Tres divertidos androides hacen turismo en una tierra postapocalíptica donde los humanos nos hemos extinguido. Dos científicos estudian una raza insectoide, aparentemente sin mente. El canto de una sirena no funciona con un marinero sordo. Algunos de los relatos de la serie “Love, Death and Robots” resultan ligeras visiones futuristas, otras son exploraciones filosóficas propias del género de la ciencia ficción, que desdibujan los límites entre la realidad y la imaginación.
Creada en 2019 por Tim Miller, director de “Deadpool”, y con la producción ejecutiva de David Fincher (“Mank”), esta serie animada para adultos cobijada por Netflix mezcla el erotismo, la fantasía y la ciencia ficción, apostando por la ópera espacial, la ficción criminal, la fantasía heroica, las historias de guerra o la parodia, sumando a la fórmula una violencia visceral capaz de asustar a las almas más sensibles.
Su tercera temporada, anunciada para el viernes 20 de mayo, suma nueve relatos independientes, dirigidos por el mismo Fincher, Tim Miller o el español Alberto Mielgo, ganador del Oscar en 2021 por su notable cortometraje animado “El limpiaparabrisas”, y responsable de “The Witness” uno de los episodios más populares de esta serie.
Técnicamente, la animación resulta sorprendente por su originalidad, aunque el contenido de buena parte de sus historias son deudoras de una visión del futuro, paradójicamente, detenida en “Metal Hurlant”, célebre cómic francés creada en 1974 por Philippe Druillet, Moebius, Jean-Pierre Dionnet y Bernard Farkas, y cuya influencia derivó en el filme de culto “Heavy Metal”, dirigido por Gerald Potterton en 1981, hitos de una la revolución contracultural en los albores de la Era Reagan y que más tarde dieron forma a nuestra presente idea del futuro, sea en filmes como “El quinto elemento” de Luc Besson, las animaciones de “Animatrix”, que profundizaron en la trilogía “Matrix” de las hermanas Wachowski, o el actual éxito del multimillonario Elon Musk, en su negocio de colocar en órbita a turistas espaciales durante el breve vuelo del cohete lanzado por su empresa SpaceX.
Es quizás por estos referentes tan clásicos que las dos primeras temporadas de la serie animada no pudieron evadir una crítica que hoy considera machista o incluso misógina a la animación erótica de ciencia ficción que marcó a toda una generación de ‘geeks’ seducidos por chicas robots de grandes pechos, de brillante piel metálica gracias al arte del aerógrafo.
Sin embargo, si nos olvidamos por esta vez de la corrección política y abrazamos un futuro postapocalíptico de estética ciberpunk, descubriremos que la audacia de esta serie animada provee de refrescante aire fresco al asfixiante puritanismo contemporáneo. En tiempos inciertos como los que vivimos, la ciencia ficción nos ofrece siempre nuevas reflexiones creativas y significativas para entender nuestros comportamientos actuales, aunque sus fábulas estén pobladas de provocadores y deseables androides, de alienígenas lujuriosos o de robots convertidos en testigos burlones de nuestra autodestrucción.
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