Antes del 2007, el Instituto Nacional Penitenciario (INPE) estaba a cargo de la administración y seguridad del penal Sarita Colonia del Callao. Solo a partir del 20 de noviembre de ese año, el penal con nombre de santa popular empezó a ser administrado por el Gobierno Regional del Callao, aunque la seguridad continuó siendo responsabilidad del INPE.
Tres años antes, el 2004, el INPE era, pues, el ente que controlaba el penal chalaco. La vida del reclusorio andaba entre reyertas, escaseces y asesinos en sus celdas; pero, pese a ello, sus internos hacían noticia por su esfuerzo en salir adelante, por medio del estudio escolar que nunca pudieron terminar o el aprendizaje de oficios con los que defenderse en la vida.
Años después, los veríamos ya no solo agrupados en bandos rivales, amenazantes por odios antiguos, sino también en un grupo de músicos. Bajo el poder de la educación y el arte musical, los reclusos que hoy sufren el embate del COVID-19 pudieron tener esperanza de vencer sus dificultades.
Érase una vez el colegio
El penal Sarita Colonia del Callao es reconocido como una de las cárceles más complejas del Perú. Y lo era aún más el 1 de abril de 2004, cuando 740 presos iniciaron sus clases. No todos lo necesitaban ni lo querían hacer. En esos días el establecimiento penitenciario albergaba a 1.636 internos (hoy son 3.200 para una capacidad de solo 572). Poco menos de la mitad optó por seguir estudiando.
El centro educativo del penal tiene nombre de héroe; se trata de Alfonso Ugarte, cuyo ejemplo quizás soñaban realizar estos hombres que pagan su deuda con el Estado. Había entonces solo seis aulas, con carpetas compartidas por tres o cuatro internos. Era una escuela para adultos, con esforzados profesores de muchos años en la brega de enseñar en un penal del país; ese día inaugural formaron en el patio los más disciplinados y tranquilos, unos trescientos internos organizados en varias filas. Y en paralelo, arrancaban también las clases en el centro de educación ocupacional Miguel Grau, para los que deseaban tener una formación técnica.
El Comercio reporteó ese momento. “Hoy no estamos en un penal, estamos en dos centros en los que se imparten, como en otros colegios, las 25 horas pedagógicas. Los certificados de estudios tienen valor oficial y en él no se consigna la procedencia y ubicación del colegio”, dijo el jefe del INPE Wilfredo Pedraza al iniciar su discurso.
El diario informó que, de esos 740 educandos del penal Sarita Colonia, 360 habían optado por los talleres de soldadura, coreoplastía (diseño de objetos de plástico para casa), contabilidad, sastrería e industria alimentaria en el Miguel Grau; y los restantes 380 se habían inscrito en la escuela para completar su primaria y secundaria. Todos se beneficiaban con el 2x1: dos días de estudio por uno de prisión.
La música puede salvarlos
Si bien este penal chalaco tiene, hoy por hoy, a muchos sicarios condenados por sus crímenes, por esos años de mediados de la década anterior los que más destacaban en sus celdas eran los internos por corrupción o asesinatos del régimen de Alberto Fujimori. Allí estaba gente avezada del ex gobierno de los años 90 como los miembros del grupo Colina, Santiago Martin Rivas y Carlos Pichilingüe, debidamente aislados del resto.
En los años siguientes, el proceso de readaptación no solo a través de la educación sino también de la música funcionó muy bien. Desde el 2017, los internos del penal, muchos con un talento innato para los ritmos de la música popular, recibieron clases profesionales de música, en lo que sería un novedoso programa de reeducación penitenciario.
El programa se llamaba “Orquestando” y, como en cualquier proceso educativo, el inicio fue difícil debido a la exigencia técnica de sus maestros, muchos provenientes del entonces Conservatorio Nacional de Música (hoy universidad). Sin embargo, los primeros frutos llegaron para cambiar las vidas de estos hombres marcados por su destino. El fruto más recordado, luego de muchos meses de ensayo, fue un video. En este proyecto participaron los 62 músicos del programa que interpretaron y musicalizaron dentro del penal la canción de Frankie Ruiz “Mi Libertad”. La banda de músicos hizo noticia en noviembre de 2017 y llegó hasta las pantallas de CNN en Español.
El cantante salsero Jerry Rivera, quien hizo aún más famosa la canción con su última versión, llegaría en setiembre de 2019 al penal Sarita Colonia para cantarles a sus “colegas” la misma canción. Con los años, los internos músicos hasta han logrado salir del penal para dar algunos conciertos, siempre con las medidas de seguridad garantizadas.
El coronavirus ha asaltado el penal chalaco, el tercero con mayor porcentaje de hacinamiento en el país, con cuatro casos comprobados entre sus internos. No hay duda que esos buenos músicos y esforzados escolares, así como sus demás compañeros internos, corren hoy mucho peligro en sus cuatro paredes.