Los murciélagos no tienen la culpa
“Trabajar con murciélagos es como ser un maestro Pokémon: siempre quieres capturar nuevas especies”.
Los murciélagos representan un grupo muy diverso. Más de 1400 especies reportadas en todo el mundo, de las cuales, alrededor de 180 habitan en Perú. Son los únicos mamíferos capaces de volar. Además, cumplen importantes roles ecológicos, tales como la polinización, la dispersión de semillas y el control de plagas agrícolas. Son considerados como aliados en la conservación de los ecosistemas. A pesar del importante rol que desempeñan, los murciélagos suelen ser víctimas de creencias, prejuicios y miedos infundados.
La humanidad se encuentra afrontando una pandemia provocada por el SARS-CoV-2 (familia de los coronavirus). Los primeros análisis genéticos mostraron que su genoma (una larga cadena de ARN) tenía mucha similaridad con otros coronavirus aislados de murciélagos. La gente empezó a acusarlos injustamente de ser responsables del origen y propagación de la enfermedad COVID-19. Esto provocó que, en algunas localidades como Culden (Cajamarca), más de 200 murciélagos del género Myotis casi sean sacrificados, de no ser por la llegada a tiempo del personal del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR).
Interacción de especies
Más de 50 millones de años de evolución, le han permitido a los murciélagos adquirir un sistema inmunológico muy efectivo. Pueden tolerar infecciones por distintos tipos de virus —incluyendo los coronavirus— sin desarrollar síntomas aparentes.
Por otro lado, el salto de un virus de una especie a otra es un proceso natural. Ocurre a lo largo de la evolución entre especies que interactúan entre sí. Sin embargo, este proceso se ve terriblemente alterado por distintas actividades humanas, como el tráfico de animales silvestres. Los mercados donde se comercializa estas especies provocan un nivel de interacción tan estrecho, que sería imposible que se dé en sus hábitats naturales.
De acuerdo con estudios previos realizados en otras enfermedades causadas por coronavirus (como el SARS y el MERS), se sospecha que este virus pudo pasar desde los murciélagos hacia los humanos a través de especies hospederas intermedias.
En el mercado húmedo de Wuhan (China), probable epicentro de COVID-19, se ha registrado la venta de alrededor de 120 especies de animales silvestres, los cuales se encuentran estresados, mal alimentados, heridos, enfermos y muertos. Todos expuestos a una mezcolanza brutal de heces, orina, sangre, secreciones mucosas, parásitos y, por supuesto, virus.
Bajo estas condiciones, los animales presentan un sistema inmunológico deteriorado. Se vuelven más propensos a contraer nuevos virus o a aumentar la carga viral de los virus que ya poseen. Estos mercados se convierten en un caldo de cultivo para que los virus muten y salten de una especie a otra, aumentando el riesgo de transmisión hacia los seres humanos que están en contacto con ellos. Este tipo de mercados también existen en Lima, Iquitos, Tumbes y otras ciudades del Perú.
Todavía se desconocen las circunstancias en las que un coronavirus pudo saltar del murciélago hacia una especie hospedera intermedia (posiblemente, el pangolín), y luego a los seres humanos. No existe evidencia científica que señale a los murciélagos como responsables del contagio directo de algún coronavirus hacia las personas, incluyendo al SARS-CoV-2.
Resulta fácil culpar a los murciélagos e incómodo reconocer nuestra propia irresponsabilidad como especie. Los murciélagos —y otros animales portadores de coronavirus— no son los culpables de la pandemia, sino la humanidad. Son nuestras acciones las que nos están exponiendo a virus con los que nunca habíamos tenido contacto. Además, ahora podemos transportar estos nuevos agentes infecciosos por largas distancias, en pocas horas y en primera clase.
Debemos tomar conciencia que el daño que le estamos haciendo al planeta ya nos está pasando factura. Debemos mejorar nuestra relación con la naturaleza para evitar que la cuenta siga creciendo. La preservación de los ecosistemas y la toma de medidas más estrictas contra el tráfico de la vida silvestre nos ayudarán en la conservación de los murciélagos y otras especies, así como en la de nosotros mismos.
Artículo escrito por el MsC. Daniel Ramos Huapaya, investigador asociado del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Revisión y comentarios por el Dr. Rodrigo A. Medellín.