El reciente proceso electoral en Bolivia ha dividido a la población entre quienes apoyan la permanencia de Evo Morales en el cargo y quienes denuncian un fraude electoral orquestado en conjunto entre el Ejecutivo de La Paz y el Tribunal Supremo Electoral (TSE).
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Entre estos últimos no solo se cuentan a los miles de manifestantes que desde la noche del domingo han salido a protestar contra lo que consideran una manipulación de los resultados, sino también a observadores del proceso y voces internacionales como los de la OEA o la Unión Europea.
Los cuestionamientos han mostrado, también, la desconfianza de los bolivianos hacia el ente electoral. El senador opositor Arturo Murillo, por ejemplo, comparó a los actuales miembros del TSE con “La banda de los Cuatro”, protagonistas de uno de los capítulos más oscuros para la democracia altiplánica, según el diario El Deber.
“Es una confianza que se ha venido deteriorando y reduciendo como muestran todas las encuestas comparativas a través del tiempo, y que señalan que el TSE tenía su confianza históricamente más baja incluso antes de estas elecciones”, detalló hace unos días para El Comercio el director de la ONG Ciudadanía, Daniel Moreno.
El retraso por cerca de 24 horas en el conteo rápido de los votos fue la chispa que desató las actuales protestas, pero el descontento con el proceso viene desde finales del 2018 cuando el partido oficialista Movimiento al Socialismo (MAS) inscribió a la fórmula de Evo Morales y Álvaro García Linera.
En el 2016, un referéndum había mostrado que la mayoría de bolivianos (51,3%) rechazaba una nueva reelección de Morales. Sin embargo, una sentencia emitida al año siguiente por el Tribunal Constitucional habilitó al mandatario para postular nuevamente. La tensión generada a partir de ello y la solicitud por inscribir a la dupla Morales – García provocó la renuncia de Kathia Uriona como presidenta del TSE.
María Eugenia Choque sustituyó a Uriona y efectuó la inscripción. Además, a poco de su llegada reemplazó a personal clave en el funcionamiento del TSE, como al jefe de Departamento responsable de la Base de Datos de la Dirección Nacional de Tecnología de la Información o al de Sección de Infraestructura y Comunicación, según reseña la edición del 7 de enero del diario boliviano La Razón.
“En Bolivia ya no existe división de poderes, todos los poderes e instituciones son obsecuentes al gobierno de Evo Morales y la corte electoral ha dado evidentes pruebas de sumisión y subordinación al Poder Ejecutivo”, explicó a El Comercio la experta en Derecho Internacional y académica de la Universidad Mayor de San Andrés, Karen Longaric.
El último martes, la renuncia del vicepresidente del TSE, Antonio Costas, avivó aún más las voces de quienes denuncian que el ente electoral responde a los intereses del Gobierno. Cuestionamientos que en Bolivia han recordado a la época de “La banda de los Cuatro”.
Corría el año 1989, la democracia boliviana contaba apenas una década desde la salida de la dictadura de Hugo Banzer y las elecciones estaban bajo la supervisión de la Corte Nacional Electoral (CNE).
Gonzalo Sánchez de Lozada postulaba a la presidencia como candidato del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Al frente tenía a Jaime Paz, del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y al mismo Banzer de Acción Democrática Nacionalista (ADN).
Las urnas arrojaron un inédito triple empate en el que el MNR obtuvo el 25,64% de los votos, seguido de ADN con el 25,23% y el MIR con el 21,82%. Sin embargo, Sánchez no terminaría gobernando y en su lugar asumiría Jaime Paz por un polémico acuerdo entre el MIR y ADN conocido como el Acuerdo Patriótico.
Esta inexplicable situación encontraría forma al revelarse que cuatro de los siete vocales que conformaban la CNE habían manipulado los votos. Mauro Cuéllar Caballero, Jorge Torrico, Edmundo Aráoz y Róger Pando –los tres primeros militantes de ADN y el último del MIR– estuvieron detrás del fraude, por lo que pasarían a ser conocidos como “La banda de los Cuatro”.
“(Hubo) anulación masiva de ánforas, alteración de resultados, arbitraria asignación parlamentaria. Las minorías fueron borradas. Fue uno de los momentos más bochornoso que vivió el país”, escribió al respecto el actual candidato Carlos Mesa en su libro Historia de Bolivia.