Al inicio de los convulsos años 80, Jonathan Stack (Gabriel Films) vivió seis meses en la selva peruana con la comunidad Cacataibo, en una zona bastante aislada de Pucallpa. Pero su verdadera relación con el Perú comenzó en Puno, entre el 81 y el 83, a donde fue con un proyecto de educación. Una semana después del crimen de los periodistas en Uchuraccay se fue del país. “A Puno todavía no había llegado Sendero muy fuerte, hasta ese momento eran solamente rumores, pero con eso cambiaron muchas cosas”.
Años después, convertido en un reconocido documentalista y activista en temas sociales por todo el mundo –con varios premios Emmy y nominaciones a los Oscar de la Academia-, Stack acababa de llegar al Cusco cuando se declaró la emergencia sanitaria por Covid-19 en el Perú. Pudo haberse ido: de hecho, todo el mundo salía de esa ciudad en vuelos humanitarios. Pero decidió quedarse. Con el ombligo del mundo solo para él, se fue interesando en un tema espinoso y polémico: las largas ramificaciones del caso Odebrecht en nuestro país. Eso lo llevó a tocarle la puerta a PPK (en Lima) y a contar su historia sin apasionamientos.
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—¿Cómo fue vivir cuatro meses y medio de pandemia en un Cusco, completamente solo?
Fue increíble. Me invitaron para apoyar en una campaña para impedir la construcción del aeropuerto de Chinchero. No conocía bien la historia, pero soy muy bueno en crear campañas, no solo documentales. Iba a pasar 10 días en Cusco con unos cineastas jóvenes, para asesorarlos en el lenguaje y cómo crear una forma de comunicar este deseo que tenían. Literalmente llegué el 15 de marzo en la tarde, y el 16 Vizcarra anunció el estado de emergencia. Teníamos 48 horas para salir. Fui al aeropuerto pues había vuelos humanitarios, y pensé: todo el mundo está saliendo de Cusco, quiere decir que cusco va a ser una maravilla, el lugar más lindo del planeta y el más limpio de covid. NY en el siguiente mes llegó a ser el epicentro de la enfermedad. Siempre digo que tuve la mejor cuarentena de mi vida.
—¿Y qué hiciste con las calles vacías?
Convencí al Mincetur de darme permisos para filmar en todos los parques arqueológicos. Filmé hasta con drones, yo no estuve en casa ni un día de la cuarentena, caminaba el camino inca solito. Y filmé todo. Fui buscando poetas y artistas por todo Cusco y recibí permiso para sacarlos de su casa, llevarlos a lugares y filmarlos cantando o recitando. Los policías me dejaban ir con ellos por las noches cuando hacían sus rondas.
—Te convertiste en un cusqueño más.
También filmé todo el tema Chinchero, en ese momento no había nada. Ahora están activamente preparándose para su aeropuerto. Tomé fotos de paneles publicitarios con la idea de usar Photoshop y poner: “Hospital sí, aeropuerto no”. Dije: la gente va a preferir un hospital en medio de una pandemia. Tomé muchas fotos y mostré la campaña al grupo, y todos se asustaron, pensaban que era mal momento.
—Muy polémico. ¿Tuviste que cambiar de estrategia?
Perú tiene mucha capacidad para avanzar, para ser una maravilla. Con todo lo lindo que es, a veces es como mirar un desastre que se aproxima. Ese aeropuerto es un buen ejemplo. Yo debo haber entrevistado a 50 personas en el Cusco, y el aeropuerto para ellos es un tema de reivindicación, es muy emocional.
—Es una revancha contra la historia.
Así es. Le pregunté a un hombre qué pasaría si te das cuenta que el aeropuerto no tiene un valor tecnológico como el que están imaginando. “Lloraría”, me dijo, como si fuera un dolor ancestral.
—¿Te has preguntado cómo entender este país, que es maravilloso en medio de sus propias calamidades?
Cada vez que estoy allá me da pena porque una parte de Perú es tan disfuncional y la otra parte tiene respuestas tan relevantes. En Cusco me di cuenta que las respuestas al futuro y las ideas para mejorar el planeta están en el pasado. Esas ideas de ayllu o ayni, principios muy profundos, son cosas que necesitamos en coyunturas como una pandemia global. Cómo pensarnos como parte de una totalidad, la tierra es parte de nosotros, no somos separados. O la idea de reciprocidad casi sagrada, donde yo hago cosas para ti no para recibir algo a cambio. Esas ideas están profundamente presentes en Perú. Hay una expresión en inglés: la totalidad es más grande que la suma de las partes. Con todo lo que tiene tu país, debería ser la gran maravilla del planeta, pero ocurre lo contrario: cuando en Perú juntas 1+1+1, tienes 2. No sé por qué. No hay sentimiento de colectividad.
—¿Cómo cambiaste Chinchero por el caso Odebrecht?
En Cusco conocí al periodista Nicholas Asheshov. Él me habló de Odebrecht y la historia de Pedro Pablo Kuczynski. Dije: voy a ver de qué se trata, y me metí en esa búsqueda. Pasaré por su casa y conocerlo. Asheshov y Christopher Roper, otro periodista que trabajaba en Perú hace años, me pusieron al día. Me mandaron mucha información, fui investigando. No tenía idea de que haría este documental y nadie me pidió hacerlo, pero así comencé.
—¿Qué te interesó de la historia de Odebrecht? Es transversal a todos los países de la región.
Cómo han reaccionado los diferentes países. Es interesante, revela mucho. Decidí enfocar la historia en PPK porque era manejable, no tenía tiempo de hacer toda la historia de Odebrecht. La ironía de esto es que es positivo que Perú es el único país de todo Sudamérica que sigue persiguiendo un caso contra Odebrecht, mientras que Brasil, EEUU, México o Colombia resolvieron el caso o simplemente lo han abandonado.
—¿Cómo empezaste la indagación?
Antes de volver a EEUU estuve en Lima. En agosto del 2020 hice las primeras entrevistas con PPK y sus allegados. Todos me hablaban de Keiko, entonces dije: voy a conocerla. Filmé con ella, con toda la gente que tenía opiniones del caso. Volví en marzo de este año para filmar y editar. No tenía dinero, contraté personas que nunca habían hecho una película antes, la mitad de mi tiempo era enseñarles cómo editar, grabar, filmar, era como una escuela de cine intensivo. La película no es una obra maestra pero es coherente.
—¿A PPK cómo lo viste?
Viejo, 83 años. Diría -y es entendible- que estaba un poquito deprimido. Es seco, no es muy expresivo, no es “latino”, tiene más la mentalidad europea. Muy culto, interesante, simpático. PPK tenía una cuenta en offshore banking. ¡No hay un millonario en el mundo que no tenga eso! South Dacota es un estado offbanking, mi mismo contador me dice: ¿ por qué no abres una cuenta allá? No pagas impuestos, nadie quiere pagar impuestos.
—¿Fuiste a su casa?
Fui a su casa, toqué la puerta y entré. Siempre he sido bueno entrando a lugares donde otros periodistas o cineastas no podían -entrevistar a Obama, por ejemplo- y cuando me preguntan cómo lo logré digo: pedí, llamé, insistí. En este caso PPK estaba en su casa, con mucho tiempo disponible, le dije que él no tenía que hablar del caso. No habla del caso, sino de su vida, de su época de presidente. Él tenía miedo de que por aparecer en la película pudiesen llevarlo a la cárcel. También filmé con el fiscal José Domingo Pérez, Gustavo Gorriti, Mirko Lauer, Meche Araoz, Felipe Ortiz de Zevallos, José Ugaz, Rosa María Bartra.
—¿Qué te pareció ella?
Toda la gente habla mal de ella. Es muy apasionada, inteligente. Abierta, se encontró en una oposición política, claro, que ella escogió, pero parece una persona sensata. El ser humano es complejo. Yo intento siempre como una filosofía de vida, presentar y descubrir la mejor parte de las personas con quienes interacciono. Los que vean a Rosa María Bartra en la película van a pensar que no es la verdad, o que me ha manipulado. A mí me da igual, yo escogí cosas que ella dijo que me parece que aportaban al discurso. Es una película de 45 minutos que tiene la participación de 11 o 13 personas, nadie domina mucho, es superficial, como puede ser el cine. Lo que me gusta es que se presente en una universidad con un debate, un panel.
—¿Qué impresión te dejó PPK? ¿Hablaron en español o inglés?
Al final yo le dije: “No creo que haya más de 100 personas en el planeta a las que les importe tu historia, por lo menos en español te va a servir mejor”. Todo lo que se puede decir mal de PPK… si lo comparas con su preparación para manejar un país, frente a un Pedro Castillo o una Keiko, ¿a quién tendrías más confianza? Me imagino que Odebrecht quería sacar a PPK, porque el Decreto de Urgencia 003, que aprobó el 2017 (que congelaba todos los recursos de Odebrecht en Perú), los perjudicaba. No sé si fue a propósito o no, no tengo pruebas. Los documentos aparecen donde Rosa Bartra y ella ve que hay algo que puede implicar a PPK y eso fue suficiente.
—Se dice que Odebrecht es el que pone y saca los presidentes en el Perú.
Eso es lo que pongo en la película. Rosa Bartra también lo dice. La compañía ha cambiado su nombre. Por lo menos esta película es una de las primeras que se han hecho sobre Odebrecht en Perú, hay mucho más por hacer. Es mi humilde esfuerzo, aporte. Me da pena que PPK está encerrado, es una pérdida de recursos, mala idea, pero al final del día, hay 45 mil personas en Perú ahora esperando una acusación formal que están durmiendo en la cárcel, y nadie está haciendo una película para ellos.
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—¿Cuál es el mensaje de la película?
La única manera de ir adelante es reconciliar, pero a nivel profundo de identidad, ¿qué vamos a hacer? Y lo bueno de Perú es que en cualquier momento puede cambiar, tiene historia, recursos, extraordinaria diversidad de todo, cultura, biología, una población súper educada, no es Haití, ustedes ni siquiera tienen deuda. Está lleno de posibilidades. La película es mi contribución. Que genere diálogo, debate de respeto, no de criticar. A ver si levanta la calidad del debate.
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