MDN
Maradona
Arturo León

El momento era preciso para callarles la boca a todos. El tipo perdió 11 kilos (bajó de 88 a 77), se alejó de los escándalos fuera del campo y regresó a la selección por pedido del técnico. Lo necesitaban. , con 33 años, estaba listo para jugar (y ganar) el Mundial. Ya era una estrella global, pero había dudas de su rendimiento. ¿Seguía siendo el mejor futbolista del planeta? Él quería demostrar que sí. Sin embargo, la ‘resurrección’ de Diego, ese que anotó un golazo a Grecia en el primer partido de la fase de grupos e irradió magia en el segundo contra Nigeria, no duró más que eso.

¿DOPING?
En ese entonces, hablar de dopaje en el fútbol era tan improbable como imaginar que en 25 años existiría el VAR. La Agencia Mundial Antidopaje no existía (se creó en 1999) y el caso de Ben Johnson, atleta que le ganó dopado al mítico Carl Lewis en Seúl 88 la carrera de 100 metros planos, era el más sonado. Hoy, gracias a Internet, sabemos que dos sucesos trágicos impulsaron la preocupación por impedir el consumo de drogas en el deporte. En los Juegos Olímpicos de Roma 1960, un danés (Knud Enemark) falleció por anfetaminas, mientras que en 1967 murió el ciclista inglés Tom Simpson por mezclar la misma sustancia con alcohol. Pero volvamos al 94.

2-1 venció Argentina a Nigeria el 25 de junio de 1994. La fecha es clave porque es la última vez que Maradona pisó un campo de fútbol con la camiseta albiceleste. De forma oficial, claro está. Después de ese encuentro, el ‘Pelusa’ pasó el control antidopaje. Días después se conoció que en la orina del ‘10’ se encontró efedrina, sustancia prohibida por la FIFA.

“Fue la peor noche de mi vida”, recordó el ‘Coco’ Basile, que era técnico de la Argentina años atrás. Maradona, en conferencia de prensa, dijo una de las frases más recordadas de la historia: “No quiero dramatizar pero créeme que me cortaron las piernas”, confesó entre lágrimas. Luego añadió: “Juro por mis hijas, que son la fuerza que me trajo a este Mundial, que yo no me drogué, que yo no tomé ninguna sustancia como para que la FIFA me deje afuera de este Mundial”.

¿Cómo llegó la sustancia al cuerpo de Maradona? Todas las miradas apuntaron Daniel Cerrini. “Tres días después del partido, una vez que el dopaje sacudió la concentración argentina, el círculo íntimo de Maradona desconfió enseguida del nutricionista, Daniel Cerrini, un fisicoculturista de 27 años al que Maradona le había confiado su alimentación. Parecía haberlo hecho muy bien: Diego había perdido kilos como por arte de magia. El problema fue que Cerrini estaba cultivado en los gimnasios en vez de las aulas y preparó a Maradona como un fisicoculturista y no como un futbolista”, dice Andrés Burgo, coautor del libro El último Maradona: cuando a Diego le cortaron las piernas.

Diego, entre varias de las cosas que le recetaba Cerrini, consumió una bebida llamada Ripped Fuel, en la que estaba presente la efedrina.

“VAS A SALIR EN TODOS LOS DIARIOS”

Roberto Peidró pudo evitar el desastre en uno de los cuartos del Estadio Foxboro de Boston. De sus manos salió la bolilla con el número ‘10’ de Maradona. Así es como Diego salió sorteado para el control antidoping. “Cuando vi el número que salió, tenía tranquilidad. Es más, estaban todos enloquecidos porque iba a venir Maradona”, recuerda el cardiólogo en conversación con La Nación de Argentina. Lo que le tocaba hacer en ese momento era informar a los auxiliares de la FIFA que esperaban al borde del campo para llevar a los jugadores sorteados directo al control. Así fue como se encontró con Sue Carpenter, enfermera que hasta hoy algunos hinchas argentinos acusan de haber ‘entregado’ a Maradona. “Andá a buscar a Maradona. Así vas a salir en la tapa de todos los diarios argentinos. Aquí le digo que le tocó el doping”, le dijo Peidró a Carpenter.

No existió ningún complot. La auxiliar de la FIFA, que minutos antes confesó a Peidró que se había casado y separado de un argentino, solo cumplió con su trabajo. De paso, tocó la mano de Maradona y vivió en carne propia el buen sentido del humor del crack sudamericano. Antes de ingresar al túnel, Diego miró a la tribuna y le gritó a Claudia, su esposa en ese entonces. “¿Sabés cómo la vacuno a esta gorda? Ahora me voy con ella”. Sue Carpenter, cuyo nombre real se conoció varios años después, estaba emocionada. Sabía que nunca más se encontraría con una estrella de ese calibre y así fue.

15 meses de suspensión cayeron sobre el futbolista. Su carrera y la selección argentina –que tan buena pinta tenía para llegar lejos en Estados Unidos 94– se desmoronaron. Maradona no lo podía creer. Solo unos meses antes había ayudado a la FIFA a promocionar el Mundial en tierras donde el fútbol no es el deporte más popular. Hay quienes creen que el haber expresado públicamente su simpatía por Fidel Castro, el ‘Che’ Guevara y Cuba le jugaron en contra. “En realidad era un suplemento vitamínico de venta libre en ese momento en Estados Unidos, no era una droga”, dice Alejandro Wall, autor del libro que habla de las 48 horas más terribles que vivió el fútbol argentino.

Cuando era niño, el escritor lloró –como tantos millones de argentinos– cuando se enteró de que Maradona era retirado del Mundial. “Me quedé siempre con la idea de que se trató de una gran conspiración”, asegura. Por eso escribió el libro, para contar la verdad. El caso de Maradona fue emblemático y sentó las bases de una política más rigurosa con respecto a los controles antidopaje. Eso sí, la Copa del Mundo nunca fue igual sin él. //

Contenido Sugerido

Contenido GEC