“Muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido”, era la frase con la que “El tenor de las Américas” Pedro Vargas (1906-1989) siempre cerraba sus conciertos y entrevistas. El 30 de octubre de 1989, hace 30 años, la voz del mexicano se apagó mientras dormía, a los 83 años de edad.
En sus siete décadas de vida artística, el artista conquistó la radio, el cine y la televisión. Se ganó el sobrenombre de “El Samurái de la Canción” por su sobriedad en la interpretación de los boleros, en especial los de su recordado compatriota, el compositor Agustín Lara, quien le cedió sus notables temas -como “María Bonita”- para que los estrenara.
Pedro Vargas conoció a Agustín Lara en un certamen musical en el que el cantante dejó impresionado con su estilo al creador musical. En sus inicios, formó parte del coro de la iglesia de su ciudad, Guanajuato, y estudió Medicina, pero la abandonó por su dedicación al arte y su vida en los escenarios desde el segundo año de estudios universitarios.
El tenor debutó como actor en la película “Los chicos de la prensa” (1937) y formó parte de la “época de oro” del cine mexicano, realizando dúos con artistas de la talla de Libertad Lamarque, Jorge Negrete, Pedro Infante, Marco Antonio Muñiz, Toña la Negra, Julio Iglesias, José José, Roberto Carlos, entre muchos otros cantantes internacionales.
“El tenor de las Américas” en Lima
Pedro Vargas visitó el Perú en reiteradas ocasiones. Muchas veces solo eran visitas de paso, como cuando hacía una escala en el aeropuerto Jorge Chávez. Si pasaba eso, los fotógrafos de la época buscaban su mejor ángulo a toda costa.
Una de sus visitas más recordadas fue en noviembre de 1969, unos meses después de que la selección peruana de fútbol lograra la clasificación al mundial de México 1970, en la Bombonera de Buenos Aires. “El tenor de las Américas” había recibido una invitación personal de Pedro García Miró, presidente de EnturPerú, para participar en el “Festival de la Alameda” en el Rímac. Esta celebración estaba incluida en la programación de los Festivales de Lima, que eran antiguas festividades artísticas donde diferentes agrupaciones nacionales e internacionales demostraban su talento en pequeños escenarios.
“El famoso tenor de las Américas, Pedro Vargas y un selecto grupo de mariachis llegarán de hoy a mañana invitados para el Festival de la Alameda”, describía El Comercio Gráfico en su edición del 7 de noviembre de 1969. Su presencia en el festival era una de las mayores atracciones para el público nacional y extranjero.
El 13 de noviembre, finalmente, “El Samurái de la Canción” pisó suelo peruano y del aeropuerto se dirigió al Hotel Crillón donde se alojó en su corta estadía. Durante una apurada entrevista para El Comercio, en plena avenida La Colmena, el cantante mexicano relató cómo se inició en el canto: “Fui estudiante de Medicina y llegué al segundo año. No podía imaginar que abandonaría el estetoscopio por los trajes de etiqueta y las partituras… Fue en 1928 que me hice profesional”, contó a los reporteros del diario.
Brilló en Lima
“Aquí me siento como en mi casa”, una frase del maestro que resaltó la edición de El Comercio, el sábado 15 de noviembre. Un día después de su presentación en el festival donde tuvo que repetir varias veces sus canciones a pedido de un público “muy agradecido”.
El popular cantante fue el artista más reclamado de la tarde. Luego de su gran actuación en el escenario principal al aire libre, recorrió la Alameda de los Descalzos del Rímac, donde recibió los aplausos de los asistentes y artistas de los demás escenarios. Allí fue homenajeado por la Asociación de Artistas Aficionados. (AAA).
Años más tarde, el cantante mexicano volvió para presentarse en el Perú. Fue la última vez que pudimos verlo caminar por nuestras calles y avenidas. Ocurrió en noviembre de 1977. Pedro Vargas celebraba sus bodas de oro artísticas en el Teatro Municipal de Lima. El homenaje estuvo al nivel de una figura de su calibre, de su genio. Una interminable ovación por parte del público cerró la noche.
En esa última visita, realizó también una actuación en Palacio de Gobierno ante el presidente Francisco Morales Bermúdez, como ya era su costumbre en cada país que visitaba. Luego acudió a la tumba de su gran amigo Fray José Mojica, en la iglesia de San Francisco. Y, por último, cumplió uno de sus sueños más grandes: conocer la ciudadela de Machu Picchu, en el Cusco.
Cuando tuvo que partir a su país, cientos de personas abarrotaron el aeropuerto Jorge Chávez dándole una cálida despedida. Pedro Vargas, “El tenor de las Américas”, dejó un recuerdo imborrable en el pueblo peruano que aún tiene presente sus grandes interpretaciones.