Dos sentimientos coexisten por estos días entre los habitantes de las soleadas Islas Baleares: la alegría de poder volver a empezar a trabajar en un paraíso que vive del turismo y el temor a un fuerte rebrote de coronavirus propiciado, paradójicamente, por la llegada de los viajeros que tanto extrañan.
“La palabra ‘aislado’ viene de isla, así que aquí estuvimos doblemente aislados durante los tres meses que duró el cierre de fronteras por la pandemia, por eso no tuvimos tantos casos”, dice Ernesto Sardi, médico peruano afincado en Mallorca, la isla más grande del archipiélago mediterráneo.
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Las Islas Baleares fueron la primera comunidad autónoma de España, uno de los países más afectados por el COVID-19, en recibir turismo extranjero. El 15 de junio, cuando las fronteras españolas aún estaban cerradas, cerca de 400 alemanes llegaron a Mallorca en el inicio de una prueba piloto puesta en marcha para reactivar el turismo y poner a prueba los protocolos de seguridad.
Ahora, con las fronteras más abiertas, el flujo de turistas es cada vez mayor. El 21 de junio, España levantó el confinamiento y abrió las puertas a los ciudadanos de la Unión Europea y del espacio Schengen, además de los británicos. En los primeros días de julio, visitantes de otros 12 países extracomunitarios se sumaron a la lista. El Perú no fue uno de ellos.
Según el periódico “Diario de Mallorca”, este fin de semana 495 vuelos, en su mayoría internacionales, llegaron a los tres aeropuertos de las Islas baleares, principalmente a Palma.
“Nosotros vivimos durante seis o siete meses de forma directa e indirecta del turismo europeo. Y ahora que han vuelto los turistas hemos visto más casos de coronavirus en Mallorca, sobre todo en ciudadanos alemanes. Hace unos días llegaron a Menorca, la isla que está al lado, personas de Estados Unidos y se reportaron dos contagios. Eso es lo que sucede ahora”, dice el peruano.
Sardi, especialista en rehabilitación, ha vivido 40 de sus 61 años en España. Ha estado en contacto directo con pacientes con coronavirus desde la primera semana que el virus llegó a Mallorca y su departamento se sumó al de cuidados intensivos. Aunque el número de casos en las Islas Baleares (227 muertos y 2.335 contagiados) es mucho menor que el registrado en el resto de España, el panorama al inicio de la pandemia fue igual de angustiante.
“Todo empezó en marzo y no teníamos idea de esta enfermedad, teníamos mucha información que a la vez se repetía. Al principio también sufrimos la falta de material. Todos fuimos aprendiendo. Aprendimos a ponernos el traje y a convivir con la preocupación de salir de ese traje. Era realmente estresante quitártelo porque no sabías si habías seguido todo el protocolo correctamente y pensabas si es que en algún momento tú mismo te podías haber infectado”.
Una de las cosas que más valora de todo lo vivido en la pandemia es la entrega de todo el personal médico, de las enfermeras y los trabajadores de limpieza. “Todos hemos estado ahí. Yo experimenté muchas sensaciones. Por un lado, sabía el riesgo que había, pero al día siguiente estaba deseoso de volver a entrar en zona UCI COVID-19. Tenía esa ansiedad de querer estar otra vez en primera línea”, cuenta.
Reapertura temerosa
Quienes viven del turismo en las Islas Baleares solo tienen julio y agosto, los dos meses que quedan de vacaciones en Europa, para intentar recuperar algo de lo perdido. Los aeropuertos van recobrando poco a poco la normalidad, pero el panorama está bastante lejos de ser el habitual.
Según la agencia Associated Press, el turismo representa el 12% del PBI de España y genera 2,6 millones de empleos. En las Islas Baleares, no obstante, el 30% de la economías gira en torno a esa industria. Todos los análisis coinciden en que este año las pérdidas serán multimillonarias en el sector.
Diana Quispe, limeña de 38 años, tiene junto a su socia un restaurante de comida peruana en el centro de Palma de Mallorca. Cuenta que al inicio pocos creían en Mallorca que el virus del que se hablaba en China pudiera llegar a Europa y menos aún a España, pero el anuncio de confinamiento obligatorio y el cierre de negocios les hizo darse de golpe con la realidad.
Quispe y su socia, también peruana, cerraron su restaurante el 15 de marzo. Tenían permitido hacer comida para delivery, pero la gente no compraba porque temía que el virus pudiera transmitirse por la comida. “Nos afectó bastante porque vivimos del turismo”, dice Diana, que lleva 18 años en España.
Explica que el plan de reapertura aplicado en la isla es progresivo y que poco a poco los negocios van abriendo, aunque muchos hoteles aún permanecen cerrados. “La situación es complicada, tienes que volver a invertir, empezar de cero. Ha habido ayudas económicas, pero los impuestos no nos han perdonado”.
Afortunadamente, el negocio de las peruanas es uno de los que ha podido reabrir y desde el 1 de junio ha vuelto a funcionar, aunque bajo las condiciones de la llamada “nueva normalidad”.
“Nosotras menos mal guardamos pan para mayo y pudimos reabrir. Ahora sobre todo queremos darle a la gente un poco de tranquilidad. Desinfectamos totalmente el local, redujimos el número de mesas, hemos puesto gel de manos desinfectante, guantes, todo para que la gente sienta confianza”, afirma.
Hoy el temor está en la llegada de los turistas. “Cada vez vienen más, lo que es bueno, pero a la vez nos provoca miedo de que pueda haber un rebrote y pueden volvernos a confinar y a cerrar”, apunta la peruana.
“Vivir con el virus”
Sardi apuesta por una estrategia que ayude a prevenir los contagios antes de que los turistas lleguen a las islas. Asegura que si las pruebas de coronavirus se hacen en sus países de origen, los riesgos serán menores. “Ahora mismo solo estamos con el termómetro, con la inspección visual y con un papel firmado, lo que francamente es muy pobre. Yo considero que España tiene que poner algunos filtros para que no se vayan a producir contagios con las personas que vengan de vacaciones”.
Pone de ejemplo el accionar de Alemania, que hace poco más de una semana anunció que frenará el turismo a las Islas Baleares si se superan los 70 casos diarios de COVID-19 durante una semana en este territorio español.
“En este punto el mayor riesgo es confiarse y creer que el virus ya es historia. El virus está aquí y vamos a tener que aprender a convivir con él, los ciudadanos siendo responsables y el sector sanitario intentando detectar enseguida los casos para aislarlos a ellos y a sus contactos”, afirma.
En este momento, insiste, cuidarse es la mejor publicidad. “Es importante demostrar que somos un lugar seguro y que cumplimos las normas”.
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