El dólar a finales de los años 80 era, en realidad, un dolor. No solo porque su intercambio, en medio de una crisis económica catastrófica para el Perú, devaluaba el precio del inti a niveles miserables, que convertía a la moneda nacional en papelitos para jugar monopolio; también porque sus bases, asentadas en el jirón Ocoña en el Centro Histórico de Lima, atraían violencia común, asaltos a mano armada y la sensación de que el destino financiero del Perú no se decidía en el BCR o Palacio de Gobierno: se discutía aquí, en estas dos cuadras que van desde el final del Jirón de la Unión hasta el Jirón Camaná. Y frente al Hotel Bolívar, donde algunas madrugadas salen zombies enamorados producto del Catedral, su delicioso pero traicionero pisco sour XL.
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