A la conquista de lo inconquistable
EL NUEVO RECETARIO DEL AMOR HA LLEGADO (y no está a la venta).
Dicen que los hombres son cazadores por naturaleza, que no funcionan de otra manera; que te apuntan a través de su mira como si fueras Bambi, te dan vueltas como pavos reales (a veces más pavos que reales, pero bueno, es cuestión de gustos) y después ¡zas! le arranchan la flecha a Cupido, te la clavan donde pueden y te convencen de que son la última chupada del glacial de mango, el secreto de la pirámide, el código Da Vinci, el príncipe multicolor, la última Coca Cola del desierto de Sechura, the one and only, la bendita especie en extinción, en resumen, el chico que esperaste desde que jugabas a las barbies con tus amiguitas del colegio. ¿Tonterías? No. Yo crecí viendo Candy, Candy (no existía Shrek, maldita sea) como muchas más que, de pronto ciegas ante el todopoderoso emperador de la testosterona, caemos redonditas en su juego.
¿De quién estamos hablando? Del hombre inconquistable. Sin embargo, como siempre, hay buenas noticias en el horizonte. Ese pata es un mito, una finta, una leyenda urbana, un personaje que ellos mismos crearon para creerse la nueva versión del galancito de telenovela y, más importante que eso, para hacer que las mujeres también lo crean; éstas pueden ser varias o solo una: tú, solita, frente al guapísimo monstruo del Lago Ness (ya sabemos que su creador admitió antes de morir que era un montaje, al igual que estos chicos).
La realidad a veces parece un cuento de hadas y contra ese prototipo de seductor de supermercado por el que se nos cae la baba hay un antídoto, al parecer, muy efectivo. Yo me enteré la semana pasada de su existencia y puede ser resumido en una frase que me dijo una amiga:
- Primero, aplastas la palta y después lo tratas como a una basura. ¿Me dio curiosidad? Claro que sí y de inmediato quise saber más de ésta receta mágica.Yo imaginaba que en esto de las relaciones de a dos, cada quién tiene sus propias estrategias de seducción. Pero una cosa es conseguir la atención de quien te gusta (fácil), conseguir un par de besos (fácil, también) o una noche de pasión (más fácil, todavía) y otra muy diferente es hacer que eso que tienen pase al siguiente nivel y que la persona en cuestión se quede contigo, salga contigo, se convierta en un tiempo en… ¡bingo! adivinaron: un novio. Palabras mayores para algunos.
El panorama se hace más difícil porque de quien estamos hablando no es un chico común y corriente. Se trata de un hombre que pertenece al club de los inalcanzables, los intocables, los Sonny Coleone, Caracortada, Carlitos Way y caraduras de la película, los que no se quieren comprometer ni ir al cine, los que quieren estar contigo sin “estar” contigo, los que te proponen una relación light (como si el amor fuera una ensalada), una relación “abierta” (es decir, tú, yo y cualquiera que me de bola), pero nada de lazos, ataduras, horarios, complicaciones, nada con ningún attachment más que el link de una canción que te mandan por chat para que sonrías como una tarada y pienses con suspiro incluido: “en verdad le gusto”. Y lo más complicado viene aquí: si ambos se gustan, uno se pregunta mientras come su tercer helado de chocolate o toma su tercer whisky: ¿cómo hago para echarle el lazo a Mr. Rompecabezas y convertirme en la Sra. de Rompecabezas?
Debe ser que el instinto de supervivencia –nuestros files repletos de experiencias fallidas, todas las veces que lloramos a solas, los kilos que subimos y bajamos como ruletas rusas cada vez que nos obligan a desenamorarnos– es lo que ha hecho que algunas mujeres se las hayan ingeniado para inventarse formas de cazar a estos especímenes a los que rondamos como maripositas en el campo. Entre ellas ampayé a esta nueva amiga que me invitó a almorzar la semana pasada, y de paso me abrió los ojos cuando me dio su receta. Atención, por favor. Todas las mujeres que creen que se trata de una especie de versión virtual de “Como agua para chocolate” pueden dejar de leer en este momento, porque en este caso nadie conquista a nadie con un ají de gallina hecho con pétalos de rosa ni espera, como en la novela de Laura Esquivel, que se muera media familia y que encima pasen como cincuenta años para quedarse al fin con el amado tesorito. Se requiere cierta crueldad, una buena dosis de ferocidad, sangre fría y un pizca de hipocresía bien barata.
Mi amiga Jackie y yo íbamos por el segundo chilcano de pisco, conversando sentadas en el piso de la cocina, mientras la tercera del grupo se había convertido en una especie de máquina procesadora de alimentos Moulinex que picaba, con gran habilidad, cebolla, perejil, trozaba tomates, ajos y por último, comenzó a aplastar varias paltas hasta dejarlas hechas puré. Órdenes del chef, mejor dicho, de su hombre inalcanzable. En ese momento, le pregunté:
-Oye, ¿tú haces eso? Señalando el tenedor con el que machacaba las paltas.
La mirábamos como si le hubieran hecho una lobotomía antes de entrar por la puerta de la cocina. A ella, que va por la vida con mucha onda y que es además inteligente, guapa, independiente, solo le faltaba reemplazar el bikini por un mandilito de corazones para ser una de las mujeres de las que más de una vez hemos renegado y negado querer ser, ancladas a las órdenes de un marido (bueno, futuro marido en este caso). De ser una de las relegadas al mundo de las solteras por decisión, ahí estaba tenedor en mano, sudando con cada palta.
-No-dijo. Esta es la primera parte nomás. Después viene lo bueno (o lo malo, para él, supuse).
Entonces comprendí, después de una breve explicación de su parte, que estaba harta de haber jugado por mucho tiempo al revés. Y sorpresas te da la vida, yo me di cuenta que también jugaba a la inversa. Porque primero pongo todas las reservas del mundo, subo las altas murallas de mi castillo, y cuando tengo la confianza suficiente en él o en lo que está pasando entre los dos, recién me pongo a aplastar mis paltas y me coloco en bandeja. Quizás esa ha sido siempre la falla del plan (no planeado, claro), porque es ahí justamente cuando los hombres te ponen en la palma de su mano, o tú sola te subes de lo más contenta, y el rompecabezas comienza, literalmente, a romperte la cabeza.
La receta de mi amiga consiste en que llegado cierto punto de dar lo que tienes al otro, le empiezas a dar golpecitos, primero imperceptibles, y luego agarras un mazo y le das con furia a la piñata en forma de hombre hasta que quede a tus pies. Claro, sin destrozarla, hay que recordar que ahí adentro hay caramelitos y sorpresas que estás esperando saborear y disfrutar. Eso significa no seguirles la cuerda siempre, tomarte tu tiempo, resguardar tu espacio, hacerles el pare de vez en cuando, decirles que las cosas van “demasiado rápido”, hacerles saber y notar que no son tan importantes como se creen y que jamás fueron el dios Zeus que pensaban que eran en nuestras vidas. En resumen, hacer todo lo contrario que decirles que quieres tener trillizos con el porque solo lo volverás a ver en tus fotos. Hay que tratarlos como a una basura pero no para que se alejen, sino para que sientan que te pueden perder en cualquier momento, y si les interesas lo suficiente, se queden. Si ellos juegan, ¿no podemos nosotras también jugar? En el amor no hay reglas, creo; y espero.
¿Habrá que voltear la tortilla y cambiar la espontaneidad, un poco de ingenuidad y mucho de cómo hemos sido moldeadas para seducir y ser elegidas, para convertirnos en una especie de viudas negras escondidas detrás de nuestros bikinis? Quién sabe. Suena arriesgado, suena tentador. Esperaré ver los resultados ajenos, mejor dicho, ver cómo van las paltas ajenas (reales y emocionales), a ver si me mando a experimentarlo yo misma con alguien que me guste lo suficiente para embarcarme en tal chamba con el tenedor en una mano (y un cuchillo escondido en la otra).
Si muchos hombres nos llaman brujas sin merecerlo, habrá que darles la razón. Además, a veces lo somos en la realidad, y ¿qué?
CANCIÓN PARA SER BUENAS MALAS.
¿Parece una escena de amor? Ja. Esperen ver lo que sigue. “La Sirena del Mississippi”, recién estaba aplastando sus paltas antes de tratar como una basura a Jean Paul Belmondo. Bueno, ¿quién no se hubiera enamorado de Catherine Denueve?
Me animé a grabar cinco BUSCONOVIO SOUNDTRACKS más, así que los primeros en comentar, que quieran el cd y que vivan en Lima-Perú, me avisan y los pueden venir a buscar en horario de oficina, desde el miércoles al Centro Cultural de la PUCP (Av. Camino Real 1075, San Isidro). Pregunten por mí en recepción.