¿Cómo el yoga puede aliviar el dolor de espalda?
No tiene nada que ver con la edad. El dolor de espalda nos ataca a todos y sería raro que nunca hayas sentido un jaloncito o un no sé qué en la lumbar. La espalda duele.
De pronto una noche dormiste en una posición extraña y juá: ¡la espalda! Quizá te las diste de fuerte y cargaste algo que no debiste y juá: ¡la espalda! Estuviste chorreada en tu asiento del trabajo mirando el facebook todo el día como en transe y juá: ¡la maldita espalda!
Duele la espalda casi por cualquier cosa. Te puede torturar porque no flexionaste bien las rodillas para recoger algo del piso, ¿ves? La espalda te pone a prueba siempre.
Aunque claro, también está el dolor crónico. Ese que te persigue desde hace años. Ese que no te deja andar y crees que vas a quedar tirada en cama por meses. Gracias al cielo no me ha pasado, pero he visto a gente cercana sufriendo. Y mal.
En fin. Ya está claro: el dolor le llega a todos.
¿Qué hacer para dejar de sentirlo?
Mira. Primero deja las pastillas a un costado. No sirven. Segundo deja de googlear “cómo curar el dolor de espalda”.
¿Qué sirve? Obvio. El yoga.
Tampoco voy a decirte que el yoga te hará inmortal o algo así, pero sí te voy a decir lo siguiente: te puede aliviar el dolor. Juá: chau dolor de espalda.Y para que eso pase necesitas menos de una hora y apenas unos días a la semana. Evidentemente, también necesitas ganas. Muchas ganas. Ganas de querer sentirte mejor. Ganas de moverte. Sobre todo eso. Tienes que estar dispuesta a moverte un poco.
En el post anterior escribí que el yoga puede llegar a ser intenso, pero ese no siempre es el caso. Menos si hay una espalda adolorida.
Te propongo, entonces, tres posturas relajadas que te harán sentir mejor. Puedes hacerlas hasta en pijama. Pon la música que te guste. Crea tu ambiente. Inspírate un poquito, pues. A mí me gusta poner Norah Jones, Chet Faker y, a veces, solo a veces Spice Girls (mentira. Aunque podría intentarlo. Las amo.). En fin, tómate un tiempo para soltar esos nudos. Uno se siente mejor cuando toma la decisión de hacerlo.
Es en serio.
Namasté.
1. Busca una correa, o un polo o una toalla. Ponte boca arriba, levanta una pierna, engancha la correa en la planta del piel y jala con la correa (suavecito) hacia ti. Quédate un par de minutos. Respira profundo. OJO! para cambiar de lado: sube la otra pierna, engancha la correa y luego bajas la que tenías arriba inicialmente.
2. Lleva las rodillas al pecho. El tobillo derecho ponlo encima de la rodilla izquierda. Tu mano derecha métela por el triángulo que acabas de armar con las piernas y ponla encima de tu rodilla izquierda. Con la mano izquierda también sostén tu rodilla derecha. Inhala profundo. Exhala y lleva tu rodilla hacia el pecho. Después de unos minutos, cambia de lado.
3. Boca arriba (sí, sigues boca arriba. Chorreada. Buenote) abre los brazos como una “T” y lleva las rodillas al pecho. Inhala y deja caer las rodillas hacia el lado derecho. La mirada va al lado opuesto. Mete el ombligo y respira profundo. Después de unos minutos cambia de lado.