Han pasado 35 años desde que Ana María Cogorno entró en la vida de María Reiche y nunca más salió. Podríamos ir un poco más atrás: antes de que ella naciera, su padrastro, Luis Peri Peschiera, piloto de helicóptero, ayudó a María a tomar las primeras fotos de la araña, una de las decenas de figuras sobre las pampas de Nazca, la gran obsesión de la estudiosa nacida en Dresde, en 1903. “Desde entonces se convirtió en la ‘tía María’, cuando venía a Lima tenía un cuarto en nuestra casa”, nos cuenta Ana María, repleta de recuerdos, mientras caminamos alrededor de los milenarios acueductos de Cantalloc, maravillosa obra de ingeniería hidráulica de la cultura Nazca, ubicada a cuatro kilómetros de esa ciudad.
La Asociación María Reiche, que ella preside, se ha propuesto poner en valor toda la zona de canales y puquios, con apoyo de las comunidades. “Es difícil, pero cuando escuchan las ideas, les entusiasma. Estos acueductos son anteriores a las líneas, eso creía María. Una vez que dominan el agua, entonces nace la cultura completa, y comienzan a gestar todo lo que vemos. Ellos no hacían cosas para mañana, sino para ser eternas. El contemporáneo es el que destruye, el antiguo no. Nazca subsiste aun hoy con esta agua, dos mil años”.
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El tema es importante porque lo primero que conoce María al llegar a Nazca son los acueductos, y porque sin estos no habría líneas, sostiene Ana María. La matemática alemana conoció estos puquios con forma de ‘ojos’ en espiral por la época en que trabajó con Paul Kosok, experto en irrigaciones antiguas, a mediados de la década del 30. Los presentó Julio C. Tello, cuando ella era su traductora (hablaba cinco idiomas) y asistente en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia.
Pero ¿cómo llegaron luego a divisar las líneas de Nazca? Un día, sobrevolando las pampas con Elmer Faucett, Kosok y María preguntan: “¿por qué hay tantos ‘caminos’?”. Faucett responde: “son caminos de chacra”, pero ya en tierra firme, los dos científicos enrumban por la Panamericana hasta Nazca y Palpa. Kosok era un hombre mayor, y María era prácticamente una atleta –fue maestra de gimnasia en dos colegios de Lima, y hasta muy anciana, aun ciega, nadaba todos los días-, así que le dijo: “Quédese acá, yo voy a subir al cerro, a ver si veo los ‘caminos’”. Ya en lo alto, se topa con gigantescas líneas, de diverso ancho. Lo ayuda a subir, el sol estaba por ponerse, y detectan restos de cerámica. De pronto ven que el sol entra en medio de las rayas, y se ‘prenden’ como neones. María, que además era geógrafa, física y astrónoma, levanta su máquina y comienza a tomar fotos. “¿Sabe qué día es hoy? 21 de diciembre, solsticio en este hemisferio”, le dice María. Ahí Paul Kosok, su mentor, a pesar de que ella tenía más carreras que él, sentencia: “este es el libro de astronomía más grande del mundo”.
Muchos años después, en febrero de 1990, María Reiche dio una entrevista a Somos, y recordó así el inicio de su trabajo: “Al principio, cuando llegué a Nazca, vivía en una azotea y dormía en un catre de campaña. Me creyeron espía, loca, bruja, me decían que esa no era labor para una dama, o que estaba buscando tesoros... Una vez, un borracho se metió a las líneas y por supuesto que yo quería que no las pisara, le pedí que saliera y me miró cogiendo una piedra. Yo saqué un sextante de mi bolsillo y salió corriendo, gritando que llevaba un arma. Al día siguiente los periódicos publicaban que era una loca armada”. No le importó, por supuesto, y siguió trabajando, desde el alba hasta el anochecer, alimentándose con salvado de trigo y zanahorias, “lo suficiente para sobrevivir”. Al final de esa entrevista, que dio en su habitación 131 del Hotel de Turistas de Nazca –donde vivió por indicación del expresidente Fernando Belaunde- dejó un mensaje a los peruanos: “Primero: No destruyan las líneas de Nazca; cuídenlas pues son una patrimonio de los nazqueños, de los peruanos y finalmente del mundo. Y segundo: Aún no están descifrados sus misterios, hay mucho trabajo por hacer…”.
—¿Qué otras dificultades tenía que enfrentar María?
La ignorancia, y sobre todo la gente política, le quemaba el espíritu. Ella tuvo que ir al Congreso, en el 50, para decir que esto era una zona arqueológica y patrimonio histórico. María era brava, en el buen sentido. Ha tenido que soportar barbaridad y media, insultos, pero no se dejaba. La tristeza de María al final era ver cómo las autoridades se aprovechaban. Me decía: “No permitas jamás que hagan política con mi nombre”. Las autoridades son de horror. Se acuerdan de ella cuando es su santo, entonces traen grupos de cumbia y gastan enormes presupuestos en fiestas.
—¿María tenía cercanía con el pueblo? ¿Pasaba por la calle y era reconocida?
Al final, sí. María sufrió mucho, lo indecible. Hemos sufrido, porque la falta de educación te hace imaginar cosas que no son reales. Ponte a pensar: qué hacía este personaje, una mujer altísima, 1.76 de estatura, con escaleras, con sogas, en medio de la nada. Las dimensiones son tales que ella vivió completamente enfocada, embelesada con este misterio, decidida a comprender a los Nazca, aplicando la arqueoastronomía, una ciencia moderna que no tiene más de 50 o 60 años. Llevaba su escalera y panorámicamente se abría un espectáculo. Ella salva este recinto sagrado para ellos. Sienten que es de ellos, pero a la vez no lo ven. Ese es el grave problema de Nazca: como no lo ven, no lo quieren, no lo cuidan.
—¿Se sigue investigando?
Sí, tenemos convenio con la universidad de Dresde –la ciudad natal de María- y las universidades en las que ella estudió. A la vez se han unido expertos en cartografía y fotogrametría de la Universidad de Praga. Se han usado satélites para las informaciones geográficas, hay un promedio de 160 tesis en Alemania sobre su trabajo en Nazca. Ya estamos conociendo, a través de lo que ha informado María, que debajo de las miles de líneas hay más líneas. En el Perú se ha hecho algo, la Católica, San Marcos. Pero este es un trabajo permanente, no por temporadas, necesitas un plan maestro.
EL DESAFÍO DE LA CONSERVACIÓN
Muchas amenazas preocupaban a María: la expansión de fronteras agrícolas y urbanas, los desechos sólidos, la falta de conservación, el desborde de ríos. Problemas que la asociación presidida por su ex asesora legal intenta combatir con ayuda de la empresa privada, las autoridades de cultura y la población. “María dio la alerta en el 47. El viento sopla de sur a norte, desde Marcona a Lima. Las chimeneas de las grandes mineras están orientadas hacia el mar, pero el viento trae su polución hacia acá. Comenzamos a ver más lluvias, que afectan las figuras y líneas. María pidió que cambiaran la orientación de las chimeneas”. Pero el más difícil de los retos es el control de un espacio patrimonial del tamaño de la región Tumbes. En una época vendía polos y copias de sus libros en las ferias navideñas de Lima, para recaudar fondos. “María pagaba a siete guardianes de su bolsillo, y con apoyo de su hermana Renate. Cuando muere, tuve que vender mi carro para ayudarlas. Ella pedía a las líneas aéreas que sobrevolaban Nazca, 50 centavos de sol por pasajero. ‘¿Por qué vamos a pagarte a ti, si tú no eres la dueña?’, le respondieron. Ella solita tuvo que solventar a los guardianes”.
—¿Qué implica la conservación de las líneas de Nazca? Guardianía y limpieza, por sí solas, no son suficientes.
No funciona. María tenía una visión adelantada de las cosas, en todo sentido. En los 60 comienza a ver que la falta de interés de las poblaciones aledañas es porque pensaban que este patrimonio de la humanidad era para “ricos”, para los que tienen dinero para sobrevolar. Decide crear un sistema de educación y memoria, y comenzar con los niños de una manera didáctica, simpática, graciosa, inteligente.
—Para esta estrategia de historia y memoria, ¿tuvo aliados en el Estado o privados?
No, sola. Junto con su hermana Renate, médico y profesora con pensión alemana. María nunca tuvo un sol, a partir de los años 80 le dan 120 soles, una pensión de gracia que les daban a los profesores en esa época. Eso me alcanzaba para una de sus medicinas. Ella queda eternamente agradecida con este pueblo, igual yo, porque es gente muy buena, realmente ávida de saber, pero también necesitada de apoyo. Les pusimos agua, luz, teléfono. María es del pueblo, de los andes, no es de Lima, no es de las élites.
—¿Por eso deseó siempre la nacionalidad peruana?
Los trámites demoraron nueve años, pero ella muere siendo peruana (en 1998). Pedí ayuda a un general de la Fuerza Aérea, le di todo el mamotreto. Entró a una reunión de ministros y tuvo que explicar que María quería ser peruana y que no daba más. El ex presidente Fujimori dijo: “¿Ella quiere ser peruana y no la ayudan? Ah no, nadie se mueve, en este minuto quiero su nacionalidad”. ¿Sabes cómo se llama su título? Ciudadana Honoraria del Perú, algo que no existe, tuvieron que crearlo por decreto supremo. Tuvo su libreta electoral y un pasaporte impreso con las figuras de Nazca. Ella se quedó fascinada, “ahora sí me muero tranquila”.
—¿Dónde se custodian las cosas de María?
Mi archivo está en el banco, porque nos han robado lo que no tienes idea. El museo de María ha sido asaltado dos veces, había gente que no la quería. Era una mujer que no se callaba nada, le decía sus verdades en la cara a los aprovechadores. El sitio está utilizado políticamente, la administración no la tenemos nosotros. Aún está su combi Volkswagen, la voy a recuperar, a pintar, le pongo el nombre de María y me la llevo por los pueblos, a los colegios, como un circo, a los niños les encantará.
—¿Qué guarda en el banco?
Documentos, sus notas de campo, todas las medallas, casi 200, dos Órdenes del Sol. La póstuma me la entregó el entonces premier Javier Valle Riestra, en pleno velorio. María fue velada una semana en el Museo de Nación, venían camiones desde Ranrahirca, de Chimbote, de Ayacucho, de Cusco, Cajamarca… Ahí realmente sentías lo que ella había hecho. En eso, se acerca un personaje con una caja (con la Orden del Sol). Le dije: “me va a disculpar, va en contra de mis principios y además prohibida por María. No la voy a recibir porque es póstuma, eso no se hace”. Sobre el cajón le puse su bandera peruana. Valle Riestra se adelantó al cajón con los tambores… qué tal show que fue. Pone la caja encima, y la tapa se cerró sola. Él y todos los guardias se quedaron impresionados. Yo dentro de mí dije: “buena, María”. ¡Qué tal señal! Si así fue el velorio, imagínate el entierro. En Nazca casi me roban a María.
—¿Qué?
Cinco kilómetros de gente, niños, ancianos… La alcaldesa, para ganarse el show, dice: “rodeen el carro que lleva a María, sáquenla y que el pueblo la cargue”. Seguridad del Estado, que había ido porque le hicieron honores de ministro, tuvo que intervenir. Yo sabía que María ya no era mía, le dije a su sobrina Gaby: “María ya no es de nosotras, ahora es del Perú”.
—María era enemiga de los premios póstumos, pero recibirás uno en su nombre, a fines de setiembre. ¿Por qué este es especial?
Siempre me decía: “Tú no permitas jamás que a mí me den uno porque es una ofensa”, y es verdad, ¿cómo le vas a entregar a alguien que ya no está? Pero este premio de España sí, porque se lo da la prensa, su gran aliada. En este caso, se trata del Premio Terra a la Trayectoria Profesional y Personal 2022, que entregará en Tenerife la Fundación Diario de Avisos (que toma el nombre de uno de los periódicos más antiguos en lengua castellana). María da su primera entrevista en octubre del 44, a El Comercio. Ella y la prensa eran uno, es el eje central de su trabajo por la conservación, por eso ella entregaba siempre la medalla a los periodistas. //
Una apuesta por la conservación
“Estos canales y puquios sigue funcionando. Los antiguos Nazca han tenido que remover miles de toneladas de tierra, es una obra de ingeniería del nivel de la Gran Muralla China”. Quien explica esto es Jorge López-Dóriga, director global de Comunicaciones y Sostenibilidad de Grupo AJE. La multinacional peruana ha firmado un convenio con la Asociación María Reiche Internacional Arte & Ciencia, en favor de las Líneas y Geoglifos de Nazca, la protección y conservación de los acueductos y la reforestación de los guarangos en el valle de El Ingenio (en la foto, un ejemplar de 200 años).
Esto se enmarca dentro del Pacto por la Cultura al 2030, constituido por la UNESCO, junto con el Ministerio de Cultura y 13 instituciones privadas e internacionales, entre las que se encuentra Grupo AJE.
“Mi propuesta de sostenibilidad apunta a que los acueductos puedan entrar a la lista de patrimonio cultural de la humanidad: sin estos no existirían las líneas de Nazca. El expediente se está implementando”, sostiene Cogorno.