Desde la buhardilla
Un sueño relampagueó en mi techo al despertar. Se repetía una y otra vez. Diez escritores de mi generación destellaban en el cielo nocturno de mi ciudad. Eran estrellas. Yo escalaba apenas pequeños muros con mis poemas y me enfrascaba en una lucha bárbara, interna, con un dilema: soltar mi novela de la imprenta o dar marcha atrás.
Sabía que “Sed de mal” (aquel manuscrito nuevamente corregido, que asemeja en su título a la mala traducción de un filme antiguo) iba a ser una novela más, remota del escalafón donde se ubican todas las que han gozado de cierto esplendor. Una más en el remolino del arte cuyo destino es el fondo del mar.
Pero sabía más, que en ese pequeño boom narrativo poco o nada tenía qué hacer un poeta siempre en busca de su voz. El pequeño jugador se aprestaba a invadir una cancha de dribleadores hábiles y punteros veloces. Ellos, cuatro, cinco, seis, siete, narraban como los dioses. Como suelo hacer para persuadirme de no estar solo, tomé al entrañable Pessoa de las solapas y abrí la página que hace un año doblé para recordar: “Tabaquería”:
“¿Genio? En este momento/Cien mil cerebros se piensan genios como yo,/Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,/No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas./ No, no creo en mí. /¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con tantas certezas! /Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?/”
Volví a las decenas de novelas que no leí, a las voces que no se percataron de mi voz. Retorné a los ojos del portugués: “¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo/No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando? /¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—/Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—, /Y quién sabe si realizables,/¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie? /El mundo es de quien nace para conquistarlo/ Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón”.
Pero quizás yo no tenía razón.
Ser uno más o uno de menos, el de la casilla del fondo, no era el mejor desafío para un alma que se complacía en las medianas lumbres. La vanidad es un vicio reprochable y peligroso, casi una perversión. Yo era Pessoa y observaba en tiempo presente la tabaquería, Pessoa era yo y yo era él, heterónimos ambos hurgando las sombras sólidas de un almacén.
Y de pronto un haz de luz se coló por los intersticios de la persiana. Era como si desde la entraña del fuego procedieran todas las respuestas. Recordé a Rilke y alguna de sus obsequiosas frases para el joven Kappus. ”Pregunta usted si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. Antes se lo ha preguntado a otros. Los compara con otros poemas… Investigue el fundamento de lo que usted llama escribir; compruebe si está enraizado en lo más profundo de su corazón; confiésese a sí mismo si se moriría irremisiblemente en el caso de que se le impidiera escribir”
De eso se trata todo. Sí, de eso se trata todo finalmente, comprendí. No es la gloria del cenit, tomar el sol y guardárselo en el bolsillo. Es solo el goce por el goce mismo. Siempre es el goce, divertirse en el camino, pasársela bien. No pensar en los estropicios de la creación tornada en libro o escultura sino en divertirse como el niño que batalla con el Lego, construyéndolo, destruyéndolo, reconstruyéndolo, riendo, balbuceando, en hipnosis, en sueño, en estruendo, en rumor. Escribir como un idiota, construyendo, destruyendo, reconstruyendo, riendo, balbuceando…
“Divertirse” (en cada acto que toca por ventura u obligación), quizás en esa acción imperativa es que se consagre la vida y la perfección. No es por ganar que el arte se erige, ni por lid ni rivalidad.
Mientras tanto y en sosiego, aguardo mi libro editado. Me dicen que en abril llegará. Reparo que poco importa la publicación, el couché, el amarillo claro del papel, la portada y la distribución. El colofón es el detalle final que al escritor poco atañe. Lo que importa es el momento mismo de escribir, tanto como la intensa conexión con la vida que entraña copular, ver, tocar, oír…es la alegría creadora, el transcurso, el divertimento, el camino, la pasión.