Una de las escenas más memorables de "Lo que el viento se llevó". (Foto: iStok/ Archivo)
Una de las escenas más memorables de "Lo que el viento se llevó". (Foto: iStok/ Archivo)
Daniel Goya

Las entradas no se compraban por una aplicación. Los asientos no eran numerados. Se podía fumar en la sala y no había personas que utilizaban su celular durante la película porque, bueno, no existían los teléfonos móviles.

“Al cine se iba como se iba a un matrimonio o a las misas de los domingos: las mujeres con una vestimenta muy formal, los hombres con saco y corbata, los niños elegantemente”, comenta César Pita, profesor de Historia del Cine en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.

No había combos que se vendían antes de entrar a la sala. Las salchipapas, los nuggets y hot dogs, que hoy parecen formar parte de una común visita, no existían.

Las películas de estreno no eran estrenos, ya que las cintas llegaban al Perú con hasta dos años de retraso. “En el mejor de los casos, la demora era de seis meses. En febrero se conocía a los ganadores del Oscar y, con mucha suerte, en julio algunas de las premiadas se ‘estrenaban’ por Fiestas Patrias”, recuerda Pita.

La razón detrás de que las películas no empezaban en todas las salas al mismo tiempo era que conseguir los rollos de las cintas resultaba muy caro. Entonces, las salas juntaban sus presupuestos para conseguir las cintas que se llevaban de cine en cine en una motocicleta durante la función. “Eso era porque las películas podían tener tres, cuatro o cinco rollos, Entonces, una película, por ejemplo, podía empezar a las 3 de la tarde, y cuando se acababa el primer rollo a los 30 minutos, ese mismo se llevaba rápidamente a otra sala. A veces sucedía que el rollo no llegaba a tiempo y el público esperaba 5, 10 o 15 minutos para que se retomara la proyección”, cuenta el especialista. Pero la demora no era lo peor que podía suceder. En ocasiones, los rollos de las películas se perdían. Entonces el espectador que había visto ya la primera parte, la segunda y la tercera de pronto no sabía qué seguía en la historia porque se había perdido el rollo cuatro y el encargado proyectaba de frente el quinto; el público debía completar el vacío de la historia con su imaginación.

El gobierno de Juan Velasco Alvarado instauró una ley que obligaba a las salas de cine a proyectar, siempre antes de cada película, un cortometraje peruano. Esa práctica se mantuvo hasta 1991. “Luego del corto peruano, recién se proyectaban los tráileres y luego de eso se volvían a prender las luces para que el público recién saliera a comprar su canchita. Luego, el público volvía a entrar y se volvían a apagar las luces para que empiece la película”, recuerda Pita.

Mucho antes de las cadenas de cine había salas de estreno y salas de barrio. Las de estreno eran las que se encontraban en los centros comerciales o en zonas concurridas, mientras que las de barrio estaban rodeadas de casas. En las de estreno podían verse las películas más recientes y su costo era de alrededor de S/10, mientras que en las de barrio las películas eran muchas veces repeticiones y la entrada podía costar entre S/5 y S/3.

EL VIENTO DEL CINE

Ganó ocho premios Oscar y le fueron otorgados dos más: uno “por su excepcional utilización del color para la mejora del dramatismo en la producción” y otro por ser “pionero en la utilización de equipos coordinados en la producción”.

Fue una película que duró cuatro horas. Su director, Víctor Fleming, entrevistó a 1.400 actrices antes de contratar a Vivien Leigh para el papel de la joven Scarlett O’Hara. Cuenta la historia que el productor David O. Selznick decidió retrasar toda la producción de la cinta porque quería asegurarse de que Clark Gable podría estar disponible para interpretar a Rhett Butler.

Esta película también contó con la participación de Olivia de Havilland, quien hoy día es la única sobreviviente de la edad de oro del cine estadounidense.

“Lo que el viento se llevó” estuvo basada en el libro del mismo nombre de la escritora Margaret Mitchell. Cuenta la historia de Scarlett, una joven sureña enamorada del pretendiente de su prima. Ella trata de enamorarlo, pero él no le corresponde, y muy pronto estalla la guerra civil en Estados Unidos.

Lo que seguirá serán los intentos de Scarlett de procurarse una vida sin restricciones en lo material y emocional, aunque el destino le depare muchas desgracias.

CURIOSIDADES

La cinta cuenta con una escena que para los estándares de la época fue completamente impresionante. Es cuando Scarlett atraviesa un campo lleno de soldados heridos. El director quería que haya al menos 2.500 soldados tendidos en el piso, pero el Sindicato de Extras solo podía proporcionarle 1.500. ¿Cómo logró los otros 1.000? Añadiendo muñecos vestidos con uniforme.

Al principio, la película iba a tener otro título. Se barajaron posibilidades como “El clarín cantó la verdad”, “Otro día”, “No en nuestras estrellas” y “Lleve el peso cansado”. La decisión final es conocida.

La actriz Hattie McDaniel, quien interpretó a una criada en la película, se convirtió en la primera mujer afroamericana en recibir un Óscar en la categoría de Mejor Actriz de Reparto.

Vivien Leigh llegó a rodar hasta 125 días, cobrando US$25.000, mientras que Clark Gable ganó US$120.000 por tan solo 75 días de trabajo.

“Lo que el viento se llevó” es la película más taquillera de la historia si es que actualizan los datos incluyendo la inflación. De acuerdo con el libro de los Récord Guinness, “Lo que el viento se llevó” recaudó en su momento US$393,4 millones, que ajustados a la inflación equivalen a US$3.440 millones de hoy. Es decir, cerca de US$650 millones más que “Avengers: Endgame”. Como para entender que hay cosas del pasado que todavía son insuperables.

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