
Luna Sofia Miranda, actriz de “Anora” y stripper en el club Pumps de Brooklyn, se preocupa por no tener maquillaje durante 30 minutos de una entrevista virtual con Saltar Intro de El Comercio. Con la cara lavada, la joven de 26 años mira la computadora a través de sus lentes hipster —esos de la abuela—. Está peinada con trenzas, que cuelgan encima de su gran polera color opaco, porque tolera el mes más frío en Nueva York con mucha ropa encima. El público la conoce con menos prendas. Emocionada, se excusa por la demora en responder a los varios emails semanas atrás, pues desde que la película de Sean Baker fue nominada a los Oscar 2025 han llovido las comunicaciones con la prensa.
En la película, que la noche del domingo 2 de marzo del 2025 se convirtió en la gran triunfadora de los Premios de la Academia, representa a Lulu, una trabajadora sexual de un club inspirado en el lugar donde Luna labora como “bailarina exótica” desde que empezó la universidad. Su primer largometraje, fuera de los proyectos universitarios, llevó a la neoyorkina de madre venezolana-colombiana y padre estadounidense a importantes galas. Inició como stripper para poder pagar sus estudios en artes, y el camino ha sido largo hasta las alfombras rojas de Cannes y Toronto (TIFF), a donde asistió con recursos propios, “porque nadie de la producción invitó a las trabajadoras sexuales que actúan en la película a los eventos”.

“Anora”, ganadora del Oscar 2025 a Mejor película, Mejor dirección y Mejor actriz, fue escrita por Baker junto a su esposa Samantha Quan narra el romance de una trabajadora sexual, Ani (Mikey Madison), a quien un joven ruso ataranta hasta robarle un pedazo de su corazón y por completo su paciencia. Lulu (Miranda) es la mejor amiga de la protagonista en el club donde trabaja de noche.
Luna estudió la secundaria y el bachillerato en una escuela pública de teatro, pero los estudios universitarios significaron un cambio en su vida. “Cónchale, la verdad es que llevo tantos años trabajando en este mundo de los clubes. Al principio, tener este trabajo fue un ‘shock’, especialmente para mi mamá. Pero tengo la esperanza de que mi presencia ante un público pueda ayudar a normalizar el trabajo sexual de las mujeres que optan por este”, comenta a este diario.
—Sé que diste un salto importante al actuar en “Anora”. ¿Pero qué más podrías contarme sobre ti?

Tuve mucha suerte. En Nueva York, estudié en una escuela pública de teatro hasta el bachillerato. A diferencia de Latinoamérica, la universidad que viene después no es gratis. Entonces, para pagar los estudios, empecé a trabajar en un club de striptease y me gradué durante una pandemia, pero después no pude encontrar trabajo. Así que seguí trabajando en ese mismo lugar y, por pura suerte, conocí a Sean Baker.
Mi madre nació en Caracas, pero tiene raíces colombianas, y mi papá es gringo de parientes italianos. Ella me obligaba a hablar español en la casa. Si le pedía comida en inglés, no me contestaba.
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—¿Tus padres vieron “Anora”?
Mi papá la vio cuatro veces y estaba muy orgulloso de mí. Como mi papá es acuariano, es tímido, relajado, hippie. Y mi mamá, desafortunadamente, falleció cuando estábamos filmando la película, así que nunca alcanzó a verla.
—Mi más sentido pésame, Luna.
Gracias…
—Eso debió haber sido muy difícil.
Sí, estaba filmando, trabajando y también pasando bastante tiempo en el hospital en sus últimas semanas. No vio la película, pero me dio su máximo apoyo durante ese tiempo.

—Lulu, tu personaje en “Anora”, se agrupa entre las strippers del club. ¿Cómo fue desarrollarlo junto a Mikey Madison y el resto del elenco?
La única chica no-stripper en vida real era Mickey Madison. Todas las demás somos actrices que también hacemos danza exótica como un trabajo. Parte de mi actuación en la película sirvió para hablar con Mikey (Madison) y Sean (Baker) sobre cómo crear un ambiente realista. Ese proceso fue un poco informal, ya que me contrataron como actriz, pero me empezaron a pedir que por favor me reuniera con Mikey para darle información sobre cómo hablan las chicas del club de Nueva York. Entonces, pensé que esto iba más allá de mi papel y les pedí un crédito como consultora. Ayudé bastante. Compartí muchas canciones y memes.
—¿Cómo fue trabajar con Mikey Madison?
Muy divertido. Hicimos mucha improvisación.
—¿Qué preguntas te hacía?
Le conté mi historia y cómo, a veces, la gente se comporta de tal o cual manera. Cómo tratamos con los gerentes de los clubes, porque en algunos lugares te quieren quitar tu dinero, o sino te encuentras con guardias de seguridad que te quieren extorsionar. Le compartí un documento PDF lleno del lenguaje típico de las chicas que trabajan en estos lugares. Personas me han dicho que la escena donde hablamos Anora y Lulu entre los 20 primeros minutos de la película, donde hablamos de los hombres que atendemos y otras cosas, se siente muy realista.
—¡Lo es! ¿Cómo poder identificarse con eso?
Hay una cultura de nosotras las strippers en Instagram y otras páginas donde las bailarinas exóticas se comentan y cuelgan memes con chistes que solo nosotras entendemos. Por ejemplo, una cosa que sale en la película es el concepto de whale, la ballena. Es cuando un cliente prácticamente no tiene fondo y puede seguir gastando plata tras plata.
Mikey Madison al ganar su #BAFTA2025 #BAFTAs POR Anora 🩷: "Quiero tomar un momento para reconocer a la comunidad de trabajadoras sexuales. Merecen respeto y decencia humana, y siempre seré una amiga y una aliada. Les suplico a los demás que hagan lo mismo”. pic.twitter.com/MRYcERYN9V
— Leslie A. Galván (@woodscomaleslie) February 16, 2025
—Entiendo que tu trabajo es todo un mundo. ¿Cómo es ser una stripper?
La historia de cada chica es diferente. Desde chiquita, mis padres me dijeron: “si tú quieres ir a la universidad, tendrás que pagarla tú misma, porque nosotros no podemos”. Entonces salí becada, pero aún con la beca no alcanza llegar al final. En la universidad, inicié en un club de burlesque (bailes sensuales de cabaret). Era como una organización estudiantil y bailábamos una vez al mes. Nos desnudamos en el campus de la universidad, porque nosotras lo veíamos como una cuestión artística. Después, me quitaron la beca y tenía el problema para financiar mi carrera. Una chicas mayores del grupo me dijeron que trabajaban en un club de striptease y me introdujeron en eso para poder continuar mis estudios. Cuando en el 2020 no encontré empleo, regresé al club. Después, cuando la gente estaba desesperada por salir a escuchar música y bailar, nos fue muy bien.
—Porque es el negocio del entretenimiento y el placer.
Considero que los ‘strip clubs’ son un fenómeno muy norteamericano. Cuando vienen turistas de Latinoamérica, Europa, África o Asia, no se sienten familiarizados con este mundo y no entienden muy bien cómo funciona todo. La gente de Canadá, Inglaterra o Australia está más acostumbrada a estos bailes. Digamos que es algo del mundo anglosajón, aunque se está repartiendo por otros lugares, como Las Vegas o Atlanta, pues van más seguido por puro entretenimiento. Hay una cultura muy grande sobre cómo hacer un espectáculo en un club y las chicas se visten con lentejuelas y hay coreografía, como si fuera un teatro. En Nueva York, las personas no lo valoran tanto desde ese punto de vista. Cuando vienen, están buscando intimidad y acompañamiento. La mayoría de mi dinero viene de vender bailes y salas privadas.
—¿Porque stripper y trabajadora sexual no es lo mismo?
Trabajadora sexual es el término que nos encapsula a todas quienes hacen servicios parecidos a trabajo por internet, bailarinas exóticas, mujeres que tienen sexo por teléfono, etc. Todas caemos bajo esa idea. En mi club, hacemos bailes, pero también hay salas privadas, pero los administradores son estrictos. No quieren que ninguna chica haga nada ilegal. Por fortuna, no tengo que hacer nada que no quiera, pero practicamente lo que nosotras hacemos es sexo con ropa.
—¿Ese tipo de trabajo sexual está despenalizado en Nueva York?
Yo trabajo en Brooklyn, pero Manhattan tiene fama de ser más libre con las reglas, porque ahorita la policía no le está dando importancia a arrestar a las trabajadoras sexuales. Nosotras estamos pendientes de lo que suceda con el nuevo presidente y la nueva administración. Sin embargo, mi trabajo no es ilegal y por más que baile pegada a un hombre con ropa interior, no es sexo, así que no tengo miedo que me vayan a arrestar. Algo que sucede es que, si alguien me hace daño en el trabajo, la policía no me daría importancia. Y aunque no venda sexo, quisiera que todo el trabajo sexual sea descriminalizado, porque tenemos que pensar en las personas con más riesgos, como las mujeres migrantes, que no hablan el idioma o trabajan en la calle. Siempre hay que pensar en ellas.
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—¿Crees que Sean Baker quiere desestigmatizar a las trabajadoras sexuales en su película?
Él quiere descriminalizar el trabajo sexual y también destigmatizarlo. No lo conozco muy bien y no sé su agenda, pero creo que valoriza a las personas que hacen trabajo sexual y las representa de una manera mucho más respetuosa que la mayoría de los cineastas.

—¿Cómo los conociste?
Un día en mi trabajo, mi supervisora me llamó y me dijo que no había suficientes chicas, entonces hice turno extra. Ese día vi a una pareja sentada en la barra. A mí no me gustan las parejas, porque tienen una vibra muy pesada. Me tomé 30 segundos para probar sus ánimos y les quise vender una botella de champaña, porque tengo 50% de la ganancia. Rápidamente me dijeron que no gustaban de un baile en ese momento, porque solo fueron a investigar para un proyecto. Como soy muy curiosa, les pregunté de todo y me contaron sobre la película. Les dije que yo era actriz y les pregunté sus nombres, pero se demoraron. Me dijeron que eran cineastas independientes y que realmente no creían que conociera su trabajo, así que les insistí. Cuando dijeron “Tangerine” y “The Florida Project”, les dije: “Tú haces películas sobre gente como yo y vas a venir a mi trabajo a decirme que no conozco tus películas”. Entonces, intercambiamos email y, a los seis meses, me pidieron audicionar para “Anora”. El día de mi cumpleaños me llamaron para decirme que tenía el papel.

—Supongo que el director te preguntó sobre tu vida en ese momento.
La verdad es que Sean Baker es muy tímido. La mayor parte de mi conversación en el club fue con Samantha Quan, su esposa y guionista de “Anora”. Ella es muy simpática, una persona con carisma.
—Una de las decisiones que la pareja tomó en “Anora” fue no tener un coordinador de intimidad. ¿Como actriz, estuviste de acuerdo?
Me parece importante, porque… Como trabajadora sexual, tengo que decir que, desde los 18 años, trabajo en un ambiente donde no tengo nada de protección, nadie ayuda si algo me sucede. Si salgo al mundo real a trabajar, quiero sentirme protegida y esto no solo ocurre en mi entorno. Desafortunadamente, la industria del cine también es muy desregulada y patriarcal. Artistas ganan el mínimo de dinero y les da miedo decir algo, porque no quieren que los echen del trabajo. Hay un miedo de ser reemplazada. Entonces, sí considero que deben haber coordinadores de intimidad para las actrices, pero no solo para la protagonista. Porque no solo se trata de lo que los actores hacen durante el preciso rodaje de la escena, sino de todo lo que ocurre cuando la cámara no está grabando el ambiente del set.
—Hubo críticas sobre la falta de coordinador de intimidad en la película. ¿Te enteras recién o ya lo sabías?
No quiero decir mucho, porque me da miedo que se pueda arruinar mi carrera, pero puedo decir que sabía que no había coordinadora de intimidad y me sorprendió. Era mi primer largometraje y no quería arruinar la oportunidad. Por otro lado, no ocurrió nada malo durante la filmación de mis escenas. De hecho, hay una escena donde estoy bailando encima de un tipo (hombre) y Sean decidió llamar a mi novio, que también es actor, para representar a ese extra y que no fuera un extraño. Eso fue muy amable, pero había una docena de chicas en el set y todas somos importantes, no solo las que tenemos líneas en la película.
—¿Sientes que estás creciendo como actriz en esta industria tan competitiva?
He recibido muchísimo apoyo de mucha gente. Otros nunca lo van a decirlo en voz alta, pero siento su perjuicio por la forma en que me hablan o me miran. Felizmente, la gente creativa es más abierta, pero los agentes y publicistas pueden tener algunas actitudes falsas. Lo reconozco de inmediato. Hay cineastas que reconocen que soy una persona con talento. A pesar de los obstáculos, ven cómo lucho por mi sueño y lo seguiré haciendo.