Mis dos encuentros con Guy Delisle
Guy Delisle, el guionista y dibujante de cómics que ha ganado miles, acaso millones de lectores con sus crónicas gráficas de viajes, estuvo en Lima y ya se fue. Estas son sus reflexiones y mis impresiones durante los dos encuentros que tuve con él. Espero que tras leerlas ustedes se sumen, si no lo han hecho ya, a quienes hemos devorado sus condimentados libros.
PARTE 1
Una charla en la FIL
- ¡Mira, su nariz es igualita a la de los dibujos!
No es groupie ni tiene pinta de haber fundado algún club de fans, pero con esa simple frase la muchacha sentada en primera fila ha dejado en claro que ha venido por Guy Delisle. Y que no se siente defraudada, ni una pizca, al conocer al multipremiado guionista y dibujante de la ‘bande dessinée’ francesa. El autor que en sus obras se ha caracterizado a sí mismo como un personaje minimalista, de pelo corto, nariz afilada, aguda observación y fino humor. El mismo que nos ha conducido de la mano y de las solapas por sus trabajos autobiográficos, especialmente los referidos a sus viajes.
Ella, la hincha, y sus tres amigos, a decir verdad, desde hace minutos volteaban con disimulo para ver el momento preciso en que Delisle irrumpiese en la sala Blanca Varela de la Feria Internacional del Libro, que acabó ayer con suceso. Estaban ansiosos, como muchos de los que hemos llevado nuestros ejemplares de “Pyongyang”, “Crónicas de Birmania”, “Crónicas de Jerusalén”, “Shenzhen” y hasta los tomos de “Guía del mal padre” con el secreto a voces de llevarnos un autógrafo y un dibujo para la casa. Y están contentos, lo estamos todos, porque tras unos minutos de espera aparece él, el hombre real que se muestra apabullado con tantas miradas que le dicen “hey, me gustan tus libros, y me caes bien por ello”.
Se sienta Delisle en la mesa principal, con los muñequitos de la FIL en una gigantografía a su espalda y un ejemplar de “Crónicas de Jerusalén” a su lado. Va a empezar su disertación y el presentador-interlocutor le pregunta si siente más cómodo conversando en inglés. Pero no. La Embajada de Francia ha contratado a traductores y ha distribuido audífonos, así que la charla se hará en español y francés. Y es mejor así, porque aun cuando la mayoría no entendamos su idioma, adivinamos en el acento y la entonación lo cómodo que sí se siente compartiendo su gusto y su pasión por el mundo gráfico.
“Cuando voy a un país solo tomo notas, no trabajo allí. Tengo que impregnarme de lo que veo, entenderlo. En el caso de ‘Crónicas de Jerusalén’, no conocía mucho del conflicto en el Medio Oriente, para mí era como ver pasar un tren. Pero esa también era una ventaja, empezar con una página en blanco. No había visto las colonias (de palestinos) ni conocía el muro (¡qué alto era!). Los libros están llenos de incidencias que me ocurren, son hechos interesantes, curiosos, graciosos, raros… Es la vida diaria, como cuando buscaba pañales para mi hija de dos años y medio y todo estaba cerrado, vi un centro comercial y la traductora me dijo que no podíamos ir porque estaba en las colonias”.
Delisle es consciente de que sus libros poseen la virtud de transportar a las personas a esas tierras difíciles para cualquier occidental, ciudades con su carga inhóspita e indócil, y que podrían componer todos ellos un gigantesco volumen porque, al fin y al cabo, representan la continuidad de su vida. Tenía 20 años cuando estuvo en Shenzhen y casi 50 en Jerusalén; al comienzo viajaba soltero y luego con esposa y dos niños; primero para realizar trabajos de animación y luego para acompañar a su pareja como integrante de Médicos sin Fronteras. Un viaje por la vida misma, su vida…
“No son países que elegí, pero me agradaron porque me gusta viajar. Me ofrecieron ir al Congo, pero con los niños es más delicado. Quiero ir a Japón, aunque no sé si podría hacer algo novedoso”, lanza Delisle en pública confesión. Y continúa: “Con ‘Shenzhen’ vendí dos mil ejemplares, con ‘Crónicas de Jerusalén’ diez veces más. Han aparecido lectores de mi edad y es un libro que se vende bien. Con él gané el premio de mejor álbum en el Festival de Angouleme, aunque prefiero ‘Pyongyang’”.
Termina la disertación de Delisle y brotan los aplausos. El anuncio es oficial: quienes deseen firmas, deben ir al stand de Francia, país invitado a la FIL. Algunos parten de inmediato para hacer la cola y ser los primeros, otros prefieren tomarse allí mismo unas fotos con el autor y perennizar el agrado. Guy acepta amablemente cada requerimiento, es mezcla de timidez con sorpresa, se suceden los ‘selfies’, las fotos convencionales y los apretones de manos. Pasan varios minutos así hasta que emprende la corta ruta adonde la mayoría lo esperan.
Al salir de la sala, se detiene unos segundos, mira los puestos repletos de libros que forman un paisaje digno de Gutenberg, sube el cierre de su casaca y por un instante, parado frente a mí, está el personaje de sus novelas gráficas, con el pelo más castaño y menos negro, más arrugas en el rostro y la frente, más alto de lo que se representa en los cómics, el mismo aire de quien lo contempla todo mientras engulle cada recuerdo. El Delisle de tinta y trazos hecho carne y hueso.
PARTE 2
Una charla face à face
El dolor en su brazo derecho le provoca un rictus. Es una tendinitis, un mal que comparte en silencio con muchos colegas dibujantes, y por eso se ha visto forzado a utilizar la mano izquierda para plasmar las dedicatorias que sus lectores le han pedido en cuanta presentación ha participado. Descubro así que Guy Delisle es ambidiestro. “No tengo elección porque si no me voy a lastimar. Y como tengo que concentrarme más, me canso”, agrega sentado frente a mí, en el hotel donde se aloja durante su estadía.
Días atrás lo vi en la FIL y se lo menciono. Me cuenta que al principio, cuando saboreaba los primeros años de reconocimiento, quería hacer dedicatorias más personalizadas, pensadas para cada ocasión. Pero ya no. Ahora emplea una serie de dibujos que repite según sea el libro que le entregan y eso le permite estar más distendido para conversar, preguntarles a los lectores sobre sus propias experiencias de viajes, conocerlos un poquito más ante la brevedad que impone la espera de los demás.
El autor canadiense nacido en Quebec, que vive en Montpellier desde hace dos décadas, se siente muy apegado a Francia. En realidad, yo diría que ya es un francés plenipotenciario. Y en medio de nuestros festejos patrios, se sorprende de la gran cantidad de peruanos que han leído su trabajo y por la montaña de muestras de afecto recibidas. Acaso sea porque no todos los días se conoce a alguien que ha ganado tan buena reputación en el mundo del noveno arte por los retratos –si puede llamárseles así- que ha elaborado sobre la cotidianidad de las ciudades que lo han impactado.
No obstante, ahora mismo Delisle está abocado a un proyecto que lo ha de sacar de ese mar conocido para sumergirse en uno distinto, acaso de aguas más profundas y turbias: la historia de un médico que fue secuestrado en Chechenia. Alguien a quien conoció hace 15 años y cuyo padecimiento le impactó por la suma de detalles, sensaciones, recuerdos que mantenía imperecederos, como si hubiesen ocurrido ayer mismo.
Guy me cuenta que dibujó una, dos, tres veces el inicio de la historia hasta que pudo hallar el tono justo. “A nivel gráfico, es diferente a lo que he hecho antes. Habrá menos humor, más realismo. Me demoró encontrar una nueva forma de grafismo, pero una vez que la tuve el resto llegó por sí solo”. Y vaya que debe ser diferente, porque me adelanta que en las primeras 200 páginas la acción se desarrolla en un solo ambiente, con ese hombre esposado a un radiador, atento a cada sonido, a su imaginación desbocada, a sus recuerdos.
“He avanzado más de la mitad del libro, bueno, espero que esté a la mitad. Son como 250 páginas y confío en acabarlo este año para que se publique en el 2016. Es una historia en la que estaremos muy sumergidos en la mente de esa persona”, se entusiasma Delisle. Y para beneplácito de nosotros, hispanohablantes, confirma que la editorial Astiberri se encargará de su publicación en español.
Y si de más planes se trata, tiene en claro también que acabada esta novela gráfica dedicará su tiempo a trasladar las historias compiladas en los tres tomos de “Guía del mal padre” a una serie de animación y a un cortometraje. O sea, que veremos en acción a un Guy contándoles historias de terror a sus hijos Louis y Alice para que puedan dormir, chantajeándolos con postres para que prefieran estar con él y no con su mamá, compitiendo con el mayor en un videojuego y enojándose con la menor cuando pierde al jugar a las escondidas. Un papá enojón, crítico, picón, pero amoroso al fin y al cabo, como el nuestro, como nosotros mismos.
Delisle enumera a Asterix, Tintin y Lucky Luke como los protagonistas de sus primeras lecturas, las cuales continuaron con Moebius, Art Spiegelman, Akira y Frank Miller, autores que lo marcaron por siempre. No le llaman mucho la atención los cómics estadounidenses, acaso sí los que siguen una línea independiente, y para nada de nada, los superhéroes. Y subraya que si alguno de sus personajes tuviera que usar alguna vez una capa, sería exclusivamente para provocar risa.
Guy Delisle llegó a Lima para compartir su arte y con planes de turista. Pero aun así, no puede evitar arropar en la maleta algunos detalles: ante todo, las señales de zona de seguridad en caso de sismo, algo nuevo para él, y también los carteles colocados en las puertas de muchos establecimientos donde se refrenda que en ellos no se permite la discriminación. También menciona a los surfistas de la Costa Verde que nadan “en aguas extremadamente sucias”, y de colofón, faltaba más, cómo las personas luchan contra los carros para cruzar las calles.
“Los peatones parecen ser un problema acá”, sonríe ante ese absurdo, y por unos segundos parece resignado, como un limeño más.
¿Y A TI TE GUSTARÍA LEER LAS OBRAS DE GUY DELISLE?