Si los prejuicios sobre comprar un seguro se sostenían en que iba a ser un gasto sin retorno, es decir, que nunca íbamos a utilizar la cobertura por una infinidad de causas, la actual pandemia del COVID-19 ha reducido las suspicacias.
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Un ejemplo es lo que ha ocurrido con los seguros de vida, que tienen por objetivo brindar una indemnización para compensar, en parte, el vacío que deja la muerte de la persona que financia el hogar. ¿Qué aconteció? Pues estos seguros tuvieron que activarse por la pandemia.
Así, lo concreto es que las compañías de seguros han indemnizado, por concepto de seguros de vida, alrededor de S/2.344 millones entre abril del año pasado y junio de este año.
En detalle, del total de indemnizaciones que se pagaron por esta cobertura, el 57% fue destinado a la cancelación de deudas de los fallecidos con el sistema financiero. Así, se pagaron hipotecas, préstamos de tarjetas y créditos de consumo, con lo cual se evitó heredar la carga.
Ojo que, si la pandemia hubiera ocurrido hace 10 años, la historia podría haber sido otra. Las ventas de seguros de vida (sin contar las pólizas de rentas particulares y el seguro complementario de trabajo de riesgo) sumaban el 37% del total de hoy.
¿Qué ha pasado en el sistema de seguros en la última década?, las ventas anuales crecieron, en promedio, por encima del PBI y la inflación, en parte, por el cambio de enfoque en la oferta.
A decir de Antonio Clemente, director técnico de Mapfre Perú, la visión de cliente de las compañías en el país, durante dicho periodo, ha cambiado. Han pasado de pensar solo en tener un portafolio a ofrecer productos que atiendan las necesidades de las personas, tanto por el lado de las coberturas como por el acceso de los productos.
Justamente, la digitalización masiva introdujo nuevas formas de llegar a las personas, no solo con productos sino con la comunicación y sensibilización adecuada sobre la importancia de la prevención, anota María Félix, gerenta de Innovación y Experiencia del Cliente de Pacífico Seguros.
De acuerdo con la ejecutiva, las compañías han desarrollado habilidades que antes no tenían o que hacía falta seguir construyendo. Las más evidentes, resalta, están relacionadas con el mundo de la tecnología, en el que la Inteligencia Artificial y los bots, entre otros, son parte del día a día en la gestión.
Este cambio de modelo de negocio, junto con el debido papel que juega el crecimiento de nuestra economía, ha provocado que varias categorías de seguros aumenten su volumen de ventas en más del 100% en la última década. Por ejemplo, las pólizas de protección de animales, que en algún momento llegaban a solo S/18 mil, hoy ya superan los S/2 millones anuales.
Lo mismo se observa con la demanda de los seguros de robo y asalto, las coberturas de crédito interno como de comercio exterior, las pólizas de responsabilidad civil, los de salud y de vida, por citar algunos casos.
Además, Eduardo Morón, presidente de la Asociación Peruana de Empresas de Seguros, rescata el desarrollo que ha tenido la oferta de coberturas agrarias en el Perú, que nació con el seguro agrario catastrófico en ocho regiones, hasta cubrir todo el país.
Incluso, la industria ya cuenta con el desarrollo del seguro agrario comercial semisubsidiado y los contratos de seguros pecuarios.
“El seguro agrario se desarrolló de la mano del Estado, y a pesar de la coyuntura política sigue avanzando”, añade.
Siguiendo con Morón, un cambio importante en la industria, en los últimos 10 años, ha sido la universalización del seguro de Vida Ley, que antes era exclusivo de un grupo de trabajadores formales.
Y todos estos cambios se han dado, según La Positiva Seguros, manteniendo una buena relación con los corredores de seguros, una pieza clave en la planificación de la compañía y en la asesoría de seguros en el país.
Desafíos
“Ha habido un aumento de la densidad de primas de seguros [prime per cápita]. Hemos pasado de S/90 a S/120, lo cual es importante, pero en comparación con la región sigue siendo poco. Deberíamos estar 30% o 40% más arriba”, dice Morón.
Desde la Fundación Mapfre, se ha estimado que la brecha de seguros en el país, estimada al 2019, alcanza los S/45.461 millones. Y cerrar este ‘gap’ depende de varios frentes, como mejorar la cultura de seguros y la consciencia aseguradora aquí.
Javier Álvarez, director de Tendencias del Consumidor de Ipsos, explica que una de las dificultades que enfrenta la masificación del seguro es la racionalidad cortoplacista de la mayoría de la población.
Álvarez comenta que menos del 10% de la población tiene al menos un seguro privado, porque la gran mayoría vive del día a día, con lo cual su visión de futuro es muy de corto plazo. “No está en la lógica de las familias comprar un seguro de vida para dejarles algo a los hijos”, dice.
Así, una de las recomendaciones, según el experto, es añadirle cierta caducidad a las pólizas, como operan, por ejemplo, los seguros de viajes. Vale decir, encontrar el producto adecuado que se ajuste a su estilo de vida.
Otro reto importante es encontrar el arreglo institucional que permita a nuestro país financiar la protección frente catástrofes. Morón indica que, a pesar de El Niño costero y el gasto fiscal que ha conllevado el COVID-19, no contamos con una estrategia nacional de protección financiera frente a desastres, una tarea que el sector está dispuesto a trabajar.
Por último, un reto para la compañías es encontrar soluciones para los riesgos que no cubren por estar fuera de sus intereses comerciales, como la protección de ciertas enfermedades. Es conveniente que sus políticas de sostenibilidad encuentren alguna respuesta a esta problemática, que puede opacarlas.
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