La sociedad está construida como una casa. Cada ciudadano ayuda en su edificación y mantenimiento acorde con sus habilidades y capacidades. Miyamoto Musashi, en su “Libro de los cinco anillos”, establece que la labor acorde a la capacidad no denigra a uno ni engrandece al otro, sino que resalta la importancia de las particularidades de los individuos en la creación de un bien común. Alguien debe erigir los pilares sobre los que se construirá la morada, así como alguien debe llenar los estantes con conocimientos esenciales para la formación de los habitantes. Ambos deberes son importantes para que no acontezca el ocaso de la civilización.
El periodismo pretende cumplir múltiples funciones necesarias para el cuidado y formación de la sociedad. En un mundo ideal, el periodismo es el perro guardián que protege el hogar de los males que lo acechan, el palacio de la memoria que permite entender quiénes somos y cómo llegamos a donde estamos, el ágora en el que se forma la opinión pública, la brújula que permite navegar el océano de incertidumbre que habitamos, la voz de aquel que escapó de la caverna y nos libra del mundo de las ilusiones permitiéndonos ver la realidad.
El periodista tiene el deber de recopilar información sobre los sucesos más relevantes para las vidas de sus conciudadanos, separar el trigo de la cizaña, enriquecer las mentes y llevarlas a un estado de consciencia plena del mundo que los rodea. Una responsabilidad monumental capaz de aplastar a cualquiera que no posea una voluntad como la de Atlas. Solo aquellos de noble corazón son capaces de alzar la carga sin vacilar ante los ataques de terceros que desean su ruina, ni permiten que la avaricia y el hambre de poder corroan su ser.
Un buen periodista vive al servicio de los demás, y se encuentra sumamente dispuesto a entregar su tiempo y su vida por ellos. Un mal periodista huye ante el peligro o entrega a sus pares a las fauces del infierno con tal de recibir pervertidos e inmerecidos palmareses y laureles. El periodismo puede mejorar al Perú siempre y cuando el periodista sea honesto y considere que es más importante satisfacer el alma que la carne, pues como dijo Luis Miró Quesada de la Guerra: “El periodismo puede ser la más noble de las profesiones o el más vil de los oficios”.