Feliz aniversario Cusco (en ti confío)
Junio, mes de las fiestas de Cusco, terminó. Para muchos es una pena porque se acaban las danzas en la calle, los paseos de los santos y las juergas en la Plaza de Armas. Para otros es un alivio porque bajan los decibeles chauvinistas de gente que llora y orina sobre su sagrado Pachacútec. Es todo relativo, pasa todo paralelo. Por mi parte ya no siento mucho durante estos días. No me inquieta el Inti Raymi, me da igual la gran noche estelar de conciertos, solo me revienta la plaza llena de basura después de la gran celebración.
Así me la paso en junio. Ambivalente. Por un lado amo Cusco y por otro no lo soporto. Pero no lo soporto a veces porque lo amo, como a mi novia, a la música o a mi familia en Lima. No esperas que lo que más te da esperanza y alegría te decepcione. Duele doble.
Pero, ¿por qué Cusco me genera esperanza? ¿Por qué confío en Cusco?
Creo, esencialmente, que Cusco tiene el potencial para ser el nuevo centro de expansión de conciencia del mundo. Esto significa que puede ser la gran y nueva ciudad creativa del mundo, ciudad que se auto renueva, que aplica la enseñanza de su pasado en su presente, que abre nuevos portales por medio de la exploración, que investiga y estudia, que produce, que inventa, que da tránsito a sus industrias culturales, que procrea seres justos, conscientes de su rol en la naturaleza, sus talentos y encuentra formas creativas de explotar el potencial de su sociedad. Creo que Cusco tiene para ser la base creativa de nuestra tierra.
¿Por qué creo esto? Porque Cusco tiene riqueza material e inmaterial, además de gran cultura comunitaria, creativa y asociativa de visión ecuánime. Aunque todo parece haber cambiado o el día a día indique lo contrario, sigo creyendo que nuestra visión panorámica pervive, que Cusco tiene en sus entrañas una noción de familia y sociedad admirable, y que puede aplicarla a mayores escalas.
Tenemos un patrimonio espectacular, tanto material como inmaterial. Motiva que sectores del estado, como el Gobierno Regional y el Ministerio de Cultura de Cusco, se pongan las pilas en crear proyectos culturales, el primero con la agenda cultural, la creación de la Casa de la Cultura; el segundo con un sostenido y admirable trabajo de fomentar la cultura, las lenguas originarias y la igualdad. Ya hay gente con poder político consciente de que solo la cultura nos sacará del abismo. Me alegra mucho.
Las ruinas, lo que se conoce como patrimonio material, son una de las herramientas para esta gran expansión, aunque no de la forma como las estamos usando hoy. Confío que en el futuro sean espacios libres, dinámicos y ya no éstos sacrosantos santuarios donde no nos podemos quitar los zapatos, ni pasar la cuerda o tocar la piedra. Confío también que los periodistas dejaremos de decir que son “ruinas” y que las trataremos como centros activos de exploración. Aspiro también que todos podremos realizar cosas creativas entre ellas. Ejemplo: “XIX Concierto de Silencio en Saqsaywamán” o el “Tercer Gran Festival de Todos Calatos Bajo la Lluvia, Pisaq 2038”
Confío que Cusco podrá abrir las puertas de su patrimonio, realmente, a todo el mundo. Deseo de todo corazón que visitar Machupicchu ya no sea caro para nadie, que no cueste 20 dólares tomar un tramo de 20 minutos, que el ingreso sea libre, que el agua cielo no cueste 9 soles, o mejor, que haya un dispensador libre, con agua de nevado filtrada por piedra Inca, para todos. Confío que no seremos más angurrientos de nuestro patrimonio y lo haremos accesible al mundo, porque seamos francos: Machupicchu no es nuestro, solo tuvimos la suerte de nacer cerca. Lo mismo para Tipón, Ollantaytambo, Pisaq y cuanta construcción haya, porque a través de sus ventanas vemos el pasado y lo más importante, las señales claras para un presente armonioso, abundante, justo y feliz.
Confío que no pervivirá el refrán “primero lo nuestro, después el resto”, que ya no dará pena entrar a la ciudad por tanta basura, sino que habrán pistas organizadas y paredes de grafitis con mensajes como “Sonríe, ya estás en CUSCO”, como en la entrada de Chaclacayo. Confío que Cusco ya no me dará esa horrible sensación de ciudad que se desperdicia a sí misma, sino que se explora y actualiza cada mañana.
Me he emocionado tanto con esta idea que se me ocurrió hacer una investigación bastante seria sobre el “Estado actual y potencialidades de la industria cultural cusqueña con miras a la expansión de la Conciencia Universal”, darme la chamba solo para demostrar mi tesis de que Cusco es el nuevo Egipto. Pero la verdad es que tengo ya muchas cosas que hacer ¿alguien se anima?