
La más reciente película del cineasta español Pedro Almodóvar, (“La habitación de al lado”) narra la historia de una corresponsal de guerra enferma con un cáncer terminal y la forma cómo decide que la eutanasia es la salida a su trágica situación. Me identifiqué con muchos aspectos del filme protagonizado por las actrices Tilda Swinton y Julianne Moore, ya que desde hace unos meses he padecido de cáncer.
La gran interrogante de la protagonista (Swinton) es como vivir los últimos días de su vida. No se considera estoica; por el contrario, quiere huir del dolor. Tampoco quiere caer en autocompasión. Está cansada de sufrir y de haber perdido su independencia y no cree que hay ninguna salida mientras viva con su enfermedad.
Cuando uno sufre, todo parece dar vueltas alrededor de lo que ella llama “el puto cáncer”. Al mismo tiempo que va perdiendo facultades apreciadas profundamente. En el caso de la protagonista del filme, la concentración, la lectura y la escritura.
Algo que considero sumamente sugerente es la idea de que se sufre más cuando se tiene un cuerpo fuerte y sano. Como se dice en un momento de la cinta de Almodóvar, uno puede combatir el cáncer, pero en un cuerpo sano significa que se prolonga el deterioro por mayor tiempo.
Un cuerpo sano puede hacer frente a los embates de la enfermedad y su tratamiento, pero así prolonga la agonía. El cuerpo resiste la enfermedad, pero sigue instalada en la mente y se evidencia en el deterioro de las facultades.
Estas ideas me sirvieron para proyectarlas a lo que es la vida en el Perú. Como tenemos un país relativamente sano, especialmente en indicadores económicos y de formalidad democrática electoral (se suele decir que “el Perú es más grande que sus problemas”), pero, en este, el cáncer de nuestro deterioro se prolonga y se vuelve más doloroso, a pesar de que todo sigue funcionando con aparente normalidad.
A diferencia de épocas críticas anteriores en las cuales la inseguridad iba acompañada de hiperinflación, terrorismo y escasez que nos llevaba a unirnos en torno a la supervivencia. Ahora vivimos en una relativa estabilidad, pero acompañada de una gravísima crisis moral y normativa que ha dañado nuestra capacidad de convivencia para desarrollar las capacidades necesarias con el objetivo de construir desarrollo sano en todos los aspectos.