Ezequiel Ataucusi: a 15 años de la muerte del candidato del ‘Pescadito’
Y al tercer día, no resucitó. Ezequiel Ataucusi Gamonal había fallecido el 21 de junio del 2000 y sus fieles esperaban ver realizada la promesa divina: que a su muerte física resucitaría. Los miembros de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal esperaban ansiosos el retorno de quien creían era el mesías. Solo guardaron el cuerpo del patriarca barbado en un mausoleo de Cieneguilla, esa era su ofrenda a Dios como el sacrificio del cordero los sábados.
El mesías inca pasó los dos últimos meses de su vida hospitalizado por una enfermedad renal. Luis Achahui, personero del Frente Popular Agrícola del Perú (Frepap) –brazo político de los Israelitas-, anunciaba a la prensa que su principal pastor había fallecido. Pero los seguidores no lloraban. Hombres y mujeres de túnica permanecían tranquilos, pues guardaban la esperanza de que su líder volvería.
En una urna de cristal, con una corona bañada en oro y siete piedras de lujo, una pechera con otras quince piedras de jade y, con las blancas ropas propias de un rey, permanecía Ezequiel Ataucusi, rodeado de su rebaño. La muerte lo encontró un jueves, para un domingo se esperó verlo otra vez de pie, pero para terminar de dar honores al líder del Frepap tuvieron que pasar siete días.
Mientras los más jóvenes trabajaban en la construcción del mausoleo de mármol y cristal –albergue final de Ataucusi– los miembros de la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal (Aeminpu) llegaban desde diferentes partes del Perú. Ataucusi había logrado estar y cruzar fronteras con su mensaje: los israelitas estaban dispersos en la selva y también en Bolivia y Colombia.
El hijo hecho hombre
Para los israelitas, en Ezequiel Atacusi se había encarnado el Espíritu Santo y el profeta del Antiguo Testamento. Atacusi no se daría cuenta de la misión que se le había encargado hasta mucho después de su nacimiento humano en la comunidad de Huarhua, en Arequipa. Fue zapatero, calambuquero en la construcción de un ferrocarril, carpintero y minero hasta que conoció el mensaje divino.
Según textos del propio Ataucusi, a los 12 años le perseguía la imagen de una estrella; a los 14, encontró a un anciano que le reveló los secretos de los santos y a los 18, un pez gigante lo salvó de morir en un río. Sin embargo, seguía sin entender las señales, hasta que un buen día encontró la Biblia.
Ezequiel escuchó una voz que le decía que él había escrito el libro de Ezequiel. Ataucusi replicó que ese era un libro muy antiguo y, la voz: “Tu cuerpo es de este tiempo, pero tu espíritu es muy antiguo”. Tuvo que ser llevado al tercer cielo donde vio al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, quienes le pidieron que escribiera los diez mandamientos en una cartulina. Así tenía que ir a predicar al mundo. Siguió sin dejarse llevar por las señales.
Serían los embates del mundo quienes lo empujarían a comenzar la misión. Inició en 1956, en Chanchamayo, hasta que fundó en 1968 la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal (Aeminpu). Se dejó la barba, se puso la túnica, reinstauró las fiestas de los sábados: nació Ezequiel, el mesías andino.
El pescadito presidencial
Para Ezequiel Ataucusi su mensaje tenía que llegar hasta los últimos rincones de la tierra, pues era el hijo de Dios que había llegado al mundo y que tenía que salvar a la humanidad. Para el antropólogo Juan Ossio, que estudió durante 30 años el movimiento israelita, hasta el año 2000 habían llegado hasta los 200 mil miembros, convirtiéndose en una agrupación que creció mucho más rápido que la religión católica en los pocos años de fundada.
El mensaje israelita comenzó a tomar terrenos, donde los religiosos de largos cabellos vivían siguiendo los diez mandamientos, tomando la Biblia al pie de la letra y con una organización regida por los ayllus. Por ello, Ataucusi se lanzó a la presidencia del Perú tres veces, para lograr la legitimización de las tierras que había tomado. Su símbolo: un pescadito. Su nombre: Frente Popular Agrícola del Perú (Frepap).
Pero Ataucusi y su organización no estuvieron libres de ser señalados. El líder del Frepap fue acusado de asesinato, de violar a adolescentes de su misión, incluso de tener como esclavos a los israelitas que vivían en la selva. Incluso, su sucesor Ezequiel Jonás, el último de sus nueve hijos, fue baleado por desconocidos en 1995.
Pasaron tres días y Ezequiel Ataucusi no resucitó. Pasó una semana y los israelitas dijeron que había resucitado en sus corazones. Pasaron 15 años, y sin el carismático líder, los fieles fueron disminuyendo.
(Pamela Loli S.)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
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