
Hay historias que nos sacuden porque nos obligan a mirarnos al espejo, y la serie de Netflix “Adolescencia” es una de ellas. En su trama, un niño, apenas un adolescente, se ve arrastrado por un torbellino de resentimiento hasta el punto de querer agredir –o incluso asesinar– a una niña. El culpable, según la narrativa, no es solo él, sino un ecosistema digital tóxico: ‘streamers’ en TikTok y comunidades en línea de la ‘manosfera’ que alimentan su furia. La pregunta que queda resonando es incómoda pero inevitable: ¿podría algo así pasar en el Perú? Duele aceptarlo, pero la respuesta es sí. Y no solo podría pasar, sino que las piezas para que ocurra eso ya están sobre la mesa.
La violencia entre jóvenes no es una novedad en el país, siendo claramente el bullying la forma más difundida de expresar una ira contenida que a veces no sabemos interpretar adecuadamente como sociedad. Y aunque lo que “Adolescencia” muestra es un niño que, influenciado por ideas extremas, cruza el umbral hacia lo impensable, también es cierto que una mala gestión de la frustración, una inexistente autorregulación digital y finalmente una amplia brecha digital entre padres e hijos podrían detonar situaciones indeseables.
Si además consideramos que, amén de conseguir el sueño de la fortuna rápida en TikTok, vía el sueño del influencer vuelto millonario, pululan demasiados comentarios irresponsables que tal vez sin querer están forjando eso que la –mala– socialización digital ha derivado en llamar ‘manosfera’. Es decir, esa red de comunidades digitales que glorifica una masculinidad agresiva y culpa a las mujeres de todo, como una válvula para el enojo. Imperceptible, pero hay indicios de la existencia de una ‘manosfera’ local, que puede detonar inopinadamente.
Pero el asunto no es solo la tecnología, sino todos los “puntos ciegos” sociales que no queremos asumir. Por ejemplo, como van los tiempos, es ya negligente que los padres y tutores no se alfabeticen digitalmente de propia mano, para así, cortar la clara brecha digital que existe entre ellos y sus hijos. Y en ese sentido, la cuota de una lectura semanal de esta columna puede colaborar en abrirle una ruta hacia su propia alfabetización mediática.
La serie “Adolescencia” enerva nuestra sensibilidad porque en el fondo nos suena a una advertencia. Sí, es factible que un niño peruano, influenciado por ‘streamers’ irresponsables y la ‘manosfera’ local, intente agredir a otra niña, vía bullying. Eso ya pasa. Y sí, es posible que, en el peor de los casos, esa agresión escale a algo más grave.
Menos mal, las ficciones aplican como simulaciones que, en el mejor de los casos, permiten corregir lo que haya que corregir.
No seré un ‘spoiler’, no le voy a avinagrar el final de la serie “Adolescencia” hablándole más de la trama, en caso aún no la haya visto.
Sí le sugiero que la vea y que, sobre todo, si puede ayude a sus hijos a mejorar el consumo de lo que ven, leen o comparten en las redes sociales, explicándole que esos espacios digitales hace mucho que dejaron de ser lugares de esparcimiento para ser espacios a los que hay que entrar con pies de plomo: con prudencia alta.