Más allá de lo aparente
Quizás usted no ha oído hablar de él, pues no es un nombre que etiquete algunas de las grandes invenciones de la humanidad. No era un científico europeo sino un ingeniero de Jalisco que nos dio la televisión a color. Se llama Guillermo Gonzalez Camarena.
No fue un niño común, lo suyo era la proyección hacia el mundo invisible. Allí donde nuestros ojos ven lo que hay, él hilvanaba fantasías, tanteaba la irrealidad. Una rueda era para él un vehículo complejo y un implemento sencillo un gran artilugio. Usted ve, él proyectaba. Darle proyección y utilidad a las cosas simples era su secreto, un secreto que deberíamos cultivar en nuestros niños. La educación tradicional no la contempla. La intuyen los ojos de los locos y los artistas.
Quizás le hayan contado que el mayor atributo de los científicos sea el método, el saber y la observación con rigor. Pero, nos pasamos por alto una condición esencial, la facultad que sirve al tramado de los más extraordinarios poemas y a la sublime concepción de la plástica: la imaginación.
En efecto, no hay ciencia ni gobierno ni arte sin imaginación, e imaginación fue lo que tornó al curioso niño mexicano en un genio de la invención y la física. Hoy Imaginantes nos lo cuenta: