Elmer Huerta

Aunque es un problema que se ha agravado durante la pandemia del COVID-19, lo cierto es que en los últimos cuarenta años hemos sido presas fáciles de y teorías de conspiración. Dos recientes publicaciones nos permiten conocer las raíces del problema y cómo enfrentarla.

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Estoy seguro de que muchos de ustedes reciben diariamente numerosas noticias en sus aparatos electrónicos. Algunas son sobre la pandemia, otras sobre el calentamiento global, el arte y cultura, e incluso sobre la coyuntura política del momento. ¿Se ha preguntado si es posible que sean ?

Un , con el sugerente título de “El ascenso y la caída de la racionalidad en el lenguaje”, publicado en “Proceedings of the National Academy of Sciences” (PNAS), concluye que buena parte de la humanidad vive en un período de , en que las creencias sin fundamento y opiniones subjetivas tienen más valor y prioridad que los hechos verificables.

Es decir, hemos llegado al punto en el que una opinión o creencia, vale mucho mas que un hecho fáctico, y que -ya sea en el campo de la ciencia o la política- el triunfo de las emociones sobre los hechos es omnipresente en redes sociales, artículos, libros y otras fuentes de información.

“En los últimos 40 años el público da más valor a sus creencias personales que a los hechos reales”.


Investigadores de Holanda y EE.UU. analizaron y compararon la frecuencia en el uso de las 5.000 palabras más usadas en inglés y español en tres bases de datos: miles de libros y artículos publicados entre 1850 y 2019, artículos publicados en “The New York Times” en ese mismo intervalo de tiempo y búsquedas en Google, desde que ese servicio estuvo disponible a fines de la década del noventa.

Los autores buscaron en esas tres fuentes palabras claves que, por un lado, sugieren racionalidad o hechos fácticos, y por otro, creencia, intuición o subjetividad.

Ejemplos de palabras que sugieren racionalidad o hechos fácticos son ciencia, tecnología, científico, química, productos, física, medicina, modelo, método, dato, datos, hipótesis, estadísticas, cálculo, análisis, conclusión, límite, resultado, determinar, transmisión, sistema, tamaño, unidad, presión, área, densidad y porcentaje.

Por su lado, ejemplos de palabras que sugieren creencia, intuición o subjetividad son espíritu, imaginar, sabiduría, mente, sospecha, creer, pensar, fe, verdad, duda, esperanza, miedo, vida, alma, cielo, santo, dios, misterio, sentido, sensación, sentir, suave, duro, frío, caliente, gusto, dulce, oír, silencio, fuerte, ver, mirar, oscuro y brillante.

“Las noticias falsas no solamente generan distorsión de la verdad, sino enfermedad y muerte”.


Los autores hallaron que, hasta los años 80, los documentos examinados mostraron un mayor uso de palabras relacionadas a la racionalidad o hechos fácticos, mientras que las palabras sugerentes de creencia y subjetividad fueron mucho más frecuentes después de ese tiempo.

En otras palabras, durante los últimos cuarenta años el público da más valor a sus creencias personales y a su intuición que a la racionalidad y los hechos reales. Es decir, el debate público parece estar cada vez más impulsado por lo que la gente quiere que sea verdad, que lo que realmente lo es.

Los autores aventuran tres posibles causas para ese profundo cambio: primero, el advenimiento de Internet desde fines de la década del 80 y su creciente papel como fuente principal de noticias e información. Eso ha permitido que aparezca y se propaguen como reguero de pólvora informaciones erróneas subjetivas basadas en creencias. Segundo, la aparición de las redes sociales, como Facebook y Twitter, que después del 2007 reemplazaron a medios tradicionales basados en hechos (periódicos y revistas). Tercero, la crisis financiera del 2007, que al afectar desproporcionadamente a miles de millones de personas de escasos recursos, hizo que estas buscaran explicaciones de la traumática situación en las redes sociales, las cuales les ofrecieron bizarras –pero fácilmente creíbles– teorías de conspiración, afirmando que la crisis era consecuencia de agendas políticas ocultas y “élites en la sombra” que buscaban prosperar en tiempos de crisis y ansiedad social.

Cómo reconocer las noticias falsas

La Organización Mundial de la Salud (OMS), dio a conocer la semana pasada .

1. Evaluar la fuente. ¿Quién manda y de dónde procede la información que envían? No hay que confiar en nadie, y debe desconfiarse de mensajes escritos en mayúsculas o con signos de exclamación.

2. Ir más allá de los titulares, sobre todo si son sensacionalistas. No leer solo el titular de un artículo, léalo completo para formarse una idea.

3. Identificar al autor. Busque en la web el nombre para determinar si es real o creíble.

4. Verificar la fecha de la información. ¿Es un artículo reciente y pertinente a los hechos del presente o es un refrito? ¿Se ha usado un titular, imagen o estadística fuera de contexto?

5. Examinar datos probatorios. Los artículos fiables fundamentan sus afirmaciones con hechos, por ejemplo, citas de expertos o enlaces con estadísticas o estudios. Compruebe que los expertos sean fiables y que los enlaces respalden las afirmaciones.

6. Examinar sus propios sesgos o tendencias. Todos tenemos sesgos para interpretar lo que ocurre en nuestro entorno y debemos evaluar nuestras tendencias. Pregúntese: ¿cuáles son los motivos que me atrajeron hacia un titular o artículo en particular? ¿El artículo cuestiona mis supuestos o reafirma lo que yo quería saber? ¿Cuál es mi interpretación al respecto? ¿Por qué reacciono negativamente si el artículo no piensa como yo?

7. Consultar organizaciones dedicadas a comprobar hechos, como y fuentes de noticias mundiales dedicadas a desenmascarar la información incorrecta, entre ellas, , y .

Las no solamente generan distorsión de la verdad y fanatismo, sino –en el caso de las vacunas, por ejemplo– enfermedad y muerte.

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