No es descabellado calificar a Parasite -que ha recaudado más de USD 140 millones- como una de las mejores películas del año. Desde que ganó la Palma de Oro, el máximo galardón otorgado en el Festival de Cine de Cannes (uno de los más prestigiosos de la industria cinematográfica) en mayo del 2019, la prensa especializada ya vaticinaba la presencia del filme de Boon Joon-ho en renombradas premiaciones, entre ellas, el Óscar. Ayer, precisamente en la ceremonia más esperada por el mundo del cine, ganó cuatro estatuillas: mejor película, mejor director, mejor guión original y mejor película internacional.
En una primera lectura, la premisa de la película surcoreana parece simple: dos familias de niveles socioeconómicos opuestos entrecruzan sus caminos y, en sus interacciones, se refleja -indirectamente- las diferencias de las clases sociales. Pero aquí no se enaltece a una clase, ni martiriza a la otra. Como diría su director, en Parasite “no hay villanos. Solo individuos que son víctimas de algo llamado capitalismo”. Si bien esta historia se desarrolla en Corea del Sur, tranquilamente podría tomar lugar en Perú u otro país. La familia, la dignidad humana y el clasismo son, pues, temas universales.
-VISTAZO INTERIOR-
La (brillante) historia inicia con los Kim, una familia desempleada que vive en un sótano, donde intentan sacar provecho de lo que pase a su alrededor. Se ganan la vida juntando cajas de pizza para venderlas a una empresa de delivery. Un día de verano, a Ki-woo (Choi Woo-sik) se le presenta la oportunidad de ser tutor de una adolescente de una familia bastante adinerada. Para ello, se hace pasar por un estudiante de una universidad prestigiosa. Pronto, el muchacho conseguirá que su hermana, Ki-jung (Park So-dam); su padre, Ki-taek (el veterano Song Kang-ho) y su madre, Chung-sook (Chang Hyae-jin) se sumen a la farsa.
Ese ínterin es ligeramente cómico. Hay escenas, pues, en las que el director hace hincapié en las bufonadas para que el espectador se ría y, de alguna forma, vaya conociendo -y entendiendo- a la familia. En 60 tomas, Boo explica el plan de los Kim para adentrarse a la vida de los Park, una de las familias más adineradas del país [sería mezquino no hacer la mención honrosa al equipo de montaje por tamaña hazaña]. El tono cambia, para ser exactos, a mitad de la película, las cosas se tornan violentas.
Y es ahí donde los invasores, cuando emulan la vida de sus empleadores, hacen una importante introspección: se ven a sí mismos en un espejo paralelo, casi distorsionado, que les revela -sin piedad- lo miserables que son. Pero también muestra lo que podría ser suyo. El costo, pues, de esta comodidad, tiene un terrible precio.
-OBRA MAESTRA-
La película tiene giros inesperados. Uno se mantiene expectante, incluso conmovido, a lo largo de las dos horas 12 minutos de duración. Pero si hay algo por lo que más destaca es por las reflexiones que deja. A muestra un botón: una (exquisita) secuencia donde intensas lluvias traen devastadoras inundaciones que perjudica a las personas más humildes, mientras que para otros (como los Park) solo ha sido la interrupción de una actividad.
Bong Joon-ho lleva más de dos décadas en la industria cinematográfica. Entre sus producciones más renombradas están Memories Of Murder (2003), The Host (2006), Snowpiercer (2013) y Okja (2017). Pero Parasite (2019), que ha dejado una huella en Hollywood, es -tal vez- la película que ha ayudado a poner en vitrina no solo su trabajo, sino también el cine surcoreano. [Nota de la redactora: Puede iniciar con las películas de Park Chan Wook y Lee Chang-dong]
“Cuando superen la minúscula barrera de los subtítulos, podrán conocer filmes maravillosos”, dijo al recibir un Golden Globe. Y eso -ironías de la vida- podría jugarle en contra en la categoría de Mejor Película en los premios Óscar. Según un informe de The Washington Post, ninguna película extranjera ha ganado en esa categoría. Recordemos la ceremonia del año pasado, cuando Green Book se impuso ante Roma.
Parasite es más que una película galardonada. Es el crudo relato universal de quienes tienen y no tienen oportunidades, pero -insisto- no romantiza una clase ni flagela a la otra. A las finales, todos somos parásitos.//