Cómo odio los desfiles
ANTIHOMENAJE A LOS DESFILES DE FIESTAS PATRIAS
Mientras el profesor Marcos Farfán hacía bailotear su palo de madera tal cual lo hacía Charles Chaplin con su bastón de utilería, no dejaba de preguntarme si ese honesto varón iba a ser capaz de golpearme. Él me miraba con el placer de hallarme descubierto, saboreaba su victoria como si fuera ese tamal chinchano que traía todos los días para adelantar el almuerzo. Me odiaba. El macizo y embetunado Farfán siempre supo que había sido yo. A mí solo me quedaba mirarlo a los ojos, entregado totalmente a sus dominios. Era 1994 y Diego Armando Maradona salía en conferencia de prensa para decir “que le habían cortado las piernas”. Cómo hubiera querido que el ‘Pelusa’ sepa que, esa misma tarde, en un pequeño colegio de Lima, a su fanático número uno alguien le hizo lo mismo. No recibí ningún palazo pero estuve en posición de ranas hasta caerme por adormecimiento. Fue un abuso a mis extremidades inferiores, una amputación sin anestia. Así era siempre, cualquier profesor de Educación Física aprovechaba la preparación de los alumnos para los desfiles de Fiestas Patrias para cobrar todas las deudas a los más faltosos. Marcos Farfán no debió ser profesor de Educación Física. Siempre lo imaginé en el mediocampo de Alianza Lima superando las corridas de Jayo Legario, dejando en el olvido al ‘Patrón’ Velásquez. Pero él eligió entrenar a los demás y buscar la perfección en cuerpos exageradamente contrahechos (los nuestros).
Solo llevé Instrucción Pre Militar hasta tercero de secundaria. En 1995 tuve un accidente que me dejó en muletas durante 3 meses y en 1996 aproveché que ya escribía en la página escolar de este diario para inscribirme en todas las actividades que coincidían con la hora de IPM. Alguien podría decir que me dediqué a escribir para evitar el autoritarismo, lo rígido, lo abusivo, lo bruto y lo inútil. Puede ser cierto. Mis textos de aquellos domingos de 1996 se publicaban junto con el nombre del colegio, por eso me firmaron todos los permisos posibles. Estaba salvado.
Cada vez que camino por un parque y me encuentro con grupos de escolares formando filas y practicando la marcha militar siento una repentina compasión. Pobres chicos, el paso del tiempo para ellos es una hoguera insalvable. Están sumergidos bajo el fango de lo inútil. ¿Por qué los escolares tienen que pasar por eso? Este año la gripe porcina salvó a la muchachada y las Fiestas Patrias se encontrarán con las pistas vacías. Los desfiles fueron suspendidos y ojalá no vuelvan más. No more, man.
Lo único emocionante de esas extensas clases (donde sacaba 20 aquel que aprendía a marchar haciendo ángulo de 90 grados con las piernas), era el encuentro de salones rivales, de verdaderos enemigos íntimos entregados al golpe. Era divertido el reto, la auténtica chacota de la calle. Allí te vacilabas, pero también cobrabas y muy duro (muchas veces sin hacer nada). Ese improvisado coliseo romano de la esquina se derrumba solo cuando llegaba el profesor o el militar que contrataba el colegio. Si no eran las humillantes ranas, era el letal trompito o las castigadoras planchas. Y ni se te ocurra reírte, tú también abajo. ¿Quién más se está riendo? ¿Quién?
“Columna, cubrir. Para ranas un, dos… ¡¡¡tres cuatro carajo!!!. Comencemos con unas 100 polichinelas. ¿Dijeron que no? ¿Dijiste que no, Canelito? Repítelo para todos”. Después que el ‘profe’ Marcos Farfán me descubrió diciéndole “habla, Tyson” no pude hacer una sola broma más. Hasta que se fue a un colegio más grande, donde sí tenían un equipo de fútbol decente, donde sí podía encontrar al ‘Patrulla’ Barbadillo o al ‘Tanque’ La Rosa que él debió ser.
Cualquier desfile arrastraba una cadena de afrentas al orgullo humano. Si eras descoordinado te podía caer palo, ranas o burla interminable. Lo mismo ocurría con los más retacos o con los kilométricos. Solo un colegio de secundaria, en plena clase de IPM, puede reunir tantas degradaciones al amor propio. Cuando se fue ‘Tyson’ llegó Marcial Ibarra, el tigre del oriente, un árbitro de Primera División que hizo de su timbre de voz una historia, un registro del pasado para todos los alumnos de la promoción Yachayhuasi 1996.
Ibarra era el hombre del IPM cuando yo decidí renunciar y mis compañeros dicen que me perdí de las mejores horas de vicio de casi toda la secundaria. Yo solo me unía en las clases de Educación Física, el ‘profe’ Marcial era víctima de su escandaloso acento, era una víctima de sus gallos en cada pedido orden. Pobre, fuimos muy duros con él. Hace un año me lo encontré en la Videna cuando cubría los entrenamientos de la selección peruana y estaba clarísimo que Ibarra no me había perdonado. “Al final no creciste más, Canelo”, me dijo mientras se acomodaba su escudo FIFA. Esa vez me reí con él. Habían pasado casi 15 años y yo aún le debía el vuelto a mi querido corresponsal de Pucallpa.
Si fuera Ministro de Educación anularía para siempre los desfiles escolares, prohibiría la instrucción premilitar y consideraría delito el abuso escolar con ranas y trompito. No sé si hoy sea igual, pero recuerdo que algunos instructores cometían el cruel desatino de delegarle grupos a los brigadieres generales, esos buenos chicos con el cordón rojiblanco colgado del hombro derecho. Allí sí comenzaban los problemas. Esos adolescentes sabían muchas cosas menos manejar grupos y para colmo, les daban el bendito palo de madera. Auch, cómo dolió esa vez. Sí tú, paloma. Mándame un comentario para tomarnos un café, hermanito. No sabes cuánto deseo que nos veamos cualquier tarde y recordar el día que te rayaste conmigo a mano armada. He entrenado por años, fierita. Con esto seguro ya me ubicaste. Déjate encontrar y si no, manda una señal. Yo aquí no me quito los guantes. Yo aquí te sigo esperando.
¿Cuál es tu recuerdo más feliz u oscuro de los desfiles de Fiestas Patrias? ¿Crees que valen la pena en la formación de nuestros escolares? ¿Tú también sufriste en las clases de IPM? ¿Cuántas ranas hiciste como máximo?
La palabra es de ustedes
EL NOSTÁLGICO DE LA SEMANA
[Este grupo se llama “Altamira Banda Show”. No entiendo casi nada de una parte de la canción pero cómo se bailó. La canción se llama “Banana” y para quienes no se acuerden es la del famoso “tengo una bolita que sube y que baja”. Año 1990. Que empiece la fiesta]
LO MÁS CURSI
[Para esta semana tenemos un auténtico hallazgo. Año 1995, la canción se llama “Gatos callejeros” y al autor se llama Nicola Pedreros, un intérprete peruano que hoy está desaparecido. Si alguien lo conoce pásele la voz. Recuerdo un concierto en el AELU, 31 de octubre de 1995. Nicola aquella vez fue telonero de Gianmarco. Tengo clarito todo lo que pasó esa inolvidable noche. Espero que ustedes también se acuerden de este tema. No creo ser el único]
NUEVA SECCIÓN: DOS DE LA MISMA
[Nostalgia y presente, una canción y dos versiones. De ayer y de hoy. Comenzamos esta nueva serie (la próxima semana volvemos con el Tres funciones tres y con el Baila Conmigo), con Amnesia de José José, la cual tiene una inmejorable versión producida por los muchachos de Control Machete hace unos años. Tremenda letra, tan honesta y real. Precisa. Escuchen y opinen]
Amnesia de José José
Amnesia de Control Machete