Los perros del hortelano
LOS QUE NO QUIEREN, NI DEJAN QUERER.
Creo que el perro del hortelano, ese mismo que no come ni deja comer, ha sido vilmente malentendido. El can protagonista de la popular frase lo único que hacía era cumplir con su chamba. Su trabajo consistía en ahuyentar a los amenazantes animales amantes de los vegetales de la huerta de su amo. Los perros no suelen ser herbívoros, por eso resultaban los guachimanes perfectos. Es más, el hortelano debe haber remarcado “perros vegetarianos abstenerse”en su aviso clasificado para buscar guardián .
El perro en cuestión era un animal responsable, estoy segura. ¿Saben por qué? porque de ninguna manera se trataba de un “ex” celoso, posesivo, egoísta, narciso, inmaduro e inseguro que al ver a su ex chica con otro se iba a convertir de inmediato en una versión alcoholizada de Otelo, caminando a paso polka hacia la que creían su “propiedad privada” con la única intención de delimitar un territorio inexistente (perdón, soy un ser humano, no una chacra) y de paso, cagar mi segunda cita con el Chico Tímido. Después del episodio romántico del tallarín saltado, un par de esas largas y cómplices conversaciones telefónicas que no tenía desde la época en que no existían los celulares, de coquetear a través de nuestros blogs, chats y facebooks, esta salida no tenía pierde, pensé. Con un vestido nuevo y una sesión de spa casero esperé a mi cita que por supuesto llegó puntual y aún nervioso; bueno, no más que yo. A falta de ansiolíticos, nos tomaremos un trago apenas lleguemos, planeé; para romper el hielo con mayor rapidez, digamos. Pero para variar, este chico me sorprendió.
- Te traje esto.
Me dio un paquete.
- ¿Qué es?, ¿media docena de wantan? -bromeé. Estaba a punto de tragarme una a una mis palabras.
Cuando lo abrí, me di cuenta de que era el CD de She & Him, el grupo que canta la primera canción que le envié y que de paso, está muy bueno. Le agradecí con un beso de esos que no sabes dónde diablos dar y creo que le cayó entre la boca y la nariz. No supe qué decir, solo: “¿vamos?”
- Mandé a pedir el disco el día en que me mandaste el video de la canción-me dijo en el taxi. Creo que adivinó mi ataque de inseguridad por comentarios estúpidos ante regalos especiales. Preferí no confesarle que decir lo que pienso a veces me jugaba malas pasadas como esa. Parece que lo entendió o simplemente, no le importó.
Como respuesta empezamos a rozarnos los dedos hasta que llegamos a nuestro destino: una fiesta ruidosa con muchas caras conocidas. Al entrar me di cuenta de que hacía tiempo que no salía con nadie en plan no ambiguo. Es decir, se notaba que estábamos juntos (por lo menos ambos lo notábamos). Ni siquiera había terminado de procesarlo en mi mente cuando me preguntó qué quería tomar.
Mientras lo observaba caminar hacia la barra pensé lo nuevo que era todo esto y sonreí. Cuando volvió a mi lado comenzó el ritual del “hola, ¿cómo estás?” y pensé que él estaba tan o más mareado que yo con el “Fulanito, él es el Chico Tímido, Chico Tímido éste es Fulanito”, pero estaba equivocada. Cada vez que volteaba a mirarle la cara, parecía contento. Se le veía tranquilo. Me sonreía, me rozaba el brazo, acariciaba mi espalda recontra a propósito descubierta.
Justo en el momento en el que intercambiábamos miradas hizo su aparición el primero de los coyotes a saludar. Se trataba de una breve ex historia que nunca se había querido comprometer a más (que cosa será “más”, ni me pregunten) cuando salimos juntos. Creo que no se dio cuenta de que yo estaba con “alguien”, porque comenzó su típico ritual de yo les coqueteo a todas y a ninguna. La diferencia esta vez era que yo solo quería coquetear con una sola persona y hace tiempo que no era él.
Como buscando una grúa cuando el carro se te malogra en el carril del medio de la Vía Expresa, miré a mi alrededor y encontré un grupo de buenos amigos. Con la excusa de saludarlos me sacudí del “coquetón de día de semana”. Estos chicos tienen la especial característica de atacar hortalizas conocidas de lunes a jueves e ir a buscar nuevas los fines de semana. Así que me di media vuelta y me senté a conversar con ellos mientras me metía un seco y volteado. Parece que el Chico Tímido también porque mostrándome su vaso vacío me preguntó si quería otro más en una segunda incursión a la barra. Asentí y me quedé en una divertida conversación con mis patas, más conocida como: “sí, es él ¿qué tal?” Ni tuvieron tiempo de responder porque en eso se plantó a mí costado el primer y hasta ese momento único lector con el que había salido en el 2007. Ahora somos buenos amigos, o al menos eso pensaba, así que lo saludé con cariño. Contentos por habernos encontrado hablamos un poco, hasta que reapareció el Chico Tímido (desde ahora CT). Los presenté y le dije a ex Mr. Busco novio que ese era el lugar de CT. Ex Sr. Busco novio me miró con cara rara y se fue.
- ¿Está todo bien? –le pregunté a CT.
- Sí claro, me gusta salir contigo –y se aventó a darme un ligero beso en los labios. Yo bajé la mirada.
- Tú me ganas. Eres más chupada que yo.
- Espérate un par de whiskys más –bromeé, y estábamos en plena risa coqueta cuando desde el otro lado del lugar vi un par de ojos conocidos.
En mi cabeza sonó la señal de alarma. Cuando me fijé que se acercaban a donde yo estaba, le dije a CT que iba al baño. ¿Qué pasa esta noche?, me preguntaba, ¿esta no es la fiesta de una revista sino un desfile de mi pasado? Y si se trataba de un pasado-pisado para mí, ¿por qué de pronto revivía de pronto? En el camino no pude evadir al Chico Fácil de hace meses atrás. Él, en lugar de darme un beso de los normales, me mandó tamaño apretón y me susurró con voz de melcocha lo chévere que era encontrarnos. Sí, “encontrarnos” fue la palabra clave de nuestra historia. Así como uno se encuentra una moneda de un céntimo en la calle Yo me llevé la mano a la cara, donde acababa de plantarme un beso tan fuerte que me dolió, pero no hizo que me detuviera y seguí mi camino. La sorpresa me la llevé cuando salí y él estaba plantado en la puerta esperándome. Lo más problable era que según su conocido accionar, me estuviera “poniendo en fila”, a ver si no se le presentaba alguien mejor.
- ¿Qué haces?
- Te estaba esperando.
- Ah, ¿sí?
- Vamos a ir con una gente a un bar después (terreno ambiguo), te busco más tarde (ojo, afirmación, no pregunta).
- No, no creo –le dije.
- ¿Qué?, ¿tienes otros planes? (Sí, regresar dónde CT)
- Ya nos vemos –le dije y me fui.
Pero el broche oro de los pendejos del hortelano no había llegado aún. De vuelta al lado de CT, hablando por ratos con amigos o conocidos, o conversando los dos, la estaba pasando de puta madre. Él tenía una sonrisa que yo ya quería agarrar a besos hacía rato cuando en medio de la mejor escena de la película cayó el villano. De pronto me encontré en una de las esquinas del cuadrilátero de la testosterona alterada, más conocida como: CT por un lado y por el otro, un tarado que me meció un buen tiempo con el “todavía no quiero tener novia, pero cuando quiera esa vas a ser tú” (cita literal, pueden reírse, yo lo hago también cada vez que la recuerdo).
Pero este chico además de desubicado era terco, así que se estacionó a mi lado con cara de la mala de la telenovela en pleno ataque de celos y me dijo:
- ¿Quién es ese huevón?
- Oye, ¿qué pasa?
- ¿Has venido con ese pata?
- Sí, ¿por?
- Hoy te vas a ir conmigo.
- Estás loco –reí tratando de tomarlo como una broma. Parece que no lo era.
- No me muevo de acá hasta que no me digas que te vas conmigo.
- No me voy a ir contigo a ninguna parte.
- ¿Estás con ese huevón?
Casi le doy una explicación cuando hice un rápido recuento mental. Uno, no tenía por qué darle explicaciones a un berrinchudo con novia de esas que aparecen y desaparecen según sus intereses.
- ¿Y yo desde cuando te tengo que dar explicaciones? –le dije ya con otra cara.
- Dime que te vas conmigo.
- Baja la voz.
- ¡No estoy gritando!
- ¿Y tu novia dónde está?
- No tengo novia.
Me reí con sarcasmo y me di la vuelta cuando sentí una mano en mi antebrazo y una boca sobre la mía. Felizmente se fue tan rápido que no pude darle el carterazo que se merecía.
¿En qué momento pasé de estar en una fiesta a estar a una granja, custodiada por los cuatro cojudos del apocalipsis? Y otra cosa, ¿por qué si los perros del hortelano no quisieron nada en su momento, salieron de pronto en una especie de miniestampida a reclamar un territorio que nunca fue suyo? Además, no era que ese repentino asedio me hiciese sentir que mi vanidad subía como espuma de cerveza. Al contrario. Me estaba sintiendo de lo más incómoda y tenía miedo de que CT sintiera lo mismo. Cuando volteé a verlo conversaba entretenido con mis amigos. Cogió mi mano y no la soltó a pesar de las miradas de bulldog del chico ese.
Yo sé lo que se siente ver a una ex relación con una nueva pareja. Eso duele. Ver a una ex no-relación con otro/a, puede doler pero en el orgullo, en la profundidad de la inseguridad, en el egoísmo absoluto (no digo de muchos, pero sí de algunos), en esa falsa creencia de que las personas son objetos y por tanto, parte del stock de chicas “stand-by” de algunos desubicados.
Hace poco alguien muy sabio me dijo que la felicidad propia asusta a los demás, porque es justamente ella la que te da la libertad. Los objetos no son libres, las personas sí. Libres de hacer, decir, pasar un buen rato o ser felices con quien les dé la gana. Así que agarré al chico con el que estaba feliz y le dije si quería ir a una mejor fiesta. Me tomó de la mano y salimos. A cada paso, me di cuenta que no solo dejaba el pasado detrás, sino que hace tiempo que ya no me importaba. El presente iba a mi lado.
- La verdad, me había comenzado a aburrir- me confesó CT con cierto temor.
- Yo también – le contesté con una sonrisa.
- ¿Dónde es esa fiesta?
- En mi casa –respondí coqueta.
Pero para todos los malpensados del mundo, llegamos y puse lo mejor de los ochentas a todo volumen. Bailamos y reímos entre Bryan Adams, Rick Sringfield, Eddie Money, Madonna y Bruce Springsteen. En una de esas CT me preguntó:
- ¿Quién era ese chico que se te pegó?
- Nadie, respondí. Era la verdad.
- ¿No te molestó lo del beso?
- ¿Cuál beso?
- Otro día te cuento. Ese ex chico no nos iba a malograr dos fiestas en una noche.
Dicen que los tonos VIP son para las “very important people”, yo creo que eso depende de quién sea importante para quién. Hay otras fiestas VIP, chiquitas, sencillas pero más exclusivas porque solo admiten a dos personas que únicamente quieren divertirse la una con la otra (y que se empiezan a gustar más de lo debido), sin perros metafóricos queriendo mear en bosques de mujeres-objeto ni aullidos de lobos finteros al ver que una “presa” escapa de su “feudo”, y a los que no les importa un pepino esos rastros de pasado que aparecen cuando uno menos los espera. Habrá que cargar con el paralizer para la próxima.
POSDATA. Parace que esto de los perros del hortelano es unisex. Desde que alguien me vio por ahí con CT, su ex no para de llamar. A él le importa un bledo.
CANCIÓN PARA UN TIEMPO NUEVO
NUEVOS TIEMPOS.mp3 – LA HABITACION ROJA
Los perros del hortelano en acción, según Woody Allen (y una de mis preferidas “Maridos y esposas”.
Una perra del hortelano muy divertida. Julia Roberts volviéndose loca de celos antes de la boda de su mejor amigo.
Al que no haya hecho este pasito, nunca es tarde. Se los recomiendo. Yo lo disfruté como nunca antes.
Pequeño tributo a Patrick Swayze. Una de las ochenteras que tiene un lugar especial en mi iPod emocional (y en de 8 GB).
Gracias al Departamento Relaciones Corporativas de PETROPERÚ por incluirme en las actividades literarias en el contexto del 30° aniversario del Premio Copé y los 40 años de vida institucional de la Empresa.
Recital de Narrativa
«El placer de oír»
Horario: de 7.00 a 8.30 p.m.
Jueves 24 de setiembre: Roberto Reyes Tarazona, Luis Freyre y Alicia Bisso
Lugar: Sala de Conferencias de PETROPERÚ
(Canaval Moreyra 150, San Isidro)
INGRESO LIBRE
Están todos invitados.
Por último, mil gracias por los saludos, la buena onda y paciencia. I´m a come back!