Los inocentes
Uno de los cuentos que más atrajo mi atención cuando iniciaba mi camino por la literatura fue “Colorete”, de Oswaldo Reynoso. Celebré la jerga de un tiempo que no era el mío y la historia que, en cierta forma, sí era mía.
Precisamente hace unos días seguía, maravillado, el recorrido de la Casa de la Literatura peruana a través del Mapa Literario limeño y conocí el emblemático bar Palermo y, de paso, recordé la historia adolescente del tímido Colorete. Palermo es una leyenda que hoy es una librería y que no resistió el paso del tiempo y del cambio. Allí iba Reynoso y allí se juntaba la bohemia literaria y periodística de los 50. Martín Adán se escabullía entre el estrepitoso ritmo de los vasos y las risas para celebrar su soledad.
Alguna vez Manuel Scorza le ofreció publicar “Los inocentes”, con la condición del cambio de título. Scorza era un gran escritor, pero también un hábil editor cuyo objeto era difundir la lectura, a sabiendas que no hay difusión sin venta. “Los inocentes” no vende. “Búsqueme otro título”, habría de sugerir.
Contra el reloj el título surgió y fue “Lima en rojo”. Allí, seguramente, en el “Palermo”, entre botellas y voces altisonantes nació aquel nombre como muchas inspiraciones que fueron, quizás algún poema inédito de Martín Adán, el bosquejo de un gran cuento, el soplo huidizo de un verso al vuelo.
Lima va perdiendo sus lugares de encuentro e Historia, solo los vestigios quedan en esta suerte de nostálgica peregrinación literaria.