En una columna de opinión escrita hace 11 años para este Diario1, me preguntaba si era posible escribir un libro de de casi 600 páginas que fuera fácil de leer y que capturara la atención de toda clase de público de principio a fin. Consideraba que y lo habían logrado en el 2012 con “Why Nations Fail” (“Por qué fracasan los países”). Ellos, junto con Simon Johnson, combinan la economía con la ciencia política, la historia y los estudios del desarrollo, para persuadirnos del papel central que juegan las instituciones en la prosperidad de las naciones. Esta semana, la Real Academia Sueca les otorgó merecidamente el Premio Nobel de Economía 2024.

Los autores parten de ejemplos recientes, como las diferencias en niveles de vida de mexicanos a ambos lados de la frontera: Nogales (Arizona) y Nogales (Sonora), para luego, en viajes imaginarios, retrotraernos a los orígenes de las sociedades coloniales, a fin de explicar las causas de sus niveles de desarrollo o subdesarrollo actuales.

Un caso peruano incluido se refiere a las escasas diferencias sociales, demográficas y geográficas entre las provincias de Calca y Acomayo en Cusco. Actualmente, los habitantes de Acomayo son mucho más pobres y consumen casi un tercio menos que los de Calca. Es en esta línea que la tesis de Melissa Dell presentada en el 2010 en el MIT, y supervisada por Acemoglu, explica cómo el sistema colonial de trabajo forzoso conocido como la “mita”, que afectó a Acomayo pero no a Calca, puede estar detrás de estas diferencias. Los resultados publicados un año después, en “Apuntes”2, indican que los derechos de propiedad y el desarrollo de haciendas en Calca promovieron inversiones en capital físico y humano en dicha provincia, mientras que Acomayo quedó históricamente empobrecida.

Sabemos que todo proceso de crecimiento sostenido depende de una gran acumulación de factores y de mejoras tecnológicas. Pero la pregunta más profunda por responder es por qué hay sociedades que en ciertos momentos de la historia han logrado emprender este proceso y otras que no.

La respuesta que proponen los laureados es que son las instituciones inclusivas, las que garantizan derechos de propiedad, estabilidad jurídica e igualdad de oportunidades, las que promueven estos cambios. Sin embargo, como todo proceso de desarrollo viene acompañado de episodios de “destrucción creativa”, con grandes ganadores pero también perdedores, han existido a lo largo de la historia intereses opuestos a estas políticas, que en algunos casos se han logrado neutralizar, pero que en otros no.

Quizás los autores exageren sus puntos de vista al comparar el poder explicativo de su teoría con relación a otras diferencias, como las geográficas o las culturales. Pero es indudable el peso que han adquirido los factores institucionales al analizar el pasado y predecir el futuro económico de las naciones. Desde este punto de vista, nuestro país todavía “cojea”, y mucho.

Por ejemplo, en los rankings de competitividad internacional como el del Foro Económico Mundial, el primer pilar analizado es el de las instituciones. En dicha dimensión nos situábamos en el 2019 en el mediocre puesto 94 entre 141 países, debido al insuficiente respeto y protección a los derechos de propiedad, la desconfianza en la policía, los altos niveles de corrupción, la poca independencia del Poder Judicial, la extensión del crimen organizado (entre los diez peores países del mundo) y muchos otros aspectos críticos.

A juzgar por todas las falencias mencionadas, estamos lejos de ganarle el partido al subdesarrollo. Peor aún, hemos retrocedido en casi todos estos frentes en los últimos años. No se ha tratado de un Nobel teórico solamente este 2024. Ha sido un galardón con mucho mensaje urgente para la reflexión y, sobre todo, para la acción.


1 “Instituciones, crecimiento y desarrollo”, 1 de febrero del 2013.

2 Revista de Ciencias Sociales de la Universidad del Pacífico.




*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gustavo Yamada es Vicerrector de Investigación de la Universidad del Pacífico

Contenido Sugerido

Contenido GEC