“HABLAMOS, CU
Ayer estuve con dos amigas conversando sobre nuestros últimos días. Cada una había pasado por situaciones diferentes, pero llegamos a una misma conclusión. Una contaba que un chico le dijo, después de dos salidas, que la iba a llamar para una tercera –incluso mi amiga había dudado en aceptar por considerar al chico muy distinto a ella–, pero no la llamó ni para decirle que no podía salir. La otra contaba que hasta el viernes pasado había estado saliendo con un chico en plan no-compromisos, pero que al dar ella un poco más, es decir, llamarlo (igual que la llamaba él) y decirle que le gustaba (del mismo modo que él lo hacía), había terminado escuchando una divagación de horas sobre las razones por las cuales necesitaba ser libre sin dar ninguna explicación concreta en realidad. Y, bueno, yo tengo que decir que la historia de Renato no terminó ahí, sino que después de un largo mail y una larga conversación telefónica, me dijo –en abstracto, claro– que quería verme, pero en unos términos que no entendí en ese momento.Qué bueno que están los amigos para ayudar a quitar vendas y descifrar mensajes clave. No entiendo por qué tenemos que casi aprender a leer en braille para entender a algunas personas. ¿No sería más fácil decir las cosas tal cuales son? En vez de decir: estoy pasando por un momento complicado, quiero estar solo, no eres tú sino yo, creo que estamos yendo demasiado rápido, eres demasiado buena para mí, no quiero estar con nadie, mi vida es un caos, yo estoy en otra ahora, no te enamores de mí, eres una chica linda pero… (aquí puede ir cualquiera de las anteriores), no te merezco, no quiero que sufras y el popular estoy confundido, no pueden decir un simple y directo: no me gustas lo suficiente, no quiero volver a salir contigo, no quiero estar contigo, quiero salir contigo pero también con otras, solo te quiero para tener sexo, salgo con otra, entre otras verdades. Una vez un chico me dijo que yo le gustaba, pero no bastante. En ese momento me dolió un poquito, pero dejó el panorama claro entre los dos, y además me hizo reflexionar. A mí él tampoco me gustaba lo suficiente para una relación más profunda que la que ya teníamos en ese momento, ni más ni menos. Fue una suerte reaccionar así y no de otra manera, porque hoy, por ejemplo, nos encontramos en una galería y nos hablamos con un cariño que se va acercando de a pocos a la amistad.
Sí creo que hay ciertos puntos en la vida, coyunturas particulares o situaciones verídicas, que hacen imposible una relación a pesar de que uno la desee. Como me pasó con mi novio francés, con el que la relación no pudo durar más que unos meses por una razón de distancia geográfica, y que él tuvo el coraje de terminar y decirme que no podíamos continuar una relación así como la que queríamos a 1000 kilómetros de distancia. Tenía razón pero yo, en ese momento, no me hubiera atrevido a poner punto final. Estaba casi enamorada y, por ello, dispuesta a cerrar los ojos a la realidad. Pienso que lo nuestro se hubiera terminado de todas formas al diluirse por sí solo, con el tiempo.
Yo creo que es un ahorro de tiempo, energía, ropa nueva, helado de chocolate, largas tandas de música depre, hamburguesas, neuronas, cafés, vino y cigarros, decir y que nos digan la verdad, y no es una cuestión de género: creo que todos lo hemos vivido. Esas respuestas imprecisas, seudoexplicaciones, frases sin terminar y discursos vagos que siempre terminan con un “hablamos, cuídate” (que en castizo significa: no vamos a hablar y no me importa si te cuidas o no) sirven para no enfrentar algo que uno ya sabe: no quiero ser tu novio. De este modo, pasar la o las páginas se convierte en un largo viaje en buque.
Lo único que hay que agradecer a la cobardía verbal es que, por lo menos a nosotras tres, nos dio una excusa más para salir y terminar riéndonos, aunque sigamos igual de confundidas a la mañana siguiente.
Así que, hasta mañana. Hablamos, cuídense (esta vez lo digo de verdad).