Katherine Subirana Abanto

Lucía Charún-Illescas (Lima, 1950), sabe que no ha sido profeta en su tierra, pero no lo lamenta. “Soy parte de una minoría étnica y no vivo en el Perú. Eso también ha hecho que no sea tan conocida, pero no me lo tomo personalmente”, dice. Aunque considera que la afroperuanidad es todavía poco visible, reconoce que hay algunos cambios y que, en ese sentido, es importante el hecho que hoy nos convoca: la reedición de su “Malambo”, bajo el sello editorial Planeta.

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Se trata de una obra publicada originalmente en italiano, el año 2000. Al año siguiente la Universidad Federico Villareal la editó en nuestro idioma y el año 2004 fue traducida y publicada en inglés. Lucía Charún-Illescas, la primera novelista afroperuana, reside actualmente en Hamburgo, Alemania, pero ha venido al Perú a presentar la reedición de “Malambo” en la Feria Internacional del Libro de Lima. La cita es hoy a las 18:00 en el auditorio José María Arguedas.

—¿Cómo fue el proceso de reedición de “Malambo”?

Siempre hubo una propuesta de reeditar “Malambo” en castellano, porque la del 2001 fue una edición pequeña. Además, últimamente era muy pirateada y fotocopiada, cosa que por mi lado debo agradecer [dice entre risas]. Me decían que “Malambo” se encontraba en Amazonas, en el piso, que había que buscarlo nomás, que había varias ediciones. Gabriel Ruiz Ortega, mi editor, fue quien se preocupó por presentarla a Planeta. Reeditarla me ha permitido hacer algunas correcciones.

—Me parece que es este un mejor tiempo para que “Malambo” tenga un mayor reconocimiento, a propósito de la visibilización del activismo afroperuano ¿qué dice usted?

Creo que se ha avanzado bastante en la visibilización de lo afroperuano. El Perú ya es reconocido también como un país que es parte de la diáspora africana. Eso es interesante, porque el nuestro siempre ha sido reconocido como un país andino. Siempre tengo que repetir que soy peruana, y me ha pasado desde la niñez, cuando salía a la calle y me preguntaban de dónde eres, yo decía “soy peruana, por qué me preguntan”. Nosotros somos una minoría a comparación de la población afro que hay en Brasil o Colombia…aunque realmente no somos minoría, sino que hemos sido invisibilizados. Hoy hay cosas que han cambiado mucho, por ejemplo, la Unesco ha reconocido el Lugar de la Memoria de la Esclavitud, lo que es ahora el Museo de Zaña. Ahí está y me parece impresionante que se haya logrado.

—¿Cómo incluye su trabajo y su activismo dentro de esta corriente de reconocimiento?

Me he abocado a dar conferencias, básicamente en otros países, sobre la importancia de la afroperuanidad en la constitución del país. Se habla mucho, por ejemplo, del Bicentenario de la Independencia, pero no de los movimientos de rebelión afros que se explotaron en el sur. Para mí es importante recordarlos, y es parte de mi trabajo que se reconozca lo afroperuano a lo largo de la historia. Mira, en el Perú, en la época de la Colonia las personas afro fueron divididos mediante un trabajo muy bien pensado: se compraban esclavizados de diferentes etnias para que no se puedan comunicar entre sí, por ejemplo.

Originalmente, su novela “Malambo” fue publicada en el año 2000.  (Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)
Originalmente, su novela “Malambo” fue publicada en el año 2000. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)
/ ANTHONY NINO

—En ese sentido, qué significó el trabajo de investigación que realizó para escribir “Malambo”

Prácticamente no había para mí material conocido sobre los afroperuanos en la ciudad de Lima. El afroperuano de ciudad ha sido olvidado. El mismo barrio de Malambo y su tradición casi fueron borrados de la historia. Ahora esa calle se llama Francisco Pizarro.

—Simbólico que le hayan puesto ese nombre para borrar el de Malambo.

Increíble, ¿no? La historia de los corralones de Malambo estaba totalmente olvidada. Entonces, prácticamente tuve que recrearla. Hice mucha investigación histórica, pero también tuve que recrearla e inspirarla. El primer personaje de la novela es un pintor, la cuña entre el artesano y el artista, porque también entre los esclavizados hubo artistas, no todos eran peones. Fue un trabajo bastante difícil del que me quedó no sé cuánta investigación que aún tengo y sigo trabajando. Reconozco que ha sido un trabajo casi pionero en lo que se refiere a colocar a los personajes afro en la ciudad de Lima, pues mira que está muy bien documentado que Lima en cierta época fue más afro que española o indígena, pero eso también fue borrado. Tenemos una capacidad de olvido y de borrar historias, alucinante. Mi idea primero fue colocar como personaje principal a una mujer, pero Tomasón se impuso y no quise forzarlo, decidí dejarlo fluir. Tal vez porque es el que guarda la memoria de la África ancestral, y era importante para mí también.

—¿Tuvo en su familia alguna persona que fungiera de contadora de historias?

No. Yo soy hija de padres huérfanos. Mi madre era huérfana de padre y madre, mi padre era huérfano de madre. Mis padres no tenían historia familiar. El único abuelo que me quedaba murió cuando yo tenía seis o siete años. Entonces, yo no vengo de una familia donde la abuela se sentaba a contar historias después de cocinar el puchero. Yo vengo de un mundo muy limeño, pero desde ahí también se pueden contar historias.

—Sus primeros referentes de lectura han sido masculinos, ¿cuándo llegaron a usted los referentes de escritoras mujeres?

En la literatura nacional y en los libros de enseñanza primaria y secundaria las escritoras son casi invisibles. Hasta ahora es bien difícil que las mujeres publiquen. No que escriban, pues con seguridad hay muchas mujeres que escriben y mucho, pero no publican o lo hacen en ediciones muy regionales, que no llegan al canon. Para ser sincera, la primera vez que leí a una mujer conscientemente fue a Gabriela Mistral, por el Premio Nobel y porque en la escuela sí se enseñaban sus poemas infantiles. El leer a escritoras, y sobre todo a escritoras peruanas ha sido un esfuerzo personal.

—¿Cuál fue su primer acercamiento a la literatura afro?

En mi caso, más que a la literatura, me acerqué a la música afroperuana. No vi la compañía de Pancho Fierra, pero sí conocí las décimas de Nicomedes Santa Cruz y vi un par de obras de teatro de Victoria Santa Cruz. La voz de la familia Santa Cruz fue clave para entender la afroperuanidad. Posteriormente vinieron Galvez Ronceros, o Gregorio Martínez. Luego, he vivido también en Estados Unidos y para mí fue importante descubrir también a escritoras afroamericanas que tampoco se traducían a castellano. Muchas obras quedaron desaparecidas por la no traducción.

Lucía Charún Illescas confesó que la primera vez que leyó a una mujer conscientemente fue a la poeta chilena Gabriela Mistral. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)
Lucía Charún Illescas confesó que la primera vez que leyó a una mujer conscientemente fue a la poeta chilena Gabriela Mistral. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)
/ ANTHONY NINO

—¿Por qué decide irse?

A veces una no decide, a veces la vida decide por uno. En algún lugar hay que vivir, y a mí me ha tocado vivir en los Estados Unidos, en Alemania, en varios países. Pero yo vengo todos los años, tengo a toda mi familia aquí. Mira, vamos a hablar claro. Para poder escribir, las mujeres que escribimos, la tenemos bien difícil. Yo estoy segura de que un hombre que escribe, un escritor, no se levanta y pasa la escoba antes de sentarse a escribir, ni le da desayuno a los hijos ni le pone el uniforme para mandarlos a la escuela para después sentarse a escribir. Yo no tengo hijos, pero te digo que para escribir, sobre todo novelas, hay que dar una sentada larga. Tú no puedes escribir una novela en tres días, cinco días, tres meses. Te va a demorar años, sobre todo si quieres hacer un trabajo que tenga investigación histórica. Y mientras escribes, también tienes que vivir, mejor dicho, que mantenerte. Entonces, es una inversión económica la que haces, sin saber si va a resultar. Por eso hay muy pocas escritoras, o las hay de determinada capa social que tienen, de alguna forma, posibilidades. A mí esa posibilidad me la dio vivir en otra sociedad, en otro país. Fuera del Perú encontré un espacio para trabajar, con un pago para mantenerme, y que me permite tomarme un tiempo para escribir.

—¿En algún momento pensó que no iba a poder vivir de esto?

En ningún momento pensé que iba a dejar de escribir. Lo que pensé era que quizá no iba a poder publicar. Escribir, sí. El problema no era escribir o no. El problema primero es que te publiquen y luego tener éxito o no. Aquí en el Perú es increíble cómo muchas personas se autopublican, el problema después es que entran en deuda, o no tienen una buena distribución, etcétera. Yo he seguido y seguiré terca en mi tema: sigo escribiendo, tengo dos novelas más en el cajón del escritorio y sigo haciendo periodismo.

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