Rob Halford, uno de los más grandes del metal, llegó a la sexta década
Simplemente no hay manera de aquilatar el poderosísimo legado de Robert Halford para el metal sin quedarse insuficiente en las palabras. El metal no sería lo que llegó a ser sin su forma de interpretarlo. Su estilo de canto, fuertemente inspirado en la aproximación al bel canto operístico; la performance energética en el escenario y la vestimenta de cuero, al estilo de los motoristas de las carreteras, están entre lo más importante del estilo Halford que llegó a incorporarse y volverse consustancial al metal en su forma clásica y sirvió de base para sus futuras evoluciones.
Halford es el padre estilístico de Bruce Dickinson, Geoff Tate, Lizzy Borden, Warrel Dane, Jeff Scot y cuanto cantante de voz limpia haya en el metal, incluso es anterior al Dio de la etapa metálica (recuerden que Dio no cantó metal siempre, tuvo un primer periodo roquero vinculado al rockabily). Llevo esa forma energética vocal nacida con Robert Plant y Freddy Mercury a sus lógicas consecuencias metálicas. Deslumbró con Sad Wings of Destiny, Sin After Sin, Stained Class, Killing Machine y que alcanzó su primera cúspida con Unleashed in the East. De esta época data una de las innovaciones de más larga data en el metal y de poderosas consecuencias identitarias. Hasta antes de él y Judas, no había un look metálico en sí. Era rock y ya, algo de inluencia setentera y mucho pelo largo, pero no nos habíamos apropiado de una imagen en consonacia con el poder y energía del metal. Halford tomó prestado algo de la imagen de la comunidad gay más bizarra pero también de los motociclistas y otras culturas urbanas del cuero y les dio una personalidad que cambiaba enteramente el significado de esta. Al poco tiempo se volvió en la imagen típica del headbanger, o al menos su modelo icónico. La NWOBHM, primer movimiento orgánico del metal, se encargó de difundir esta imagen y afianzarla en el imaginario contemporáneo.
El prodigio siguió con British Steel, Point of Entry, Screaming for Vengeance, Defenders of The Faith con los que Rob alcanza por segunda vez la cima de la voz metálica, ya en medio del thrash metal y sus posturas revisionistas. Turbo, Ram It Down pasan como un aliento y llega Painkiller, probablemente el punto culminante del metal tradicional y a mi juicio la obra sin retorno, al lado de Powerslave de Maiden, del heavy metal tradicional. Luego en este estilo, todo sería emular; de ahora en adelante solo seríamos epígonos. La batuta creativa pasó a otros géneneros. Halford fue el inicio y el fin del trayecto de la escuela tradicional.
Los 90 fueron irregulares, su salida de Judas Priest fue cataclísmica para el heavy metal, pero hoy la creo inevitable. ¿Adónde ir después del Painkiller? Ilusionado con el sonido de Pantera (nadie es perfecto, ni siquiera los dioses) decide ponerse de émulo, él un maestro. No puede con su talento y crea una poderosa banda que edita un debut superior a cualquier disco de Pantera, Fight y War of Words. Notable logro que no se reedita con el segundo disco, demasiado apartado de sus bases primigenias. Two es otra aventura de la mano de Trent Reznor. Producto fallido que no pasa de una curiosidad.
1998 es el año en el que Rob Halford admite públicamente su homosexualidad, según Trunk, debe haber sido el secreto peor guardado de la historia del metal. La única megaestrella del metal a la que nunca se la veía con chicas, grouppies ni novia alguna. Como sea, su admisión de homosexualidad no melló, ni tenía por qué hacerlo, la devoción con la que millones de headbangers oyen su música.
Su carrera como Halford nos ha dado también trabajos memorables como el Resurrection, que en 2000 contribuyó decisivamente al resurgimiento del sonido clásico y al revival en el que aún estamos; además de cumplir el sueño de muchos al presentarse la colaboración con Bruce Dickinson en el tema The One You Love to Hate. Crucible experimentó con sonidos contemporáneos pero sin claudicar del metal, al contrario dio una notable envergadura y cierta indepenedencia creativa con respecto de su herencia previa en Judas Priest y Fight. Con su proyecto lo último que nos ha dado es Halford IV, un disco efectivo, casi para fans, con buenos temas, algunos un de un estilo poco atípico en él.
En 2003, Halford retorna a Judas Priest y se edita Angel of Retribution, típico de Judas, alejado de los sonidos de los 90 y continuador de Painkiller, pero menos veloz. El disco fue un buen retorno, pero ninguna sorpresa. Nostradamus, álbum doble y primero conceptual en la historia de Priest, es lo último de Halford hasta ahora en su banda de siempre. Aunque tiene buenos temas, lo considero un proyecto fallido
por razones que no viene al caso mencionar. Lo que permanece, el estilo vocal de Halford, lo que sigue dándole personalidad a la música que siempre ha hecho.
No quiero terminar la nota sin aludir a sus dotes compositivas. Halford no solo ha compuesto temas con letras típicamente metaleras acerca de guerra, poder y furia. También ha sabido crear temas más intimistas que retratan evoluciones del alma. Me parece que en ese punto descuella su canción Silent Screams de su debut solista, o el subtexto tras la letra de Painkiller, del álbum homónimo.
Robert Halford, natural de de Sutton coldfield, Birminham 1951, ha cumplido 60 años, una vida entregada
al metal, una vida que ha formado al metal. Robert Halford: Dios del Metal.
El clásico de Priest
El tema que ejemplifica lo que es el heavy metal
La colaboración más esperada del metal (lamentablemente no encotré un video en que salgan los dos cantándola por completo)
Halford y Sebastian Bach: Deliverig the Gods, pura energía