Jesus Osorio Calderon

Hace algunos años, estudiar medicina en el Perú era un privilegio reservado a una élite académica. La Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) y otras pocas casas de estudio se erigían -al menos en Lima- como las únicas puertas de entrada para quienes soñaban con salvar vidas. Instituciones en donde solo los mejores puntajes lograban el ingreso y en donde décimas, incluso centésimas, dictaban el futuro de cientos de jóvenes ansiosos por ser médicos. Pero, ¿qué ocurría con quienes no lograban alcanzar una vacante?