La crónica del antiguo zoológico del Parque de la Exposición (el anterior al de Barranco que empezó a funcionar recién a fines de los años 40) puede dar para muchas páginas. Tantas cosas han ocurrido allí. Antes del caso del elefante asesino de 1912, en diciembre de 1910 ya se había escapado un león que causó temor y angustia entre los viejos limeños del “Perú Aristocrático”.
‘Charles’ era el nombre que los empleados del zoológico le dieron al elefante macho que había llegado de un zoológico de Hamburgo (Alemania), a inicios de agosto de 1912. En esos primeros días, dio una sorpresa al escaparse por unos minutos de su jaula. Desde ese día, los trabajadores y el público lo tenían en la mira.
Este elefante, a diferencia de los otros dos que vivían también en el parque zoológico, no parecía satisfecho en su nuevo hogar limeño. El diario El Comercio advirtió en su momento que ese animal “no estaba aun completamente domesticado”. Sin embargo, no se tomaron las medidas de seguridad necesarias, porque de lo contrario no hubiera sucedido la desgracia del 28 de agosto de 1912.
TODO OCURRIÓ EN LA MÁS ABSOLUTA OSCURIDAD
A la una de la madrugada, ‘Charles’ encontró la manera de escabullirse de su jaula. En medio de una noche de invierno, húmeda y oscura, el paquidermo paseó por todos los parajes del zoológico. Así andaba, libre y curioso, hasta que a la altura de un ficus, ubicado en el centro del paseo donde se formaba una hermosa glorieta, distinguió un bulto. No lo pensó dos veces y fue a embestirlo.
Con sus colmillos, primero, y luego con todo su cuerpo aplastó el bulto, que era en realidad el guardián nocturno del parque zoológico envuelto en mantas por el frío. Según el diario decano era un ciudadano de origen japonés llamado N. Sacoy, quien así dormía allí todas las noches.
El cuerpo del pobre hombre fue prácticamente triturado, y luego el elefante lo arrojó a una relativa distancia estrellándolo contra una de las verjas del local. No le bastó eso. El animal fue tras el herido y los embistió de nuevo con sus colmillos, esta vez arrojándolo con más fuerza al otro lado de las verjas. N. Sacoy, completamente ensangrentado, agonizó unos minutos en ese lugar.
Un compañero de guardianía, de apellido Yebaneti, japonés también, lo atendió, pero nada pudo hacer ante las hemorragias internas. Sacoy murió en sus brazos. Entonces, el guardián llamó a su jefe y este de inmediato reportó el accidente a la intendencia de Policía. Allí respondió al llamado de auxilio el comisario Vidal.
CÓMO ATRAPARON AL ELEFANTE ASESINO
Vidal examinó a la víctima y esta revelaba lesiones graves en la rodilla, la ingle, todas por perforaciones también en la cara y la mandíbula. El cuerpo fue conducido a la morgue para la autopsia de ley. Entonces se enfocaron en el paquidermo salvaje.
Se sumó a la búsqueda y control del elefante prófugo, el director de Fomento, señor Habich, quien se acercó apenas supo del accidente. Trataron de buscarlo aun en la oscuridad de la madrugada, pero el domador del parque aconsejó no hacerlo, porque la noche cerrada y el nerviosismo del animal podrían causar más víctimas.
Era claro que, para el domador, al no reconocer a nadie ‘Charles’ se convertía en un potencial peligro para todos. De esta forma, convenció a los policías y a las autoridades de atraparlo con la luz del día. Y así ocurrió. Para entonces, el elefante se había tranquilizado y paseaba por los alrededores del zoológico. El domador se acercó a él de un costado y lo cogió de una de las orejas, conduciéndolo así hasta su jaula. Allí estuvo aislado y bien resguardado.
El guardián japonés Sacoy tenía 45 años y radicaba en Lima desde fines del siglo anterior (siglo XIX). Era, según los demás guardianes del zoológico limeño, un buen compañero de trabajo. La historia cuenta finalmente que, en adelante, el elefante ‘Charles’ permanecería encadenado a su jaula durante un buen tiempo.