Los pregoneros de la noticia
Ellos se amoldan a los cambios del tiempo, a las frías madrugadas que calan los huesos o a un caluroso mediodía ecuatorial. Siempre con un atado de periódicos bajo del brazo o sobre el hombro, y la garganta pregonando sin descanso. Estos niños o adolescentes que antes corrían con las noticias en los brazos, ¿por dónde caminan hoy?
A fuerza de perseverancia y laboriosidad el canillita sortea los peligros de la urbe, las señales de tránsito en mal estado y los automóviles de choferes temerarios. Tener “sencillo” para el vuelto y vender todos los diarios que pueda antes de que cambie la luz del semáforo es un récord Guiness por registrar.
No hay sinónimo, ni siquiera palabra equivalente para valorar la actividad de este personaje de antaño y de hoy: movedizo, pregonero y heraldo de la noticia. El diccionario de la Real Academia Española, en su vigésima segunda edición, describe al canillita como “el vendedor callejero de periódicos”.
El doctor Marco Martos, presidente de la Academia Peruana de la Lengua, confirma la definición y nos absuelve algunas inquietudes que se refieren al único canillita, aquel que, como dice el pregón, va por las calles ofreciendo noticias y no está todo el tiempo en un solo lugar.
Hablar del canillita peruano es recordar a un personaje sumido en increíbles experiencias e incontables luchas por ganar sus derechos; pero resaltemos sobre todo el talento de este infatigable trabajador.
Inicia la mañana, o mejor dicho llega junto con el amanecer a la puerta de los talleres para recibir paquetes de diarios y revistas, y salir disparado a ofrecérselos a la gente. Así era antes, como si todo fuera una estampa de Lima antigua.
Hoy, evidentemente, con los quioscos y supermercados, los compradores son los que van por el “producto” y en muchos casos podemos hablar de algunos canillitas sedentarios o dueños de una esquina. En este limbo de desconocidos se encuentran personajes cuya edad no es obstáculo para ofrecer los titulares; venden toneladas de papel impreso en el anonimato y sortean a algún gracioso que quiere solo “sencillar” su abultado billete.
Hombres famosos fueron canillitas, como Abraham Lincoln o Thomas Alva Edison, pero también héroes ocultos que trabajaron a voz en cuello, entre ellos, Esteban Gregorio Quispe Huamalias, sargento primero del Ejército peruano durante la guerra con Chile en 1879.
El señor Quispe recuerda un pasaje de la batalla de Arica: “Yo vi cuando Alfonso Ugarte saltó del morro de Arica con la bandera peruana en la mano. Bolognesi y Andrés Avelino Cáceres fueron mis mejores jefes y los soldados más valientes que ha tenido el Perú”.
El “Abuelito”, como lo conocían sus amigos, recordó este pasaje en La Prensa el 29 de enero de 1962, cuando ostentaba nada menos que 106 años de edad. Quispe fue un valeroso combatiente de la Guerra del Pacifico, y además compartía el oficio de voceador callejero en tiempos de guerra.
Eximios artistas le dedicaron sus obras, entre ellos, el maestro Felipe Pinglo Alva en su inmortal vals “El canillita”. Hay estudiosos que explican su rol en la producción informativa, porque el vendedor de noticias es tan antiguo como el periodista.
Luego de fundada la Federación Nacional de Vendedores de Diarios, Revistas y Loterías, cada 5 de octubre se celebra el “Día del Canillita”. El canillita se organiza, y su actividad consistirá en buscar lectores o compradores en la ciudad, ofreciendo su pregón con ingenio, como aves que cantan al amanecer. Más tarde, el doctor Alejandro Miró Quesada Garland contribuirá con el gremio al fundar “La Casa del Canillita”, la junta de asistencia a vendedores de diarios, revistas y loterías.
Tener “sencillo”, usar gorrita, mantener unos brazos fuertes para soportar todo el peso de la historia recién escrita, gritar “El Co, La Pre, Hora”, en alusión a los diarios de mayor venta de las décadas pasadas, ofrecer los fascículos coleccionables o imprimir el nombre del diario en su ropa, serán sus recursos y herramientas del día.
Pero habría que mencionar que en algún momento de 1962 su labor se “modernizo” al usar megáfonos a pilas para vocear las principales noticias. El cambio sugirió ventajas incontables para los anunciantes, pero atentó contra la campaña de erradicación de ruidos molestos. Hasta hoy la campaña persiste.
El canillita tiene ahora una agresiva lucha contra la Lima actual de innumerables vendedores. Una ciudad ululante, tumultuosa, donde la voz se pierde inútilmente entre el ruido de los autos o los gritos de los cobradores de combis. Es una nueva lucha, la guerra del más rápido y del más gritón.
(Marleny López Lucas)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio