La leyenda del chico fácil
EN LA REALIDAD, ¿QUIÉN ES MÁS FÁCIL?
Si seguimos la línea del imaginario popular, las mujeres solo tenemos dos opciones: ser una chica “fácil” o ser una chica “de su casa”. Antes de desenrollar la madeja, pienso, ¿esta misma distinción se puede aplicar a los hombres? Es decir, ¿existen los chicos “de su casa” y los chicos “fáciles”? Veamos.
Se recuerda al público lector que este post puede ser peligroso para la salud mental de las mentes machistas sin distinción de género.
Ojo, estoy escribiendo desde un mito que la sociedad inventó –no sé quién le dio permiso– y alimentó como pavo antes de Navidad por siglos, no desde la realidad. Todo comienza con el cuento que nos meten en la cabeza desde que somos niños y niñas: “hay chicas para casarse y hay chicas para divertirse” (nueva definición en Wikipedia del machismo para el verbo divertir: tener sexo sin sentimientos); si seguimos esta línea de asunciones, los hombres buscan a las chicas fáciles como objetos de diversión y punto. Supongo que las llaman “fáciles” porque son “easy-to-get”, es decir, no se hacen las difíciles. Todo lo contrario. Pero atención, no se trata conseguirlas a ellas, más bien, a algo que te pueden dar sin tanto rollo: sexo.
Dentro de las reglas de este supuesto, jamás osarán presentárselas a su mamá, no saldrán con ellas en público, no serán invitadas a ser parte del grupo de los amigotes y menos de sus sacrosantas enamoradas; simplemente serán utilizadas como una especie de PlayStation con falda por un rato y luego serán descartadas inevitablemente. Siempre serán la trampa, la ruca, la zorra, la regalona o toda esa sarta de adjetivos con los que son definidas, y el sujeto de burlas con el cebiche y las chelas del sábado después de la pichanga.
Por otro lado, tenemos en clases avanzadas de cómo hacer brownies, de cómo esconder debajo del saquito el tremendo escote que hay en esta “chica de su casa”. Esta mujer es percibida como una chica “tranquila”, es decir, inocentona, educada, dulce, una señorita con todas las de la ley. A esa chica se la pasa a recoger a su casa y se la deja a una hora “decente”; todo lo que las rodea tiene que tener ese halo, mejor dicho, hálito de decencia requerida para la florcita que pasará de adornar el hogar familiar al matrimonial. Es muy probable que el chico interesado tenga que ser presentado a la familia antes de saborear un rico agarre con lengua. Hay que ir despacio con ella. No vaya a ser que se asuste. A esta chica hay que tomarla en serio, cómo no, si es la futura enamorada, novia, esposa y madre de nuestros hijos. Esta chica no llega tarde a casa, no tiene permiso para ir de campamento, viaje o cualquier situación que ponga en peligro su casta pureza.
Bueno, temo decirles que desde mi punto de vista todo esto es falso. Estas dos chicas son suposiciones. Simples convenciones sociales de lo que debe o no debe ser. Ya lo sé, hay gente de todo tipo, incluso algunas calzarían en los estereotipos que acabo de describir, pero no es la mayoría. Así que ¿por qué no extendemos la doble definición a los hombres?, ¿es esto posible? ¿Podemos diferenciar a los hombres en chicos de “su casa” y los chicos “fáciles”?
Mmm. No es tan fácil darle la vuelta a la milanesa, porque partimos de una contradicción. Los hombres, por lo general, son alentados a salir, a tener “calle”. Haciendo muffins con la abuelita no solo le quitarían el puesto a las “chicas de su casa”, sino que de seguro se ganarían una falsa reputación de raros, potenciales homosexuales o comunes y silvestres lornazas.
Probemos con la otra. ¿Existen chicos fáciles? A ver, chicas que levante un lapicero en este momento alguna que haya conocido, tenido algo o sobrevivido a algún chico fácil. Yo tengo el mío levantado. Y no fue un agarre, fue un novio con el que pasé tres años de mi vida, uno de felicidad. Era el típico chico que se levantó a media facultad de la noche a la mañana. Tenía la ventaja de ser uno de los pocos chicos, y además guapo, de la facultad. Parece que se dio cuenta de esta ventaja en el mercado y empezó a pasar de una chica a otra, hasta que literalmente le quedaron dos impunes. Una chica comprometida y yo. En esa época mis amigas y compañeras de la universidad le decían que era una “puta” en versión hombre. Agarraba y se acostaba con lo que se cruzara. Como éramos amigos, lo vi en acción muchas veces. A mí no me gustaba en esa época, además vivía feliz y le era fiel a mi novio heavy-metal. Pasaron los años. Unos cinco. Entonces el pendejo se enamoró por primera vez, ¿adivinen de quién? Sí, de mí. Y yo también me enamoré de él. Nunca dudé de su amor, hasta ahora. Pero enamorado o no, seguía siendo el chico fácil de la universidad. Así que continuó su carrera mujeriega a mis espaldas, y detrás de la siguiente y de la última. Y estoy segura de que él no es una excepción.
He conocido en estos últimos años a varios muestras gratis de este tipo de chico que está más allá del pendejo tradicional; este chico es inescrupuloso, falto de un resquicio de moral y le importa un pimiento si tiene al frente a la novia de su mejor amigo, la hermana de su novia, la prima de su esposa, a una chica que está pasando por un mal momento (¿qué mejor momento para aprovecharse?), a una chica débil, a una chica tonta, a un chica buena, todas o cualquiera son lo mismo. Solo hace falta ser mujer. El fin de semana pasado veía cómo una amiga se estaba empujando una botella de cerveza de pico en un seco y volteado increíble, al ver que el chico con el que había estado “saliendo” la había saludado como quien saluda al portero y se había dirigido directamente a otra chica. Y eso que se lo advertimos porque varios del grupo conocíamos su fama. Es más fácil que hacer un pan con mantequilla. No nos hizo caso. El le metió el florazo barato de “tú eres especial” y ahí quedó todo. Felizmente, mi amiga es una tipa inteligente y en lugar de ir y reventarle la botella en la cabeza al pata optó por la opción digna de estar un rato más en esa reunión y luego irse a casa sola. Me contó al día siguiente que se acostó triste, se despertó aún más triste, pasó una tarde llena de rabia, pero para la noche su razón ya había empezado a funcionar, ¿qué más podía esperar de él? pues nada. ¿Lo quería para que fuese su novio? la verdad es que no. Asunto cerrado. Chico fácil, olvidado. Como él conozco a un par más que también se creen los reyes de su esquina de la de más allá y la de un par más de cuadras, y también a las mujeres que los utilizan. Y la verdad, como amigos está bien. Para algo más, no gracias. Paso.
Algunos dirán “Si pues, soy un pendejo y a mucha honra” (claro, están programados para sentirse orgullosos de un real o inventado historial sexual), otros se preguntarán ¿con qué derecho me lanzo a estereotipar a cierto contingente de muchachos como “fáciles”? (porque estoy segura de que otro tanto asegurará que ellos son los cazadores, y por esa cavernaria razón son ellos quienes eligen a sus presas; bueno, ya es hora de despertar y oler el café, ustedes también son objeto de caza –aunque no se den ni cuenta, o no quieran ni darse por enterados–), Pues con el mismo con el que a veces somos etiquetadas nosotras. Y debo decir que hay un gran punto que muchos olvidan porque es más fácil ignorarlo que hablarlo abiertamente: todo este asunto es puramente sexual.
Si se dan cuenta nuestros entornos alientan a los hombres a vivir su sexualidad a plenitud, les hacen barra para hacerse “hombres” (como si la hombría fuera equivalente a cierta cantidad de polvos, pero en fin, para el macho de hoy, más es mejor); en cambio las mujeres son exhortadas a reprimir no solo su sexualidad, sino a esconderla, como si no existiera, o peor aún, a rebajarla a nivel de objeto, es decir, mientras menos sexo, serás más valorada no solo por los hombres, sino por la sociedad en general. Nuestro cuerpo es una “cosa” que hay que cuidar. Mientras menos uso, será mejor cotizado en el mercado del amor y del matrimonio.
Sin embargo, ¿por qué digo que toda esta diferenciación está basada en un mito? Porque no es real. Esas antípodas no existen y tampoco te llevan al final del cuento de hadas. El cuento del playboy que finalmente se enamora de la chica “de su casa” porque es distinta a las demás (las demás son las “fáciles”, claro está) y deja de ser un pendejo para convertirse en un fiel príncipe azul porque está enamorado, es una farsa. No existe. Qué es lo que valoran de la chica que tienen a lado, ¿solo su kilometraje sexual? Y si la valoran por eso, ¿cómo saben las estadísticas de su “pasado”?
Este ha sido una reflexión basada en hechos reales de la que me quedo con una sola conclusión: a nadie le gusta ser etiquetado, estereotipado y definido, antes de ser conocido. Por una razón muy simple. Todos somos diferentes. Creo que tenemos y nos reservamos ese derecho. Hemos crecido de forma distinta y nos enfrentamos al amor o sus derivados, con las armas que tenemos, como podemos; y eso cambia con el tiempo. No existen dos tipos de mujer ni un solo tipo de hombre. Existen millones, uno por cada persona. Cada quién es libre de escoger.
Por eso creo que existe cierto tipo de chicos en los que sí creo, y que me gustan. Los hombres reales, inteligentes; los suficientemente capaces de sacudirse un poco de la mala educación y pensar de la misma forma como viven, con libertad. Pero una libertad de verdad. Los que no le temen a las mujeres que no pueden encasillar dentro de lo desconocido, indescifrable, y por ello, quizás, aterrador. Les aseguro que detrás de algún bonito prejuicio, puede haber una chica de la que se pueden enamorar. Yo ando es busca de uno de esos.
Así que piensen dos veces la próxima vez que vayan a tildar a una chica de “fácil”, quien sabe, quizás hay alguien a tus espaldas que esté diciendo lo mismo de ustedes. La hipocresía les puede dar una cucharada de su propia medicina. Y vaya que es amarga.
CANCIÓN PARA CONOCER A ALGUIEN DIFERENTE.
SENTIMENTAL HEART.mp3 – SHE & HIM
Uno de los chicos fáciles del cine. Alfie. Miren cómo terminó. (Disculpen la traducción, no encontré esta misma escena subtitulada).
Este es un bonito video de lo que nos pasa a diario en la búsqueda de esas personas a quién querer. A veces nos liga, otras no.
A propósito de la exposición fotográfica “Re-hacer el amor”, me han invitado el próximo miércoles 29 de julio a las 7 p.m. al Centro Cultural de España a presentar y participar en el conversatorio de una de las películas del ciclo que cine que han organizado: Una relación privada. Una de mis películas favoritas. Aquí les dejo el tráiler. El ingreso es libre.