Homeland no sabe aburrir
La serie más real y honesta de la televisión regresa con una tercera temporada dispuesta a superar todo lo que ya hizo
La noche del 14 de marzo de año pasado Barack Obama tenía una misión no oficial. Estaba en la Casa Blanca, en medio de una cena en honor al primer ministro inglés David Cameron, pero no estaba tranquilo. Sabía que debía ubicar a alguien importante entre los invitados. De pronto lo vio, lo identificó fácilmente porque había visto su imagen decenas de veces en su monitor. El presidente de Estados Unidos se acercó para conseguir la información que para él, uno de los hombres más poderosos del mundo, era vital. “¿Me podría decir qué pasará en los siguientes capítulos de Homeland?”, preguntó el mandatario a Damian Lewis, uno de los protagonistas de la serie favorita de Obama. Esa noche el presidente no solo le confesó su fanatismo al actor, sino que le dijo que ya había ordenado los DVD de la serie apenas salgan al mercado.
En Homeland todos pueden ser espías, todos pueden ser prescindibles. Nadie está seguro, nadie es confiable. El terrorismo es real. No hay un súper soldado que va a salvar al mundo. No hay tecnología de fantasía. No hay súper poderes. Tampoco hay adolescentes genios de informática o espías guapas que parecen semifinalistas de un concurso de belleza. En Homeland hay realidad, personas que tratan de proteger a los demás y que se equivocan. Los malos pueden ser más capaces y astutos que los buenos. Los mejores planes pueden fracasar. El valor puede no servir para nada y la cobardía puede ser recompensada. Incluso, cuando se gana algo se pierde.
Es esa honestidad lo que más destaca en la serie. Homeland no cuenta la historia del combate contra el terrorismo desde súper agentes secretos al estilo de James Bond o Jack Bauer, tampoco lo hace parecer un tema glamoroso y sofisticado como en Alias o CSI. Homeland es sobre la inteligencia. De esto se trata todo. Quiénes son más inteligentes, ellos o nosotros. Así de simple. Y en ese mundo de la inteligencia descubrimos que todos pueden ser falibles.
La primera temporada comenzó con una idea muy poderosa: un soldado regresa del medio oriente convertido al islam y planea un ataque en suelo norteamericano. La segunda fue más atrevida todavía. El soldado traidor ayudará a atrapar a la red terrorista más peligrosa del mundo. Y en esta tercera temporada el argumento es provocador. EE. UU. quiere venganza, la CIA es vulnerable y los protagonistas están solos en misiones imposibles.
Pero no solo la historia atrapa. Los actores hacen un trabajo impecable. Damian Lewis ha recibido suficientes premios por su actuación como para comprar dos estantes más en su casa para poder colocarlos y Claire Danes hace, sin lugar a dudas, el mejor papel de su carrera. Eso, sumado, a una dirección sobresaliente y giros dramáticos inesperados, hace que Homeland no sea solo adictiva, sino también brillante.
Tiempo de que Barack Obama se revelara como un fiel seguidor dela serie, Damian Lewis le autografió su colección de DVD de Homeland y le dejó un mensaje adicional que bien podría haber sido parte de un final de temporada:
“De un musulmán a otro”.