
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—¿Cuál fue la equivocación en el caso de Perú?
El cierre de la economía fue una decisión complicada. O apagar los motores de la minería… quizá se hubiese podido quedar abierta... Pero imagínate, manteniendo las mínimas operaciones hubo contagio, además dejar a la gente en los campamentos implicaba un tema de derechos laborales. Por otro lado, ¿cómo dejar que la minería siguiera funcionando, si todo el mundo se estaba sacrificando en la cuarentena? Aún no sé si debí pelear más, o no, por no cerrar la minería, pero también fue la primera actividad que abrimos. Otro sector que pudimos haber abierto antes fue restaurantes. Luego, me faltaron un poco más de reflejos con el tema de la (devolución de aportes) de la ONP.
—¿Cuál fue el error ahí?
Debí mandar mucho antes una contrapropuesta al Congreso. Una como ministra entiende que se va a respetar el orden constitucional, no pensé que el Congreso iba a llegar a tanto en temas de inconstitucionalidad. La parte política fue un enorme distractor, sí creo que hubiese puesto un poco más de énfasis en las alianzas, en tender más puentes.
—¿Crees que en el peor momento de la crisis debió trabajarse más de la mano con el sector privado?
Muchos problemas hubiesen sido más fáciles de llevar trabajando de la mano con el sector privado. Pero hay una enorme desconfianza entre el sector público y sector privado, a partir de diversos escándalos de corrupción. He conocido a muchos empresarios comprometidos con el país, pero desgraciadamente, y se los he dicho en público, su silencio en algunas situaciones de abusos los ha hecho cómplices. Ninguno ha salido a condenar lo que está pasando con la crisis del oxígeno. No salen cuando hay un abuso en alguna posición de dominio, cuando hay una práctica anticompetitiva.
—Es algo duro hablar de dar o no dar la talla en una tarea tan enorme. ¿Te afectaban las críticas?
Cuando se me ofreció ser ministra, mi primera reacción fue que no creía que yo era el perfil adecuado. Se lo dije al presidente Vizcarra; acababa de cerrar el Congreso, había mucha incertidumbre en los mercados, yo venía de las esferas del sector público, le dije que tenía que poner una figura que diera tranquilidad, ¡a mí no me conocía nadie!
—¿Qué te dijo, cómo te convenció?
Le dije que iba a hacer una lista de posibles candidatos para sugerirle. Me respondió: “ponte en la lista”.
—¿Qué significó ser una mujer joven en ese cargo?
En el Estado fue bien controversial que yo fuese la primera mujer Directora General de Presupuesto, a los 32 años. Pero cuando fui ministra, los comentarios eran que yo había llegado por ser hija de mi papá. Por primera vez me enfrentaba a comentarios de ese tipo.
—¿Sentiste un trato diferente?
Te cuento algo, y me pregunto si a un hombre le pasaría esto. En una reunión con un ex ministro –no vale la pena decir su nombre–, le pedí alguna recomendación, pues debía viajar a reuniones del FMI y el Banco Mundial. Me dijo: “Bajo perfil, no llames la atención”. Cuando te enfrentas a un maltrato así, te paralizas. Todavía me molesta no haber reaccionado; las mujeres tenemos que entrenar mejor nuestra cabeza para estas situaciones. Me pasaba algo parecido cuando debía ir a los medios de comunicación. Me preparaba mucho, invertía mucho tiempo en ser didáctica al explicar las políticas. Recuerdo que tuve que ir a cuatro medios, entre radio y TV, en un solo día. Cuando salí del último, me senté en el carro y recibí un mensaje: “ese saco no está bien”. ¡La crítica era a mi ropa! Yo me pregunto si los hombres tienen que pasar por eso. Eso tiene que comenzar a cambiar.
—¿Volverías a ser funcionaria de Gobierno si alguien te llamara?
En mi cabeza siempre está el Perú. Tengo convicciones muy claras y fuertes sobre las libertades civiles: igualdad de todos ante la ley y la lucha contra la corrupción. Y obviamente un manejo responsable del Estado. Entonces, sí podría volver a asumir un puesto de liderazgo en un gobierno si es un proyecto que busca eso para el país.
—¿Piensas en tu propio futuro político?
Siempre he tenido en la cabeza que tenemos una enorme responsabilidad por construir espacios políticos plurales, inclusivos, que nos representen. Estamos en un momento donde todo el mundo quiere sacar algo del Estado, ya sea funcionarios que se ponen las vacunas sin decirle a nadie, o las empresas que contratan maquinarias de tributaristas para no pagar impuestos. Hemos normalizado el privilegio, el hecho de que haya que tener plata para acceder a una buena educación, a buena salud. Y lo que ha golpeado a mucha gente es que en la crisis del Covid, ni la plata te salvaba. Me preocupa que nadie está debatiendo cómo hacemos para que el Estado provea mejores servicios, porque los que recibimos son indignos. ¿Dónde está la obsesión porque los niños aprendan más? No la vi en ninguno de los dos candidatos. No es la prioridad de nadie. Necesitamos a gritos menos ideología y más pragmatismo sobre cómo podemos solucionar los problemas reales del ciudadano.
—¿Qué es lo que tienen que entender los dos candidatos?, ¿qué está en juego?
Ya hemos visto experiencias en América Latina: el populismo económico afecta a las personas de menores ingresos. Y por otro lado, esta moral de “en nombre del pueblo…”, me parece también muy peligrosa.
—Te decían ministra “chavista” y también “títere” de la Confiep. Esa misma polarización se observa ahora a nivel país. ¿Crees que esta va a ser una elección no entre dos candidatos sino entre Lima y el resto del Perú?
La elección es entre una defensa -para mí injustificable- del status quo que le es funcional a muy pocos, versus la necesidad de cambio, pero destructiva, un salto al vacío. Nadie ha articulado el discurso de un cambio responsable. Yo sería mucho más pragmática: focalizar la discusión sobre los estándares de servicios que queremos para todos, y luego evaluar cuál es la mejor modalidad.
—¿Te buscó Sagasti para que fueras su ministra?
Él directamente no, alguien de su partido sí. Les dije que tendría que poner mis cartas sobre la mesa y ver si me las aceptaban. Pero luego ya no me convocaron. De repente fue lo mejor.
—¿Cuál es tu explicación de por qué recién a partir de enero se han firmado los contratos para la compra de vacunas?
Cuando estaba en el gabinete siempre había reportes de Relaciones Exteriores sobre cómo iba la negociación con los laboratorios. En el MEF tuvimos que hacer un marco legal especial para que se agilicen las compras. Pero quizá, como muchas cosas en el Estado, la respuesta a esa pregunta sea la falta de sentido de urgencia.
—¿Vas a votar?
No, los padrones se cerraron antes de que yo me mudará acá, y por temas de vuelos y la pandemia no voy a poder ir a Perú.
—¿Algún día vas a querer ser presidenta del Perú?
Creo más en la construcción de proyectos colectivos, con buenos liderazgos.
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