El doom metal: el origen, la soledad y el final
El heavy metal no comenzó thrash, ni death, ni siquiera black, mucho menos power y por supuesto que tampoco glam. Si atendemos al hecho, reconocido hoy por casi todos, de que la primera banda de verdadero metal fue Black Sabbath y escuchamos esos primeros discos, pues no cabe la menor duda de que el metal comenzó doom.
No con el doom propiamente dicho, pues la conciencia de ese subgénero surgiría muchos años después, sino con un sonido doom. En sí misma esa es una palabra inmensamente interesante y que además tiene resonancias misteriosas. Como sustantivo significa destino terrible o muerte inevitable; como verbo, lo que provoca la ruina, lo que condena. Además, ‘Doomsday’ es el día del juicio. Esos significados describen el final del espíritu ‘flower power’ de los 60, el cual terminó con los suicidios de sus exponentes más conspicuos; llámense Janis Joplin, Jimmy Hendrix y el dionisiaco Jim Morrison. Los crímenes de “La Familia”, la secta de Charles Manson, le dieron el tiro de gracia.
Los hippies demostraron no poseer un mejor proyecto de vida que el que atacaban, el rock se tornó de luminoso a oscuro y los profetas del desencanto y la perdición comenzaron a construir un sonido nuevo, allí surgimos nosotros. Ese es el carácter distintivo del metal con respeto de su gran progenitor, el rock.
La segunda banda de metal, de acuerdo a mis investigaciones, parece haber sido otro grupo de doom, ubicado al otro lado del Atlántico y por muchos años aislado y casi sin posibilidades de grabar algún disco. Me refiero a Pentagram (1972), un combo que practicó un sonido que hoy relacionaríamos con el stoner rock, pero que en su época hubo que calificar de metal, la imaginería les ayudaba pues recurrían a la estética que el black popularizaría una década después.
Hay que recordar que el rock de finales de los 60 y de comienzos de los 70 ya utilizaba imágenes satánicas en sus portadas como parte de su juego estético con lo oculto. Pentagram grabó un single y muchos demos en la década del 70, pero su primer disco recién aparece en 1985, el “Pentagram (Relentless)”, aunque los temas daten de mucho antes.
A mediados de la década del 70, el trabajo de AC/DC y Judas Priest empezó a decantar al metal hacia un lado más enérgico y veloz, con lo que el sonido doom pasó de dominante a periférico.
Las principales bandas de la NWOBHM no cultivaron mucho el doom, salvo quizás Witchfynde y Witchfinder General, quizás también Angel Witch, pero los gigantes del género, es decir Iron Maiden, Saxon y Def Leppard, ciertamente no y eso terminó de marcar el destino del subgénero dentro del nivel subterráneo, lo cual se mantiene hasta el día de hoy.
Metallica, al popularizar más el sonido de la NWOBHM, termina por consolidar el metal en sus actuales cauces. Así el doom quedó como un estilo practicado por unas pocas, pero buenas, bandas como Saint Vitus, por ejemplo. Quizás eso no estuvo tan mal, pues lo mantuvo preservado de las incomodidades y riesgos del éxito masivo.
A mediados de la década del 80, en medio de la mayor explosión de creatividad del metal de entonces, hubo cierto espacio para este sonido, sin embargo hay que tomar en cuenta que la gente, los headbangers ya existentes, prestaban más atención a la velocidad y agresividad violenta, lo que determinó la popularidad del thrash metal y luego del death. En medio de todo ello una banda que sería el baluarte del doom por años surgió en Suecia, Candlemass. Su primer disco, el “Epicus Doomicus Metalicus” de 1985 tuvo un enorme impacto en la supervivencia del sonido oscuro por años, además de contribuir en la aún por nacer escena de death metal sueca y por consiguiente en el black escandinavo, junto con Bathory.
Hubo otras expresiones de calidad por aquellos años, como los cristianos de Trouble , en Estados Unidos. Otra banda que en mi opinión llevó al metal a nuevas fronteras fue Solitude Aeturnus. Es en estas bandas en las que el concepto de soledad adquiere una importancia especial y se convierte en un concepto prominente para el metal. Si antes todo se construía entorno del poder, ahora otra idea entra en escena. La confluencia fue muy interesante para la música metal.
Los 90 vieron aparecer una nueva tendencia del doom. Al final de los 80 el heavy metal tradicional de inspiración Maiden-Priest se había convertido en la vertiente clásica y era ahora el death metal el que cobraba relevancia como género juvenil e innovador. La voz gutural del death se colaba por todos los subgéneros y pronto death y doom terminaron encontrándose. El lugar del encuentro fue Inglaterra y de allí nacieron Paradise Lost, Anathema y My Dying Bride. Estas bandas alcanzaron bastante notoriedad con discos como “Gothic” e “Icon”, “Serenades” y “As the Flower Withers”, respectivamente. Además, digamos que estuvieron en la segunda fila de popularidad del metal de los primeros 90.
La fusión con elementos acústicos, voces en francés y sonidos góticos tuvo mucha acogida y fue a su vez el catalizador de nuevas tendencias noventeras. El metal se desprendió un poco de la imagen de música “bruta” que tenía en los medios y se acercó al art rock, en la opinión de críticos especializados en cualquier cosa menos en metal.
Mientras tanto, la cantidad de bandas de doom metal de la tendencia death aumentó exponencialmente Prophecy of Doom, Viogression, Paramecium y muchas más. Su influencia permitió el despegue del metal gótico, del stoner metal, el post metal, del sludge y de las tendencias sinfónicas al estilo de Therion.
En una futura oportunidad abarcaré el amplio abanico actual en el que se ha desplegado el doom metal y algo sobre el doom peruano, género cultivado desde siempre entre nosotros bajo el epíteto de rock pesado. Les recuerdo que para un conocedor de doom esta nota es de por sí muy escueta y pobre (está llena de notables omisiones), pues ya son expertos en este género, pero mi intención es difundir entre los legos que desean saber más y ser mejores headbangers.
Popular polo del Serenades de Anathema, uno de los más usados de comienzos de los 90.