La Mar ‘Road’ es una idea de Nómena Arquitectura que busca peatonalizar la avenida La Mar para convertirla en un espacio de encuentro, potenciado por la gastronomía. En principio, se buscaría que sea por unos días a la semana o bien hacerlo por zonas. / Desarrollo de imagen: Lucía Tagle y Adriana Bastos
La Mar ‘Road’ es una idea de Nómena Arquitectura que busca peatonalizar la avenida La Mar para convertirla en un espacio de encuentro, potenciado por la gastronomía. En principio, se buscaría que sea por unos días a la semana o bien hacerlo por zonas. / Desarrollo de imagen: Lucía Tagle y Adriana Bastos
Nora Sugobono

Trece cuadras separan el óvalo Julio Ramón Ribeyro de la calle Jorge Polar. En cada una de ellas se encuentra al menos alguna clase de refugio para el alma: una cebichería; un hotel; un puesto de anticuchos; una iglesia. Es Miraflores, pero podría ser casi cualquier parte de Lima. Aquello que converge a lo largo de esas cuadras es una muestra colorida y democrática –o casi democrática: hay que mirar el precio actual por metro cuadrado– de lo que somos. La Mar es un ente vivo.

Antes de que se dejasen de frecuentar restaurantes, o de visitar pequeños espacios de arte el fin de semana, o de acudir a los talleres de siempre para arreglar aquello que se hubiese estropeado, el estudio limeño había empezado a trazar un plan para convertir La Mar en un hub gastronómico. En el proyecto hay mesas afuera y gente transitando, en lugar de autos o buses. A raíz de la crisis por el COVID-19, la propuesta tomó incluso más fuerza: los espacios, y nuestra relación con los espacios, han sido determinantes en los últimos meses, más que nunca en nuestra historia moderna.“Entre las lecciones positivas que nos dejará todo esto está el civismo” sostiene el arquitecto Jorge Sánchez, a la cabeza de Nómena.

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“Los limeños no tenemos una cultura basada en compartir el espacio o respetarlo. No es poca cosa que el mayor foco de contagio sea el transporte público, ya que es el lugar donde menos civismo tenemos”, continúa. La idea en torno a La Mar replica otras iniciativas similares ejecutadas en distintos países, cuyo objetivo principal es la puesta en valor de determinadas zonas, restringiendo o limitando el uso de vehículos. Otra de las avenidas limeñas evaluadas por Nómena para el mismo propósito es la sanisidrina Conquistadores.

Unos 50 establecimientos gastronómicos forman parte de las 13 cuadras de la avenida La Mar. Entre ellos, La Mar por Gastón Acurio (derecha), Jerónimo, Mayta, Don Nico, María Almenara, Embarcadero, El Pan de la Chola y La Red,  comandada desde 1982 por Isolina Vargas, en foto, sentada en una banca de la cuadra 3 de la misma avenida. / Foto: Elías Alfageme
Unos 50 establecimientos gastronómicos forman parte de las 13 cuadras de la avenida La Mar. Entre ellos, La Mar por Gastón Acurio (derecha), Jerónimo, Mayta, Don Nico, María Almenara, Embarcadero, El Pan de la Chola y La Red, comandada desde 1982 por Isolina Vargas, en foto, sentada en una banca de la cuadra 3 de la misma avenida. / Foto: Elías Alfageme
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“Un buen ejemplo de lo que se podría lograr es lo que pasaba en Miguel Dasso [también en San Isidro]”, indica Sánchez. Algunos años atrás, los sábados y domingos se instalaba allí una feria en el lugar que ocupan los estacionamientos, lo cual hacía que se beneficien muchos negocios de la zona. En el caso de La Mar, los restaurantes que así lo quisieran apuntarían a tener terrazas, según el planteamiento de la propuesta. Por otro lado, la cercanía con la avenida del Ejército aliviaría el tráfico. “Lo clave aquí es que la municipalidad entienda que el barrio de Santa Cruz debería ser más o menos peatonal, con algunos espacios de estacionamientos donde se pueda dejar los autos, a cuatro o cinco cuadras de distancia del destino”, termina el arquitecto.

Luis Molina, alcalde de Miraflores, confirma que la propuesta de Nómena está “en sintonía con la visión y desarrollo urbano” que su gestión tiene pensados para el distrito. Un plan piloto similar -'Boulveard gastronómico de La Mar’- ya se había implementado en 2019 durante los Juegos Panamericanos, con la peatonalización temporal de algunas cuadras de la transitada avenida. “Es correcto que esta es una idea que hemos contemplado, pero tenemos que hacer un trabajo conjunto entre los cocineros y dueños de los restaurantes, los vecinos y la autoridad. Entre todas estas partes La Mar podría convertirse en un boulevard exitoso, que en determinado momento sería peatonal”, sostiene Molina. Trasladar el transporte público a la avenida del Ejército también estaría en el planteamiento. “Se podría llevar a cabo los fines de semana y feriados, pero para eso tenemos que conversar todas las partes. Por ejemplo, de viernes en la noche a domingo al medio día”, finaliza el alcalde.

El pasado 10 de junio, el alcalde Molina precisó dos acciones más a considerar en torno al posible proyecto: que el mobiliario de los restaurantes (sombrillas, mesas, sillas y demás) sea uniforme y que ocupe espacios públicos respetando el distanciamiento social; y la posible construcción de una playa de estacionamiento subterránea.

¿Les interesaría a los locales de la famosa calle reacomodarse a este nuevo escenario?

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Como en casa

Si alguien ha visto cambiar el barrio, ese es el cocinero José del Castillo. Su infancia transcurrió en un departamento de Santa Cruz, abrigado por la sazón de su madre, Isolina Vargas. En 1982, doña Isolina tomó el traspaso de una pequeña cebichería en La Mar con un nombre que nunca cambió: La Red. José entró a trabajar con ella desde que era adolescente y juntos se mudaron dos veces más, hasta instalarse finalmente en la cuadra 3. Siempre en la misma calle, siempre con la misma sazón generosa.

“Conozco la avenida La Mar desde hace 48 años y tengo la suerte de haber sido testigo de su evolución”, cuenta Del Castillo. “Hace unos 15 años la municipalidad decidió hacer nuevas veredas y cerró las pistas. Vimos este cambio con preocupación, pero grande fue nuestra sorpresa cuando trajo nuevo público y comenzó el boom de La Mar, sumado por supuesto a la llegada de los restaurantes”, añade.

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Para el cocinero hay un aspecto clave en todo esto –además de la ubicación del espacio, que conecta varios distritos– y no es otro que el clima. “En Lima, que es una ciudad donde no llueve, no hay terrazas: es contradictorio. Yo sí estaría de acuerdo con convertir la avenida La Mar en una calle peatonal, y estoy segurísimo de que a muchos otros empresarios, cocineros y amantes de la cocina les podría interesar tener espacios en esta linda calle”, finaliza.

Toda crisis trae oportunidades, aunque tarden en materializarse. Aquí podría estar el comienzo de una nueva realidad para la gastronomía peruana.

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