¿Y ahora qué?
La pregunta que titula este post es muy común cuando realizamos un proyecto, llegamos a alguna de las crisis de las múltiples edades (desde los 15 en adelante), cuando nos casamos, tenemos hijos o cuando publicamos un libro, pintamos un cuadro o la hacemos con una buena actuación en una película exitosa…
Dicen ahora que, como en la sabiduría china, es fundamento de la realización tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol, pero que lo arduo y complicado es criarlo (el hijo), lograr que lo lean y lo celebren (el libro) y regarlo para que no perezca (el árbol).
Para referencias la del autor. La crianza es un campo minado, los padres engendran con decisión y presumida paciencia, pero luego no tienen la más mínima idea de qué hacer. La paternidad es siempre experimental, ensayo-error, las teorías sirven de poco o nada y las nebulosas prevalecen a las claridades. Pero en ese mar tempestuoso se avanza sin certezas.
Ahora, jamás he plantado un árbol ni me inspira hacerlo, por lo que es poco lo que puedo aportar en estos menesteres.
De que he escrito libros se sabe, algunos sobre el Parlamento, la democracia, los partidos políticos (tema de tesis por demás) y más…Es del autor ignorar cuan útiles o perniciosos fueron, si habitan las bibliotecas entre telarañas y polvo, si exhalan ácaros a la primera leída o si servirán a una tesis, una demostración o a un esperpento.
Pero entre todo no hay mayor insatisfacción e incertidumbre que en la creación literaria y es tanta la desazón del que publica que el autobombo es un fruto que cae solo, aplasta tanto a la hierba como al ego. Al decir verdad, y excusen el intimismo, mi primer ensayo novelado fue tan auspicioso como aquel breve poemario que el actor Walter Zambrano recitó en el concierto de la reconciliación (CVR) y al que titulé “Memoria del ande”. Aplaudieron la letra y la voz. Todos hurgaban en el programa el nombre del poeta…Pero al final los organizadores hicieron pasar al estrado al director de la orquesta, al actor, a los tenores…pero a quien dio la luz con sus versos y animó la jornada con el estruendo de la palabra…nada.
Gané un premio de Ensayo sobre Fernando Belaunde, la hice con un ensayo sobre Garcilaso que quedó en los anaqueles electrónicos de la Biblioteca Miguel de Cervantes y…
Luego vino “La invención del reino”. Ricardo González Vigil y otros la elogiaron, pero pasó como pasan las hojas en el Otoño, volatines de trozos cuarteados perdiéndose en la siguiente estación.
Con “Retratos de mi padre” conseguí algo más o algo menos. Ricardo Silva-Santisteban la elogió con generosidad en un artículo y Mirko Lauer sorprendió en su columna dedicándole con suma amabilidad todas sus letras. Andrés Hare hizo otro tanto y con bondad lo hizo “Lima Gris”. Más allá de las reseñas y las consabidas mezquindades en el barrio literario, se avanzó por la empinada vía que conduce al…(Bueno, a algún lugar semejante al Parnaso).
Y como en todos los casos asoma el “¿Y ahora qué?” aparecen las interrogantes para emboscar al sueño: ¿Cómo se administra el éxito o el fracaso? ¿Cómo se supera la traba del gran círculo literario? ¿Cómo no ser siempre un extraño en fiestas que me toman apenas como un paracaidista? ¿Cómo planificar la obra en una carrera poética que se construye muy de a pocos? (Un modelito abraza el éxito en unas horas, hasta le basta una foto o un escándalo. Un escritor debe acumular pacientes horas de recorrido antes de “ser” o “no ser”)
¿Qué sigue en los planes? Se pregunta este poeta ¿Una colección de cuentos sobre escritores de esta Lima que se pavonea excluyendo a los que no salen en sus fotos? ¿Una colección de cuentos sobre los excluidos escritores de la provincia? ¿Un poemario de amor? ¿Versos místicos? ¿Una novela que toque el ridículo o acaso el olvido?
La clave, me dice un escritor mayor, es “no esperar nada de nada ni nada de nadie, ni siquiera de ti mismo. Esa es la clave de la libertad y sigue haciendo lo que te gusta, solo por una razón, ‘por que que te gusta’”. Guardo esta frase sin más expectativa que ser, seguir siendo o seguir, a secas. Así de complicada es la vida del que crea ardiente y esperanzado para los demás.
¿Existen los coaching literarios?