El Chico Tímido y yo
HACE TIEMPO, NO ME GUSTABA ALGUIEN ASÍ (DE PRONTO, SIN PENSAR, CASI SIN QUERER).
El Chico Tímido y yo no nos conocemos, aún. El Chico Tímido y yo nos hemos cruzado en una fiesta, en la oscuridad de una calle, en una sala de cine. El Chico Tímido y yo nos parecemos, creo que mucho. Para comenzar, se nota que a ambos nos gana la inseguridad. No sé si eso sea bueno o malo. Tampoco me importa; porque cuando alguien me comienza a gustar comienzo a olvidar las diferencias, me concentro en las coincidencias, de esas que no puedes pasar por alto. Sin embargo, antes de declarar que ese Chico Tímido me gusta, quiero conocerlo.
Y pensar que todo comenzó por casualidad. Como todo.El Chico Tímido me estuvo mirando por un buen rato entre la multitud de una fiesta un viernes por la noche. No pude evitar notarlo y volteé hacia él, pensando que quizás era un conocido. No. Su cara no me he era familiar. Lo que sí noté era que estaba sonriéndome. Yo andaba justo en el epicentro de un huracán emocional. Había ido con Valentina a ese lugar, que más que el Tono Thriller se debió llamar “Fiesta de los Ex-cuentros cercanos del tercer tipo”. Apenas mi buena amiga vio a su ex en unos besos melosos con una chica, me anunció su pronta partida. Sus amigos, que son muy buena onda, me adoptaron. No puedo decir que no me comencé a divertir; cuando me tocó ir por un par de cervezas. En una barra improvisada, vi una cara familiar. Era el chico “fácil” que me había estado rondando semanas atrás. Me acerqué a saludarlo contenta, pero él me respondió con un frío “Hola, Ali” y se siguió de largo.
Yo pensaba en qué preciso momento me había convertido en la mujer invisible. Más aun, cuando lo vi muy entusiasmado al lado de otra chica. Ya no entiendo nada, pensé. Estaba sola, con una cerveza que me congelaba la mano, de pie entre una multitud de desconocidos que bailaban y chupaban eufóricos. Miré mis zapatos blancos que resplandecían entre la oscuridad y decidí llevarlos de regreso a casa, cuando de pronto el Chico Tímido se paró frente a mí.
- ¿Alicia?
- Sí –dije tratando de ubicarlo en el registro de mi memoria sin resultados.
- Hola, seguro no me conoces por mi nombre de verdad.
- …
- Soy el Chico Tímido.
- Ah, sí. Hola –forcé una sonrisa, que como todo lo falso, se nota.
- Solo quería decirte que me gusta lo que escribes.
- Ah, gracias. Qué chévere.
(Silencio incómodo, supongo que más para él que para mí, que aun siendo introvertido se había acercado, probablemente por el efecto de más de una cerveza)
- Bueno, te dejo con tus amigos, chau.
- Chau.
Al poco rato me fui sola caminando a casa sintiéndome la más desubicada del mundo. Ese día decidí decirle adiós al mundo de la ambigüedad, por lo menos por un buen tiempo. Mejor sola que pisar arenas movedizas. Había sido ignorada por un chico y había choteado al Chico Tímido. Suficiente por una noche.
Sin embargo, mientras me acomodaba en la almohada, no pude dejar de pensar que hubiese querido explicarle al Chico Tímido que yo también soy así, y que la inseguridad, en momentos vulnerables como ese es mi peor enemiga. Así que a la mañana siguiente, le escribí un correo electrónico disculpándome por la parquedad del día anterior. Saqué su dirección de los comentarios de este blog; quién sabe si era la verdadera. Pero bueno, con mis disculpas y una canción que tardé bastante en elegir apreté “enviar”. La verdad no sabía si me respondería.
El Chico Tímido no fue tan retraído esta vez y me sorprendió con una rápida respuesta en mi bandeja de entrada desde otra dirección y con su nombre de verdad (un nombre muy distinto a “Chico Tímido”), una canción y una frase que me gustó: “ahora por lo menos sé dónde encontrarte”. ¿El chico tímido me estaba coqueteando? Pues sí, y como a mí me gusta. Al día siguiente le mandé una ciberinvitación a mi espacio.
Unos días después, estuvimos conversando por chat . Dos días, por sabe Dios cuántas horas. Solo sé que me acosté tarde y me levanté con una sonrisa. Así me enteré que el Chico Tímido y yo tenemos la misma película como favorita; yo la tengo colgada de mi pared, él la tiene en su muro del Facebook. El Chico Tímido y yo tenemos vértigo pero hemos hecho parapente a pesar de cagarnos de miedo. El Chico Tímido y yo andamos por la vida con nuestros corazones en la mano y nos los han atravesado como anticucho más de una vez. El Chico Tímido y yo no tememos ser cursis, tampoco parecerlo. El Chico Tímido y yo usamos zapatillas blancas. El Chico Tímido tiene, como yo, un cuaderno que le ha costado dejar en blanco otra vez, igual que yo. El Chico Tímido tiene casi intacta su capacidad de sorpresa, para eso se necesita una cuota de inocencia que yo tampoco he perdido. El Chico Tímido me gusta. Yo le gusto al Chico Tímido.
Esa semana había visto “Happy-go-lucky” en el cine (acá le han puesto “El camino de la felicidad” o algo así), y me gustó que en un momento uno de los personajes le dijera a la protagonista que la quería volver a ver; entonces ella, en lugar de darle su teléfono, apuntó en un cuaderno el número de él y claro, luego lo llamó con total naturalidad. Entonces pensé que a estas alturas en que las conversaciones por chat se vuelven ciberflirteos y que no quiero más una relación virtual (yala), así que intenté hacer un “Ali-go-lucky” y me mandé con la pregunta del millón.
- ALI DICE: Chico tímido, ¿quieres salir conmigo alguna vez?
- CHICO TÍMIDO DICE: Sí, claro –contestó.
Yo sonreí frente a mi pantalla. ¡Bingo! Me ligó. Sin embargo, la sonrisa se me congeló cuando leí:
- CHICO TÍMIDO DICE: No quiero engañarte.
(Tiene novia, es casado, en realidad no le gusto, todo este coqueteo está solo en mi imaginación)
- ALI DICE: Ah, ¿tienes novia? –pregunté con el globo de la ilusión desinflándose por un pequeño hueco. Felizmente las pantallas esconden las caras.
- CHICO TÍMIDO DICE: No, pero todavía estoy olvidando a alguien con quien estuve saliendo.
- ALI DICE: Bueno –dije yo, ahora en plena etapa de renovada dignidad que estoy construyendo dentro de mí, y tomando en cuenta que no le había propuesto matrimonio sino una simple salida –han sido bonitas estas dos conversaciones.
- CHICO TÍMIDO DICE: Sí.
- ALI DICE: Ya nos encontraremos por ahí, alguna vez.
- CHICO TÍMIDO DICE: Si, seguro.
Cerré la computadora con cierta rabia, como si la pobre tuviera la culpa. Me desperté sintiéndome una total perdedora. Digna, pero perdedora a fin de cuentas. Por más que traté de practicar el conocido “él se la pierde”, no pude dejar de sentir algo extraño, indescifrable, el resto del día. Como si hubiese perdido algo; algo que quizás estuviese buscando. Pero como para todo hay un antídoto, una vez más la amistad me salvó de un pequeño naufragio emocional. Vale me dijo:
- ¿Vamos a una fiesta?
- La verdad, prefiero quedarme en casa.
- Nada de eso. Vamos.
- Solo con una condición. Hoy quiero ser invisible.
- Está bien. Esta noche serás mi novio.
- Ok.
Fuimos a mi casa a tomar una botella de cava anti estrés laboral y emocional. Con lo mejor de Pixies a todo volumen, me vestí de hombre. Así salí del brazo de Valentina, con mi seguridad y alegría renovadas a la calle.
Caminábamos por una calle de Barranco riendo cuando por la misma vereda nos cruzamos con el Chico Tímido. No lo reconocí y me pasé de largo. Me enteré de esto por un mail suyo que envió al día siguiente y que hasta ahora no sé si contestar, después de todo él fue el que me dijo que no quería salir conmigo.
Ahora que soy fan de las casualidades y no del destino, espero que el Chico Tímido y yo nos crucemos alguna otra vez. Después de todo, los días son juegos llenos de breves azares que quizás se convierten en oportunidades cuando uno se atreve a decir sí.
Así que espero feliz una nueva sorpresa, de esas de las que solo los despistados nos damos cuenta.
CANCION PARA EL CHICO TÍMIDO.
Esta fue la canción que le envié al Chico Tímido.
Un par de despistados. Otros dos. Una escena más que bonita.