¿Cómo hacer yoga en cinco minutos?
Hola.
Primero lo primero. Soy instructora de yoga. Amo el yoga. Aunque la primera clase que tomé en mi vida, hace un tiempo, no fue la mejor. Al menos no los primeros 45 minutos.
No la pasé tan bien porque hice la clase sin antes averiguar qué era el yoga. Solo tenía esa idea en mi cabeza –que tal vez sea la tuya– de que era un ejercicio tranqui, que al mismo tiempo relajaba. Rico. Buenazo.
Me senté en el mat (esa colchoneta donde la gente se contorsiona o chorrea)
Lo primero que me dijo la instructora es que me tome las cosas con calma. No entendí porqué me dijo eso. ¿Calma? ¿Para qué? ¿Acaso era difícil? ¿No era solo estirarse y respirar?
A los pocos minutos ya estaba sudando mientras a mi alrededor más cuerpos sudorosos respiraban en perfecta sincronía y hacían posturas como si fueran de plastilina.
A esas posiciones raras las llamaban como animales. Una podía ser un “perro mirando hacia abajo” o una cobra, un gato, una vaca, un cuervo. ¡Un cuervo! Yo solo quería relajar.
PD: Este es el cuervo.
¡Fue! Me voy, pensé. Esto es imposible.
La instructora, una hermosa mujer que ya partió a Tailandia a seguir con la vida yogui, se movía de un lado a otro , no paraba de darnos instrucciones. Yo sudaba. Sudaba mucho. Todo era sudor. Como en un sauna. Como si estuviéramos en una playa, en plano verano, vestidos para trepar el Himalaya.
Los primeros 45 minutos fueron mucho. Pero la instructora venía de rato en rato y me hacía masajes. ¡Increíble! Después me dijo que descanse.
No quería descansar porque había mucha gente en la sala.Entonces yo no sabía nada del yoga y ahora entiendo que debí descansar. Todo hubiera salido mucho mejor.Sufrí, pero fue increíble. Salí enamorada del yoga. No te confundas: no es masoquismo. En verdad se siente bien.
Y apenas salí, pregunté en recepción cuánto tenía que pagar por el mes. Rogué que haya plata en la cuenta y ¡listo! Inscrita toda un mes. Me convertí en una alumna y nunca quiero dejar de serlo.
Me volví adicta a la sensación que te deja el yoga. Incluso esa primera noche, luego de la clase, llegué a casa relajada, motivada. Sin mucho en la mente. No más trabajo, no más tráfico, no más nada malo. Solo tranquilidad y buen humor para contar lo mucho que había sudado.
Me fui a dormir pensando en lo temprano que me iba a despertar y el tremendo jugo verde que me iba a preparar.
Pero las cosas no son siempre como una las planea y a la mañana siguiente no escuché mi alarma. Llegué tarde al trabajo y mi espalda parecía que la había pateado una jirafa.Gracias al mundo soy terca y regresé a mi clase (¡además ya había pagado!) y las cosas comenzaron a cambiar.
Luego, me convertí en instructora de yoga. Y ahora quiero escribir aquí, para contarles mi experiencia y hacer que tu rutina diaria tenga un poquito de yoga cada día. A veces te tomará dos minutos, a veces 10. No seas floja tampoco. Hablando en serio, el yoga es simple y no se trata de pararte de cabeza. Tiene un fin claro: conectar el cuerpo con la mente. Te da conciencia de cada movimiento que haces. Es una especie de ‘break’. No de esos que le dabas a tu chico. ¡Un break de verdad!
Como es el primer post, vamos con algo simple, ¿no? Te recomiendo que antes de salir de tu casa o antes de llegar a la cama hagas esto.
- Si es de noche, apaga la luz del cuarto. Si quieres, prende solo una lámpara
- Pon en silencio tu celular y pon alarma. Que te avise en 5 minutos.
- Échate en el piso. Puedes hacerlo encima de un mat o de una manta.
- Ponte un par de cojines debajo de las rodillas. Si quieres, también debajo de los codos.
- Cúbrete los ojos con una toalla pequeña. Solo los ojos.
- Deja que tus pies caigan; respira por la nariz y bota ese aire por la boca.
- Una vez más. Respira por la nariz y bota ese aire por la boca.
- Separa la lengua del paladar y relaja el entrecejo. No muevas el cuerpo.
- ¿Qué hacer con los pensamientos? Déjalos pasar. Que sean como diapositivas automáticas. Los ves y ya. Chau. Estás tirada en el piso. Disfruta. No seas terca.
- Cuando suene la alarma, muévete lento. No hay apuro. Saca la toalla de los ojos y mira un rato un punto en el techo.
- Dibuja una ligera sonrisa en la cara. Inhala. Exhala.
- Lleva los brazos hacia atrás. Alárgate.
- Suspira. La vida sigue y es hermosa.
Namasté.