Washington [AFP]. Desde que se conoció el primer caso de una persona contaminada por el nuevo coronavirus a fines de enero, hasta ahora, en que el total ha llegado a los 100,000, Estados Unidos se convirtió en el país con mayor número de enfermos.
Unas 1,500 personas han fallecido hasta ahora en el país por la COVID-19, aunque por el momento la tasa de mortalidad sigue siendo muy inferior a la de Italia y la de varios países europeos.
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¿Cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Y qué pasará después?
Pruebas, pruebas, pruebas
Los expertos en salud pública dicen que si bien aún no se ha alcanzado el pico de la epidemia, hay varias razones por las cuales la COVID-19 se ha extendido tanto en Estados Unidos.
Al principio del brote, el presidente Donald Trump fue acusado de minimizar su gravedad, al afirmar que la propagación sostenida en la comunidad no era “inevitable”, incluso después de que un alto funcionario de salud sostuviera lo contrario.
A medida que la pandemia se arraigó, primero en los estados de la costa oeste de Washington y California, el país no estuvo en condiciones de realizar un rastreo significativo de casos porque las pruebas eran muy lentas.
Inicialmente, el gobierno se negó a relajar los obstáculos regulatorios que habrían permitido a los departamentos de salud estatales y locales desarrollar sus propios kits de prueba basados en las pautas proporcionadas por la Organización Mundial de la Salud, y las primeras muestras se enviaron a la sede de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) en Atlanta.
Luego, el CDC remitió kits de prueba defectuosos a los estados, lo que profundizó el retraso.
El 29 de febrero, fecha de la primera muerte por el nuevo coronavirus en Estados Unidos y más de un mes después del primer caso confirmado, el gobierno levantó esa prohibición.
El sector privado se sumó más tarde.
“Si hubiéramos podido hacer un seguimiento de los contactos de los contaminados, podríamos haber encontrado muchos más casos rápidamente y cerrar los puntos críticos”, dijo a la AFP Gabor Kelen, director de medicina de emergencia de la Universidad Johns Hopkins.
Los funcionarios estadounidenses han defendido su respuesta, afirmando repetidamente que las pruebas desarrolladas por Corea del Sur, que se considera un ejemplo de las mejores prácticas por su reacción inmediata y enérgica, a veces producen falsos positivos.
Kelen discrepa con ese razonamiento. “Una cosa que les enseño a mis residentes es que algo es mejor que nada, que más pronto es mejor que más tarde, y que si una prueba es buena, dos son mejores. Lo perfecto es enemigo de lo bueno”, dijo.
La ausencia de una respuesta nacional
El densamente poblado estado de Nueva York se ha convertido en el epicentro del brote en Estados Unidos con casi 45,000 casos hasta el viernes, aproximadamente la mitad del total nacional, y más de 500 muertes.
Su gobernador, Andrew Cuomo, predice un pico de infectados en aproximadamente 21 días, alrededor del 17 de abril.
Siguen a Nueva York el vecino Nueva Jersey, luego los estados de la costa oeste California y Washington, y después los de Michigan e Illinois en el Medio Oeste, con grupos concentrados en las principales ciudades.
Los estados o áreas que aún no han experimentado aumentos repentinos no deberían ser complacientes, alertó Thomas Tsai, cirujano general y profesor de política de salud en Harvard.
“Estados Unidos no es un monolito, hay 50 estados diferentes con diferentes respuestas gubernamentales de los gobernadores y los departamentos estatales de salud pública”, dijo a la AFP.
“Creo que lo que se necesita es un esfuerzo verdaderamente coordinado a nivel nacional”, señaló, advirtiendo que continuar con una “respuesta irregular” en los movimientos de las personas llevaría a otros estados a conocer un espiral ascendente de casos similar al de Nueva York.
Hasta el viernes por la tarde, el 61% de la población estadounidense, de 330 millones de habitantes, fue llamada a un confinamiento, lo que significa que el 39% restante no lo ha sido.
¿Ahora qué?
Un punto relativamente positivo es que la tasa de mortalidad basada en los casos confirmados se ha mantenido baja hasta el momento: 1.5%, en comparación con 7.7% en España y 10% en Italia.
Sobre si continuará esa tasa, los expertos están divididos.
"La baja CFR (tasa de letalidad) no es tranquilizadora", dijo a la AFP David Fisman, epidemiólogo de la Universidad de Toronto.
“Se elevará porque le toma tiempo a la gente morir. Mi mejor conjetura es que Estados Unidos está en la cúspide de un brote absolutamente desastroso”.
Los expertos coinciden en que se requiere con urgencia medidas de distanciamiento social en todo el país para tratar de “aplanar la curva”, disminuyendo la tasa de infección para que los hospitales no se desborden, como es el caso de Nueva York.
Pero desde un punto de vista científico, el patógeno podría “mutar hacia abajo” y volverse menos virulento a medida que pasa el tiempo, dijo Kelen, como suelen hacer virus similares.
Expertos sostienen que el calor y la humedad del verano también podrían retrasar su propagación.
Desde la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington se cree que el pico del brote puede llegar a mediados de abril.
El número de muertes seguiría aumentando, pero luego se estabilizaría en unos 80,000 en julio, estiman.
Su modelo sugiere un total de 38,000 muertes en el extremo inferior y 162,000 en el extremo superior.
A modo de comparación, la gripe mató en Estados Unidos a 34,000 personas entre octubre de 2018 y marzo del 2019.
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¿Qué es el coronavirus?
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden causar diferentes afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV).
El coronavirus descubierto recientemente causa la enfermedad infecciosa por coronavirus COVID-19. Ambos fueron detectados luego del brote que se dio en Wuhan (China) en diciembre de 2019.
El cansancio, la fiebre y la tos seca son los síntomas más comunes de la COVID-19; sin embargo, algunos pacientes pueden presentar congestión nasal, dolores, rinorrea, dolor de garganta o diarrea.
Aunque la mayoría de los pacientes (alrededor del 80%) se recupera de la enfermedad sin necesidad de realizar ningún tratamiento especial, alrededor de una de cada seis personas que contraen la COVID-19 desarrolla una afección grave y presenta dificultad para respirar.
Para protegerse y evitar la propagación de la enfermedad, la OMS recomienda lavarse las manos con agua y jabón o utilizando un desinfectante a base de alcohol que mata los virus que pueden haber en las manos. Además, se debe mantener una distancia mínima de un metro frente a cualquier persona que estornude o tose, pues si se está demasiado cerca, se puede respirar las gotículas que albergan el virus de la COVID-19.
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