Reflexiones y realidades
Después de leer la información proporcionada por el Jurado Nacional de Elecciones sobre la presencia de 20 partidos inscritos y otros por inscribirse, es evidente que la tendencia hacia el multipartidismo en el Perú continúa, una realidad que se inició a partir de los años 80.
Salvo excepciones, porque algunos partidos sí hacen elecciones internas, la mayoría siguen aferrados al nefasto caudillismo, que es una de las causas de la llamada “crisis de los partidos políticos”. No se conoce un solo caso en que los candidatos a la presidencia de la República compitan en elecciones internas. Esto desanima a muchos militantes, sobre todo a los jóvenes, lo que afecta seriamente la renovación de líderes.
Por otro lado, los partidos políticos históricos, con cierto recorrido en el país, no han sabido captar a nuevos militantes. La proliferación de partidos podría ser una respuesta a dicho hecho, en la medida en que los ciudadanos no se sienten representados en ellos y, en consecuencia, fundan nuevos por medio de los cuales puedan expresar sus ideas a la ciudadanía. El caudillismo, la falta de interés en los partidos de larga trayectoria en el Perú por captar nuevos militantes y también la falta de identificación de la ciudadanía con estos partidos son tres causas que contribuyen a la atomización de los partidos políticos en el Perú.
Pero hay otras. Una muy seria. La identificación de “los políticos” con la corrupción. Basta que se produzcan algunos casos de corrupción, que en los últimos años han aumentado, hecho indiscutible, para que el ciudadano promedio y distanciado del quehacer político generalice asociando la corrupción con la política. Este fenómeno no es único en el Perú, se da en otras sociedades. En consecuencia, muchos se alejan de la militancia política para no estar “contaminados” con esta descomposición moral. Mientras esto persista será muy difícil que las personas se animen a participar en política. Es una percepción que tiene fundamentos reales y contribuye al distanciamiento.
Otro factor es la asociación de la política con la ineficacia, basada en el hecho de que muchas autoridades no realizan una buena gestión en la administración de las instituciones públicas, no solo en Lima sino en las diversas regiones, salvo raras excepciones.
La asociación corrupción-ineficacia afecta la buena imagen de la política. Quizás un movimiento político con un discurso ético y compuesto por ciudadanos con capacidad profesional pueda ser una respuesta, pero ello es solo un deseo, la realidad obedece a factores objetivos.
Desde luego, el mejor gobierno es aquel que es ético y eficiente, pero esto tampoco es una percepción ciudadana, pues como se sabe muchas personas están dispuestas a votar por candidatos que proponen obras y dejan de lado los valores. Estos no están en su discurso político, por eso muchos prefieren elegir a eficientes aunque sean corruptos, indicador preocupante porque significa que un alto porcentaje de la población no está interesada en la recuperación de los valores en la política, que además implica una contradicción: se rechaza la política debido a la corrupción, pero finalmente se vota por candidatos involucrados en hechos de corrupción. Una razón de esta situación se debe a las necesidades que tienen amplios sectores de la población, las que requieren ser resueltas.
El Perú merece un sistema de partidos sólidos. No es un tema cuantitativo, sino cualitativo, pero para que esto suceda muchas cosas deberán cambiar porque se han convertido en males estructurales, a saber: el caudillismo, la falta de democracia interna, poca transparencia en las relaciones políticas y en el manejo de los recursos económicos de los partidos, la desarticulación entre los partidos y los diversos sectores de la sociedad, la percepción de los ciudadanos de que los partidos no reflejan sus intereses, la asociación de la política con la corrupción, que afecta la política como praxis social y el discurso antipartido que a veces aflora, un sistema electoral que aleja a los elegidos de los electores y poca participación ciudadana directa en los asuntos políticos. Mientras tanto, nada cambia.