Perú en Argentina ´78: Del júbilo a la debacle
Retornar por los vericuetos de nuestra historia deportiva hasta la participación peruana en el mundial Argentina ‘78 significa abrir la puerta a una mezcla agridulce de recuerdos. Caminemos a través de las notas y fotos de El Comercio para saber más de la irregular campaña de los peruanos en el certamen gaucho.
El Perú estaba bajo un régimen militar y los televisores eran en blanco y negro. Empero, el embrujo chamánico del fútbol se vivía con la misma pasión de hoy.
Poco antes de las tres de la tarde, del 3 de junio de 1978, en las calles de Lima no había un alma. Todos los peruanos aguardaban con ansias el inicio del partido contra los escoceses en la ciudad de Córdoba, Argentina, que se apreciaría vía satélite gracias a un esfuerzo de Entel Perú (Empresa Nacional de Telecomunicaciones).
La hazaña inicial
Enfundados en sus casacas rojas los dirigidos por Marcos Calderón entonaron con fervor el himno nacional ante 38 mil espectadores. Ramón Quiroga, Jaime Duarte, Héctor Chumpitaz, Rodulfo Manzo, Rubén Díaz, José Velásquez, César Cueto, Teófilo Cubillas, Juan José Muñante, Guillermo La Rosa y Juan Carlos Oblitas serían los que iniciarían el cotejo.
A los 14 minutos de juego, el pelucón Joe Jordan, ariete escocés y cazador de goles por antonomasia, advirtió una falla de Quiroga y enfiló un remate inatajable. Ulf Eriksson de Suecia, señaló el centro del campo: Perú perdía 0-1 y parecía que se avecinaba una catástrofe. Los nacionales, sin embargo, asimilaron los nervios del debut y empezaron a tejer jugadas.
José Velásquez, volante alto y de choque, jugador emblemático de Alianza Lima, batalló una pelota en la zona media, se recuperó de un resbalón, e inició una serie de “paredes” con Cueto y Cubillas. Los zagueros escoceses parecían sembrados en el césped, y solo atinaron a ver cómo el vate definía de zurda para emparejar el marcador. El Perú celebraba y se daba un respiro de alivio.
La magia del fútbol había irrumpido en un momento de distensión política, pues existía un clima preelectoral por los comicios para la Asamblea Constituyente, que se realizarían el 18 de junio. El Gobierno militar había decidido extender los primeros puentes para el regreso a la democracia, perdida el 3 de octubre de 1968. En los cines, se exhibían películas como Un puente demasiado lejos, y en la televisión Lo que vale el Saber era el programa estelar en las noches. La música disco dominaba en el dial y en los centros de baile.
Pero el gran baile, ese día, lo terminaría dando el Perú. Cuando comenzaba la segunda etapa la cosa pintó gris para los incaicos: el capitán Héctor Chumpitaz trabó en el área a Rioch y el árbitro sancionó penal. Un escocés dubitativo encaró a Quiroga y disparó sobre el lado derecho del arquero nacional. Éste intuyó y salvó el gol. Perú se motivó y se lanzó de igual a igual contra los europeos. Una prolija combinación culminó en los pies de Cubillas, quien de larga distancia puso el 2 a 1. El alivio inicial se convirtió en festejo.
Perú contaba con hombres experimentados como Chumpitaz, líder callado, pero de carácter pétreo; Cubillas, urdidor de combinaciones impensadas, y Juan José Muñante, puntero derecho veloz y encarador, quien jugaba en Los Pumas de México, bajo el temible apelativo de “la cobra”.
Los escoceses aún no salían de su confusión cuando se les vino la noche. El tercer tanto nació de un conciliábulo previo a un tiro libre. Cubillas y Muñante intercambiaron estrategias mientras los europeos armaban su barrera. La obra maestra que cinceló el “Nene” -un tiro libre heterodoxo en su concepción-, hizo pasar la bola por el lado derecho de la barrera, el lugar inesperado, el resquicio imposible, la utopía, podrían decir los poetas del fútbol. Gol peruano… pirámide humana… celebración. Minutos después, el pitazo final, y el jolgorio en todo el Perú.
“Brillante triunfo ante Escocia celebró jubiloso todo el país”, tituló El Comercio en primera plana el domingo 4 de junio. Su enviado especial, Guillermo Alcántara, informó que hasta el presidente argentino, Rafael Videla, había felicitado al presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol, el peruano Teófilo Salinas.
Alcántara, testigo presencial del triunfo, fue claro y contundente en su despacho: “Luciendo un excelente estado físico, a lo que se sumó su acertada disposición táctica, sin dejar de mencionar la habilidad que desplegaron sus integrantes, Perú alcanzó hoy ante Escocia un brillante triunfo”.
Los envíos detallan frases importantes del entrenador Marcos Calderón en la conferencia de prensa: “… la salvada de penal por parte de Quiroga fue determinante en el triunfo, porque elevó la moral del equipo”.
Los otros choques
La campaña peruana alcanzó niveles históricos: Se empató a cero goles con Holanda, la “Naranja Mecánica”: ¡Triunfal empate con Holanda!, plasmó el decano al informar sobre el encuentro jugado el 7 de junio, en Mendoza, contra los subcampeones mundiales vigentes. “Tuvimos un rival de fuste”, declaró el entrenador Ernst Happel, arquitecto del fútbol total.
Las fotos enviadas por el reportero gráfico de esta casa editora, Carlos Del Rosario, recibidas por el antiguo sistema de Telefoto, grafican las arremetidas de Oblitas y La Rosa durante el match contra los dirigidos por Happel.
En el último partido de la primera ronda, jugado el 11 de junio, se aplastó a los iraníes (4-1). Encaramado en el primer lugar de la tabla, los muchachos de Marcos Calderón habían tocado el cielo, o por lo menos, se habían acercado bastante….
Ante los titanes
Obtener el mejor puntaje del grupo D llevó a la selección peruana directo hacia un callejón oscuro. En la siguiente llave se topó con los brasileños, candidatos eternos, Argentina, local y favorita, y los duros polacos. Esto no amilanó a la afición peruana, que tonificada por una campaña imbatible, soñaba, no con pocas razones, en desbaratar la ilusión de los verdeamarelos en el primer choque de la segunda ronda. Pero Brasil es Brasil.
En los minutos 14 y 27 Dirceu anotó en la valla peruana, y en el minuto 73 Zico dio la estocada final. El 14 de junio, ante 31 mil espectadores, el equipo inca se había dado de narices contra un conjunto de otro nivel futbolístico.
“Perú no ha perdido las esperanzas de llegar a las finales, hay cuatro puntos en disputa y un traspié no puede darnos por vencidos”, dijo Marcos Calderón, según la nota publicada en El Comercio al día siguiente del encuentro. Por esas épocas el partido ganado adjudicaba solamente dos puntos al vencedor.
El 18 de junio, cuando medio Perú luchaba por quitarse la tinta indeleble, tras votar para la Asamblea Constituyente, en tierras argentinas los peruanos abrían fuegos contra la selección polaca. El partido contra los rojos europeos era crucial en las aspiraciones nacionales. La expectativa era tal que el JNE autorizó a los miembros de mesa escuchar y ver el encuentro durante el proceso electoral.
Los centroeuropeos, desde el inicio, jaquearon con su velocidad a los peruanos, fatigados ya por la extensa campaña. A los 65’ un fatídico error del marcador de punta, Navarro, dejó al pelado Lato con el balón en los pies. Éste lanzó un centro al corazón del área y el gigante Szarmach fusiló de cabeza a Ramón Quiroga. Así, eliminados, llegamos al partido con Argentina.
El acabose
Explicar el contexto en el que se jugó este partido es vital, aunque haya pasado más de 30 años. Cuando los peruanos entraron en el hervidero del Gigante de Arroyito, en Rosario, los caprichosos mecanismos de clasificación lo habían convertido en el fiel de la balanza para definir a uno de los finalistas.
Mientras Argentina venció a Polonia 2 a 0, Brasil lo hizo por 3 a 1 (horas antes del match entre peruanos y argentinos); ambos por dos goles de diferencia. Y como entre ellos habían empatado a cero goles, los partidos con Perú debían romper el equilibrio. Brasil nos había goleado 3-0, lo que obligaba a los locales a vencernos por más de 4 tantos. El primero del grupo llegaría a la final, mientras el segundo pelearía el tercer puesto, algo que ambas potencias sudamericanas consideraban irrelevante.
Pero había otros factores que abonaban a favor de un clima enrarecido. En la página deportiva de El Comercio del 19 de junio aparecían titulares como “Brasileños pedirían a FIFA cambiar horario” y “Ramón Quiroga convertido en enemigo de brasileños”. El arquero peruano era argentino de nacimiento, oriundo de Rosario, sede del encuentro contra los anfitriones.
Asimismo, el fixture indicaba que el match entre brasileños y polacos sería jugado en Mendoza, tres horas antes que el encuentro entre peruanos y argentinos en Rosario. “Jugar conociendo el resultado del partido anterior es una ventaja para los argentinos”, declaró el entrenador brasileño Claudio Coutinho, según se puede leer en las páginas del decano.
El encuentro empezó a las 5:45 hora peruana del 21 de junio de 1978. En los palcos de honor se encontraban el presidente argentino Jorge Rafael Videla, el ex Secretario de Estado de los Estados Unidos Henry Kissinger, y el embajador peruano en Argentina, Felipe Valdivieso Belaunde. Los peruanos sorprendieron al aparecer con una camiseta roja, que recordaba la gloriosa jornada ante los búlgaros en el mundial de México, pero que esta vez sufriría una suerte demasiado adversa.
A los 10’ Muñante estrella un balón en el vertical y sobre los 15’ Oblitas dispara y el balón sale rozando el poste izquierdo. Pero dos golondrinas no harían verano. Entonces los peruanos empezamos a sufrir una pesadilla por goteo. Kempes abre el marcador a los 21’ y Tarantini (defensa) coloca el segundo a los 43’.
La extraña formación peruana (Cubillas jugó de centrodelantero), sumada a la inclusión de un inexperto Roberto Rojas (fallecido años después en un accidente automovilístico) como reemplazo de Toribio Díaz, fueron aprovechadas por la avalancha albiceleste. En el segundo tiempo los locales pisaron aún más el acelerador (la gloria estaba a dos goles) y al minuto Kempes puso el 3-0. Luque consiguió el ansiado cuarto gol a los 5’. A los 22’ marcó Houseman y a los 27’ repitió Luque.
“Argentina goleó a la selección 6-0” publicó El Comercio al día siguiente. La delegación peruana llegó a Lima, y ante la pregunta de un periodista, Calderón manifestó: “Creo en la honradez y honestidad de mis jugadores. Lo que pasó es que jugamos contra un adversario que imperiosamente necesitaba ganar y no cesó nunca en sus remates al gol”.
La leyenda de dudas y elucubraciones se ha alimentado durante años, a través de declaraciones, reportajes y libros. Algunos jugadores de aquella selección, incluso, han manifestado sensaciones extrañas en torno a lo sucedido en la cancha y han referido hechos “anormales”, como la visita de Videla y Kissinger al camarín peruano minutos previos al partido.
Lo cierto es que Perú sorprendió con una campaña inesperada, acaparó la atención mundial por su buen desempeño en las canchas, y luego, al pasar a segunda ronda, se encontró con rivales de mayor fuste, a los que no pudo superar. También es cierto que el último partido, tres décadas después, no ha podido escapar del velo de la polémica y la controversia.
(Miguel García Medina)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio