Misticismo
Un poeta reserva sus vacaciones y se refugia en la soledad de un convento en la cercanía de la Plaza Mayor. Las tentativas de la poesía amorosa y erótica se agotaron en un viejo y deleznable poemario. La poesía debe alcanzar su máximo grado de pureza, piensa. El amor es impuro, no conoce de la excelsitud que solo se procura a los amores santos.
Quizás por tal razón tomó la determinación de darle letra al misticismo en una obra cuya edición reserva para más adelante… El amor es una fusión, pero ¿Se funden realmente los hombres y las mujeres? ¿No es lo suyo la posesión y la materia? ¿No concluye el amor al final del asombro y de la brisa?
El poeta examina en lo más hondo aquello que supera el humano encanto. Dios. Dios en el interior de un convento dominico. En el preludio ensaya un poema que aún no toca la inspiración a la que aspira.
Rosa divina que en gentil cultura
dice la rosa enamorada.
Natural de jaula entre montes
bravía del jardín sin flores
Fuego terráqueo,
mariposa alborotada.
Y para quién van los versos
que ser no hay que la maravilla abrace
más que el alma alada que a la cima bate.
Magisterio púrpura en la belleza,
así serena, letras traza,
y en un rincón remoto de siglos
por eras y misterios transportada.
Sor Juana,
del mismo centro que provienes
la materia mana,
mana del siniestro cielo gris,
de la neblinosa ira del poniente.
Del tintero ‘Reina salve’,
vaga caligrafía
en el celeste cosmos
que nos perdura y nos deshace.